«Llevo explicándolo más de un cuarto de siglo, pero aún poca gente lo sabe y es imprescindible saberlo para no quedar desamparado y poder dar así una muy desagradable sorpresa a los mentirosos acostumbrados a serlo impunemente. En la grabación no hace falta siquiera haber abierto la boca, basta con que uno tuviera derecho a participar para que nadie pueda acusarte de haber producido injerencia en el derecho fundamental al secreto de las comunicaciones (art. 18.3 CE). Dichas grabaciones pueden ser utilizadas en cualquier procedimiento de defensa.
Lo que no puede hacerse es mostrar las grabaciones a terceros no autorizados en virtud de norma o grabar situaciones de terceros en las que uno no participaba ni podía participar.
Véase todo lo afirmado, por ejemplo, entre muchas otras, en la Sentencia del Tribunal Supremo (Sala de lo Penal) Núm. 793/2016.
¡Que aproveche la información a todos mis amigos y colegas!» [Agustín Barahona]
De vez en cuando suelo observar que, en las redes sociales, alguien ya harto de estar harto, como decía Serrat en una conocida canción, no puede por menos que distribuir algún cuadro con fines correctivos para cosas que deberían haber sido bien aprendidas teniendo en cuenta que aprender la regla que está detrás no era tan difícil (¡caramba!, agregarían seguramente ellos, y con toda la razón).
Correcto. Pero un cuadro memorístico no resuelve nunca el problema. Sólo lo resuelve la comprensión del funcionamiento de tu propio idioma. De otro modo, la cantidad de cuadros como estos que habría que facilitar harían virtualmente imposible que la gente pudiera recordarlos todos. Por eso faltan y seguirán faltando por corregir, no obstante, una gran cantidad de incorrecciones que se escuchan todos los días en boca –y dedos– de pobre gente a la que no le enseñaron bien, incorrecciones que cada día que pasa son más numerosas debido a que otras personas con más suerte y conocimientos ya no se atreven a acometer el «acto de caridad» de corregirlas al prójimo equivocado o mal formado (el motivo del por qué de esto nos llevaría a otro asunto totalmente distinto de aquél con el que quería llamar la atención aquí, así que lo dejamos para otra ocasión quizá, aunque es verdad que también forma parte del problema).
Por poner sólo algunos ejemplos de lo abundante y largo que sería:
Al día preanterior no se lo llama antes de ayer*, sino «anteayer».
Sólo el verbo «hablar» –en todos sus sentidos intransitivos— rige siempre con la preposición «de» cuando se ha de expresar el tema de lo que se habla; sin embargo, el verbo transitivo «decir» jamás lleva la preposición «de» detrás para el mismo caso (es correcto decir «hablamos de ir a Madrid», pero con el verbo transitivo «decir» sería «dijimos que iríamos a Madrid» [recuérdese: Hablar_DE decir_QUE]).
Cuando se habla de la obligación de que algo sea de un determinado modo ha de decirse «debe ser» y cuando se habla de la probabilidad o inseguridad de que lo sea ha de decirse «debe de ser» [la probabilidad o inseguridad es la única que lleva el DE, justo al revés de lo que ya demasiada e inadecuada gente comienza a infestar por todas partes].
A la existencia de muchos «dequeístas» se intentó durante muchos años aplicar corrección sin explicar bien las reglas que estaban detrás y ahora una cantidad ingente de periodistas, por (mal) ejemplo, se han convertido en «queístas» vergonzantemente, ¡por tener miedo a ser dequeístas! La regla distintiva y resolutora de todos esos problemas de dequeísmo/queísmo es muy fácil. Cuando una oración subordinada de relativo es un sintagma nominal (es decir, en este caso ese tipo de secuencias de palabras que empiezan por «que» haciendo las veces de un sustantivo) permite el artículo determinado delante manteniendo sentido (por ejemplo, «que vengan es deseable» permite la construcción «el que vengan es deseable»), Pues bien, ese sintagma nominal (la posibilidad de colocarle un artículo determinado delante prueba que lo sea) puede en una oración ser sustituído por su correspondiente pronombre demostrativo neutro «esto/eso». Si nos damos cuenta, al hacerlo queda siempre claro si había que poner «de que» o sólo «que».
Por ejemplo, es correcto decir «nos cansamos de que Pepe viniera» y lo sabemos porque podemos sustituir «que Pepe viniera» por su correspondiente pronombre «eso/esto» manteniendo el sentido, o sea, «nos cansamos de esto», nunca nos cansamos esto*, por lo que sería incorrecto (queísta aquí) decir «nos cansamos que Pepe viniera; sin embargo, es correcto decir «aborrecemos que nos engañen» como lo prueba la correcta sustitución pronominal «aborrecemos esto», o decir «yo tenía miedo de que suspendieras», como lo prueba la sustitución pronominal «yo tenía miedo de esto» (yo tenía miedo esto* no tiene sentido). La sustitución pronominal es el modo más fácil de estar seguros de si debe o no debe usarse el «de» delante de esas construcciones. Así se lo he enseñado yo a mis alumnos cuando me han preguntado que cómo estar seguros.
