«En Música, tonalidad y atonalidad son situaciones graduales de orden estructurado que, por lo tanto, pueden ir desde la más absoluta y extrema tonalidad hasta la más absoluta y extrema atonalidad, del mismo modo en que puede procederse gradualmente desde el más riguroso orden y jerarquía funcional al más extremo, desestructurado y distrópico caos. Ambas representan los extremos de la eficacia presente o ausente de la comuncación musical, ya que para que la combinatoria significante y distintiva en cualquier proceso semiótico sea eficiente ha de estar basada necesariamente en un conjunto discreto y finito de signos cuyas relaciones sean predecibles por emisor y receptor, siendo precisamente esto en lo que consiste la economía y productividad lingüísticas en toda comunicación articulada, mecanismos naturales que sólo los necios, los ignorantes o los farsantes pretenden negar o desvirtuar.» [Agustín Barahona]
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