«Las inconsistencias del comisionado del PP, Jose Antonio Marina, respecto al proyecto de libro blanco de la función docente que dice querer elaborar este partido –no es la primera vez que un partido político en el poder encarga deprisa y corriendo hacer un libro blanco del docente antes de unas elecciones… ni será la última, porque aún no se han dado cuenta de que nos hemos dado cuenta– ya fueron puestas en evidencia en los propios medios de comunicación una y otra vez. Para ejemplo un botón como el que traigo. Uno de muchos.
Las refutaciones de sus insostenibles ideas le fueron hechas por todas partes y a pesar de ello ha hecho oídos sordos y ha seguido adelante. En este programa de la Sexta le dieron tantos toques de atención –entiéndaseme– que no debió de quedarle libre ni el DNI, y eso que fueron muy amables con él porque, aunque muy educada y argumentalmente, no le dijeron ni la décima parte que había que haberle contestado a lo que dijo ante la pizarra.
Su «clase magistral» comienza en el minuto 22, segundo 35. La impresión que da todo el tiempo es que está pidiéndonos fé necesaria en lo que él dice, como si se tratara de un tema religioso en el que hubiera que creerle sin que tuviera que rebatir en debate con evidencias a quienes le refutan y sin que tuviera que demostrar todos los aprioris en los que basó su exposición. Como defensa, lo más audaz que se le ocurría decir es que «no le entendían» o «le entendían mal». Lo que yo no entiendo es cómo se ha prestado a esto Marina para ayudar a su comisionante PP en su campaña. Hay que estar muy ciego o no ser lo que se aparenta ser.
Además de los problemas que ya antes he señalado –véase: «Cómo se sabe quién enseña mejor para pagarle más por ello»–, mientras los sistemas de evaluación no comiencen desde la cabeza de la nación, en este caso el rey y el presidente del gobierno con todos los diputados y senadores y todos los cargos estatales y autonómicos y sus derivados, me parece muy difícil, si no imposible, pretender un sistema de evaluación de cualquier otro sector de la ciudadanía y las instituciones. Se predica con el ejemplo y sin éste no puede haber credibilidad alguna en un tema como el que nos ocupa.» [Agustín Barahona]
(Texto de AtresMedia: El filósofo José Antonio Marina da una clase magistral en Más Vale Tarde, en la que explica, según él, el «método» apropiado para evaluar a los docentes. El objetivo de Marina pasa por vincular el sueldo de los maestros al progreso de su clase para motivarles. Entre las medidas, propone un ‘MIR educativo’.)
Origen: ATRESPLAYER – «Método» que José Antonio Marina propone para evaluar a los profesores
«La última ha sido que el ministro de educación ha venido a sugerir en los medios que los profesores deberían tener la posibilidad de perder una parte de su sueldo si no son académicamente productivos (no de ganar un plus de productividad, como algunos han malentendido, no os dejéis liar por esto, pues así es como está proponiendo la administración poner esto en marcha, es decir, hablando de complementos retributivos que formarían ya parte del sueldo que nunca se va a subir: blanco y en botella). Quienes así hablan de la educación son quienes intentaron imponer para ésta y para la sanidad el modelo de empresa, a pesar de que cualquier persona inteligente se da cuenta de que no es posible. Para ese modelo no hay alumnos y pacientes, sino sólo ‘clientes’. Sin embargo no analizaré ahora esta pretensión absurda que está detrás de tantos problemas como hemos estado sufriendo en las últimas décadas, sino que me limitaré pragmáticamente a referir una de sus consecuencias evidentes para todos, ya que aquí no es necesario un análisis profundo para darse cuenta de que quienes proponen este tipo de cosas o bien no tienen ni idea de lo que proponen o bien lo que proponen tiene más bien alguna inconfesable perversión trasera.
Debo avisar de que quizá en mi respuesta voy a otorgar al proyecto una calidad que no tiene, pero voy a ponerme didácticamente en lo menos malo para que al mostrar su imposibilidad quede automáticamente descartada la calidad real de la que estamos tratando.