El tema de las comas, fundamentalmente de naturaleza sintáctica -aunque hay gente que cree que sirven para enseñar cómo debe respirar el que lee–, daría de por sí para mucho. O el del loísmo, laísmo y leísmo. O el uso de barbarismos o de calcos de otros idiomas teniendo nuestra propia forma de expresar esos mismos significados, por no hablar de las nuevas interferencias que causan con la propia lengua. O el que se hayan cambiado recientemente reglas ortográficas de muy fácil memorización (por ejemplo, en los casos de tildes) por opciones discrecionales que causan más confusión a quienes no distinguen bien el funcionamiento interno de su propio idioma y por ello no disponen del criterio correcto para poder decidir.
En fin… como se vé, podríamos estar aquí días hablando de cómo convertir en cuadros de reglas estas cosas que quizá mucha gente no tuvo la suerte de que se las enseñaran bien. ¿Pero sería alguien capaz de aprendérselas todas como reglas aplicadas a todos los casos como se ve en el cuadro que preside esta reflexión? Lo dudo.
En general, es verdad que leer mucho de buenas editoriales permite tener una cierta seguridad mnemotécnica de cómo se escriben las cosas, porque esa lectura genera rutinas visuales(-sonoras) correctas en el lector. Lo que es peor de todo esto es que con la internet mucha de la gente que no habla correctamente está fijando visualmente para terceros en sus escritos en la red ese modo de hablar incorrecto, lo que produce que muchas personas, al pasar ante sus ojos todos los días cosas incorrectas, estén quedando envenenadas en esas malas costumbres.
Moraleja: lee muchos libros pero sólo los revisados por lingüistas. Y sobre todo, aprende gramática, no te aprendas reglas sin más para pretender manejar bien tu idioma: compréndelo, escudriña su funcionamiento y no te quedes nunca sin saber por qué las cosas son de un modo y no de otro, eso es lo que te dará dominio sobre el mismo. Al fin y al cabo, eso es precisamente lo que haces cuando aprendes un nuevo idioma, comprender estructuras y resolver porqués. Si tuvieras que aprenderte de memoria todas las oraciones, frases y formas correctas posibles en ese nuevo idioma como reglas para poder manejarlo nunca terminarías de poder hablarlo.» [Agustín Barahona]
Un amigo me escribe para decirme que él piensa que todo es muy exagerado y que no es para tanto. Respeto su anonimato, porque no ha querido decírmelo en público, quizá porque se da cuenta de las consecuencias que para él tendría el hacerlo, pero le contesto en público porque pienso que la respuesta puede ser interesante para más de uno.
«Querido XXXX, la situación mundial actual es calculable por cualquiera con un lápiz, un papel y que haya estudiado la física de bachillerato, por lo que no se trata de «creer» a unos u otros, se trata de verificar las cosas por uno mismo. Los propios hechos coinciden con los cálculos que todos podemos también realizar. Aunque actualmente paráramos todas las máquinas de la Tierra, ya sólo la 1ª Ley de Newton haría su efecto y la temperatura seguiría subiendo exponencialmente un tiempo, así que hay que intentar dejar esto bajo los mínimos imprescindibles para poder hacer una transición a una situación mundial realmente sostenible que tendría que haberse comenzado a hacer en los años 90 del siglo pasado y que ha sido ignorada olímpicamente por todo tipo de negacionismos políticos hasta el punto en que ahora nos encontramos de límites finales.
No hay mucho «interés creado» es una cuestión de obviedad pura y dura, ya sólo con Newton al lado. Yo no me guío jamás por movimientos políticos, siempre voy a las fuentes y estudio las publicaciones científicas que al respecto se hacen, contrastando datos y mediciones entre todas ellas y estudiando también los metaestudios, todo ello por tener información más fina y saber qué se puede hacer. Vamos ya muy tarde en todo y personalmente no sé cómo vamos a hacer para expulsar al espacio toda la energía sobrante que se acumula segundo a segundo cada día bajo la atmosfera. Nos vamos a cocer vivos si es que antes no se nos lleva por delante alguna de las múltiples catástrofes cuya distribución natural va a ser cada vez mayor en espacio, tiempo e intensidad, como viene comprobándose en los últimos años. Piensa que habitualmente en los estudios que se publican no suele hablarse del factor de aceleración, pero calcular esas derivadas es muy fácil: esto va cada vez más rápido.
La culpa la tienen políticos, negacionistas y políticos negacionistas que no se han tomado esto en serio por no tener la formación científica adecuada y no han hecho caso de los científicos hasta que ya los hechos hablan por sí solos. Personalmente, insisto, pienso que con los datos en la mano ya es demasiado tarde y realmente, en los próximos 80 años, sólo van a quedar vivas progresivamente las personas con una alta tolerancia al calor, en el mejor de los casos, como digo.
Cada uno puede tomarse la realidad y sus golpes como lo desee, pero pienso que nos ha tocado vivir un tiempo en el que decir que no participamos en hacer algo para hacer que esto pueda llegar a ser soportable o controlable de algún modo sólo porque la culpa la tienen los políticos por no haber actuado a tiempo sería tan pueril como decir que si vivimos debajo de un puente es por culpa de nuestros profesores que no nos enseñaron bien. Las «histerias» van a depender exclusivamente del grado de conciencia que tenga la gente de la realidad. Y aún así espero que los que son muy conscientes de la realidad –lo cual es, como digo desde el principio, muy fácil– no se histericen y mantengan la calma para poder colaborar inteligentemente a resolver este problemón que nos han echado a todos encima injustamente y del que nadie puede zafarse, desgraciadamente.
Un abrazo.»