«Como dice la cabecera, la inteligencia es la capacidad de resolver problemas. Por lo tanto, no puede haber creado el universo un diseñador inteligente. Y no sólo porque nadie haya demostrado jamás que existan los imprescindibles planos-diseño en que ese supuesto diseñador inteligente habría diseñado el universo para después construirlo –como he dicho infinidad de veces desde hace decenios–, sino, fundamentalmente, porque tener que «desarrollar» la cualidad de la inteligencia requeriría a su vez ad infinitum de una previa inteligencia para crearla; y, además –y por encima de todo–, porque de haber sido necesaria una inteligencia para resolver problemas eso querría decir que el diseño y creación del universo hasta que intervino el diseñador inteligente había sido un fracaso, precisamente porque requería de un resolvedor de problemas en el diseño previo, lo que mostraría que tal ente «inteligente» ni existe ni puede existir.
Espero que con esta básica y sencilla reflexión los seguidores de la iglesia del diseñointeligentismo dejen de decir las habituales tonterías. Gracias.»
[Agustín Barahona]
En este texto que sigue puede verse con claridad qué entiende equivocadamente el ciudadano medio por «debate» debido, originariamente, a la mala influencia de los medios de comunicación y a la consiguiente mala praxis diaria siguiendo el mal ejemplo y el caos conceptual.
En cuanto esta persona vió que había hecho pública su petición quedó claro que no pretendía realmente contrastar ideas para mejorar sus conocimientos, pues esto que sigue en formato de cita es lo que me respondió y detrás lo que yo le respondí.
«Estimado amigo, lamento mucho que no haya entendido usted nada de mi propuesta. Aunque tal vez haya sido yo quien no se ha explicado con la suficiente claridad. En cualquier caso le agradezco que me haya contestado. Un cordial saludo.»
Mi respuesta inmediata:
«Estimado Xxxxxxx, es porque he entendido completamente lo que usted ha dejado por escrito en su propuesta por lo que, precisamente, le he respondido lo que le he respondido. Pero comprendo –precisamente porque comprendo su propuesta–, que no quiera usted hacerlo en público y con ello tener la oportunidad de que más gente pueda ayudarle y que nuestra conversación pueda ayudar a otros. Un cordial saludo».
Esta persona, a pesar de lo que me dijo, siguió escribiéndome, lo que confirmó completamente lo que pensaba, añadiendo ahora que me doy cuenta de que tiene miedo a exponer sus ideas bajo su nombre, por lo cual no debe de estar muy seguro de ellas.
Copio su texto e intercaladamente mi respuesta.
«Buenos días Agustín. Presumo que debe usted ser joven vista su afición por debatir. Si relee mi primer mensaje vará que yo le proponía CONTRASTAR ideas, es decir DIALOGAR, buscar fortalezas y debilidades a las ideas y conocimientos, eso si enriquece.
«Se equivoca, amigo, de arriba a abajo. Lo de joven es relativo. Pero todo lo otro no lo es. Debatir es precisamente una forma de diálogo que sirve para contrastar las ideas siguiendo las reglas de la lógica y la capacidad de verificar lo aducido como hechos. Es básicamente lo que se hace o debería hacerse en cualquier sala de justicia, donde lo que se dirime es tan importante que requiere sine qua non de este método por su fidedignidad y eficacia en conseguir la verdad.»
El debate es confrontación, lucha.
«Dialogar para contrastar ideas es precisamente lo que es, luchar dialéctica, lógica y contrastivamente por ver cuál es la idea correcta a través de una serie de herramientas cuya eficacia tiene miles de años y nos han llevado al culmen de la civilización actual.»
En el debate cada cual busca que prevalezcan sus ideas, incluso aún si ve que está equivocado.
«Lamento que haya usted creído que debatía de ese modo cuando lo hacía. Lo que usted refiere es sólo conferenciar, no debatir. Eso es lo que usted hacía. Usted, por lo tanto, nunca ha debatido.»
En mis 71 años he visto cientos de debates de todo tipo, políticos, científicos, sociales, etc. Jamás en ninguno de ellos se ha dado el caso de que alguien cambiara de opinión, sino que cada cual sale diciendo que sus argumentos han sido los mejores.
«Eso que usted refiere no son debates sino monólogos erísticos o autopropagandísticos, como los que acostumbran a regalar los mal llamados «políticos», por ejemplo. Y disculpe, pero cuando dice «científicos» estoy seguro de que no ha visto nunca un debate real entre auténticos científicos.»
Si el debate lo hace usted en un foro público, donde junto a gente bien formada y educada, existen cantidad de fanáticos ignorantes, un debate en redes se convierte en un circo, donde no suelen faltar las descalificaciones y hasta insultos.
«Cualquiera de mis foros tiene garantizado un trato correcto conforme a las reglas de los debates –que, como usted sabe, presiden mi muro–. Nadie que actúe honesta y eficazmente –es decir, siguiendo las reglas de los debates– puede verse mal afectado en ningún extremo. Además, cualquier trol –es decir quien molesta por no ser honesto y no seguir las reglas de los debates– es expulsado de inmediato sin miramiento alguno, porque eso es precisamente lo que garantiza la calidad de los contenidos. No, amigo mío, parece que usted no ha participado nunca en un debate jurídico o en un debate científico y por eso cree que un debate es cualquier cosa a la que alguien sin la formación adecuada llame debate. Al parecer de-bate de béisbol, por lo que usted dice.»