La cuestión fundamental aquí es cómo se puede aplicar el modelo de productividad empresarial a un tipo de trabajo cuyas variables son diferentes a las empresariales y en su mayoría completamente subjetivas y de difícil análisis y valoración. La primera pregunta que surge de inmediato –y casi la única, pues eclipsa a las demás por su importancia– es quién valoraría dicha productividad, toda vez que para valorar a un docente se ha de ser otro docente especialista en dichas valoraciones que sea capaz de demostrar que el resultado de su trabajo es incontestable como para poder ser justificado, siendo esto último conditio sine qua non. Es tan evidente para cualquiera que se haya sentado de verdad a reflexionar sobre esa propuesta que no se entiende cómo ha llegado a producirse de cara a la opinión pública generando la sensación de mera ocurrencia en el mejor de los casos. La segunda es en función de qué parámetros se valoraría dicha productividad, toda vez que la productividad en la educación es siempre, como mínimo, cosa de dos personas, no de una como ocurre en la empresa. Si es en función de los resultados del alumnado cualquiera con dos dedos de frente se da cuenta de que no es lo mismo valorar los resultados de una clase de intelectualmente superdotados que los de una clase de intelectualmente desfavorecidos. El resultado educacional es siempre mayor en el último caso si se llega a un mismo nivel de conocimientos y dominios en ambas clases. Habría pues que valorar individualmente las condiciones y capacidades de partida de cada alumno en una clase para poder valorar los resultados finales de su profesor, algo por el momento más propio de una bola de cristal que de las posibilidades reales de alguna ciencia.
Por otra parte, ni siquiera se tienen en cuenta los errores ajenos viendo qué ocurre en países donde se ha forzado espuriamente el modelo de empresa en determinados nichos sociales inadecuados para tales estructuras. En EE.UU., por ejemplo, en algunas universidades donde se implantó el modelo de empresa, los profesores dejan casi de serlo para convertirse en constantes cazatalentos, dedicándose todos los años a hacer propaganda de todo tipo y en todos lados para que los mejores alumnos vayan a sus clases y así se pueda falsear su productividad a partir de los resultados obtenidos. De este modo se perjudica a la sociedad en dos direcciones: se engaña con las supuestas calidades de los profesores y las universidades que los albergan gracias a esos brillantes alumnos y se discrimina la educación de los que precisamente están más necesitados de la misma.
Resumiendo, tras haber leído la propuesta que el nuevo ministro de educación ha hecho pública, y sin necesidad de entrar en ningún análisis profundo, da la clara impresión de que esta aparente ocurrencia está sólo hecha con el fin de poder justificar a voluntad del gobierno el seguir haciendo recortes disfrazados de falta de productividad cuando quiera que decidan así declararlo.
Como siempre, estoy abierto a que me demuestren argumentalmente probándome con datos objetivos cualquier propuesta de mejora de cualquier sector o institución de la sociedad, y así invito a que se debata más abajo en este mismo pequeño artículo. Pero nunca aceptaré, ni ninguna persona sensata debería tampoco aceptar, una petición de fé o de creencia en algo que, como profesional, no me resulte científica y pragmáticamente evidente. Lo normal sería que el ministerio entrara en un debate académico con los profesores (no un buzón de sugerencias no vinculantes, cuya sola propuesta es vergonzosa), que fuera público, para poder demostrar o refutar las tesis que allí se propongan y no pedir que creamos en la omnisciencia de un solo especialista, por muy bien intencionado que pudiera ser. De momento sólo hay propaganda injustificada pues incluso el ministro ha propuesto que «La redacción inicial debe estar terminada a finales de Noviembre, para que intervenga en el debate educativo de la campaña electoral». Con lo cual se ve que una de las reales funciones de todo esto, y quizá la que mejor explique el absurdo de lo que se propone y cómo se propone, es simplemente electoralista, planteada de prisa y corriendo por las elecciones.
Donde sí que está claro que el modelo de productividad debería imponerse es en política. Un buen ministro no debería cobrar lo mismo que un mal ministro porque los efectos de su trabajo no sólo son evidentemente juzgables, sino que además nos afectan a todos» [Agustín Barahona]
Para leer más acerca de este tema consulte:
El ministro Méndez de Vigo señala que hay que «considerar» vincular el salario de los docentes a los resultados de los centros José Antonio Marina, encargado de redactar el libro blanco del docente, afirma que «los buenos profesores no pueden cobrar lo mismo que los malos»Las organizaciones sindicales recuerdan que en los resultados educativos influye también el contexto de los alumnos y que no se pueden comparar colegios