No amigo mio, en esos debates nadie aprende, ya hice muchos en mi vida, ahora no me interesan, y mucho menos en el circo de las redes.
«No, no ha hecho ninguno, por lo que cuenta. Lógicamente en esos monólogos erísticos y propagandísticos de los que usted habla no se aprende nada más que la cantidad de atropellos a las reglas de los debates perpetran sus participantes.»
A mi edad tengo más intereés por aprender que cuando era joven y creía saberlo todo.
«Lamento este defecto que ha afeado su vida. Lo normal es ser consciente de que por mucho que se sepa nunca se acaba de saber, por lo cual lo que se sabe es infinitesimalmente poco. Yo siempre lo he pensado así de mí mismo.»
Ahora, como decía Descartes, dudo hasta de lo que realmente se.
«Pues es otro defecto que deslustra su biografía, lo siento, porque si realmente sabe una cosa y ésta está contrastada no debería usted dudar de ella sin motivo alguno. Eso es debilidad de pensamiento y, sobre todo, mucho miedo a equivocarse, lo cual es la actitud contraria de cualquier persona que realmente desee saber.»
Entiendo que le apasionen los debates, como también me ocurría a mi siendo más joven,
«Se equivoca de nuevo. No me apasionan, pero me parecen la única herramienta real para poder limar los errores de los conocimientos propios y reflexionar adecuadamente sobre los resultados, mejorando la perspectiva de todos los participantes. Sin debate –con uno mismo o con otros– no puede haber democracia ni, lo que es más importante, conocimiento real y convivencia.»
y aunque con la edad se pierden facultades, a veces se gana en sabiduría.
«Pues si usted ha ganado «sabiduría» ya me adelanta en mucho. Yo no puedo colgarme esas medallas en ninguna solapa, lo siento. No creo que en eso pueda ayudarle, si era lo que buscaba con dialogar conmigo.»
Reciba un cordial saludo y de nuevo le agradezco que me haya contestado. Buen fin de semana.
«Igualmente».
[Agustín Barahona]
«A través de los años vengo observando que la mayoría de la gente no sabe lo que es un debate. No conocerse las reglas de los debates e intentar participar en lo que uno cree que es un debate sería como no conocerse las reglas de movimiento de piezas del ajedrez y querer participar en lo que esa persona creyera que es ajedrez.
Fijémonos en esta reflexión sólo en el par de elementos más esenciales y básicos: título y ponencia de tema. Dos entre decenas que siempre hay que tener en cuenta.
Si en un debate no se responde a ***lo planteado por el ponente*** no se está debatiendo. En las redes sociales o internet no se puede simplemente ver una pregunta-titular en mayúsculas y responderla, como quien lee el titular de un artículo científico o periodístico sin haber leído el texto, porque más del 95% de las veces es probable que se meta la pata, porque el titular no sea lo que parece.
Veo que falta mucha cultura de debate real. Veo que la gente tiende a llamar debate a expresar cualquier cosa que piense sobre un determinado tema. Eso muestra con absoluta claridad no saber qué es un debate real; no saber cómo debate, por ejemplo, la ciencia en diferido a través de sus publicaciones, modelo de debate escrito por antonomasia.
La cuestión de cabecera –el título en realidad, sea o no interrogado– siempre es el resumen del tema del debate y lo que ha de debatirse siempre se hace ***contra*** la ponencia del ponente que lo abre, si es que es necesario decir algo porque pensemos que podemos demostrar que la ponencia es incorrecta. De otro modo no es necesario participar. Así que cualquier opinión que se haya dado que no tenga nada que ver con lo expuesto por el ponente no sirve para nada al debate en cuestión, porque lo que realmente se plantea en el debate es la idea del ponente resumida en el título-tema, entidad ésta no siempre directamente inteligible sin el propio contexto de la ponencia que representa, y que constituye el verdadero tema del debate.
Y escribir para que no sirva para nada no tiene ningún sentido. La mayoría de las veces se parece a aquél al que tras haberle preguntado otra persona qué hora es le responde «no, gracias, no fumo», sólo porque, por ejemplo, quería presumir, a como diera lugar, de que había superado el tabaquismo, fuera o no pertinente o coherente decirlo en ese momento y situación.
El formato de debate, en ausencia de un conocimiento real de cómo son los debates reales y en ausencia de la necesaria práctica añeja para poder hacerlos valer, se convierte no sólo en algo completamente estéril sino especialmente contraproducente, porque aumenta la carga de animadversión contra los que tienen razón, como puede comprobarse en las redes sociales por todas partes.
En ausencia de gente preparada para debatir, y a la espera de ello, es infinitamente mejor, por una parte, educarla en el debate lógico y formalmente correcto y eficiente así como, por otra parte, simultáneamente crear bases de datos públicas que respondan adecuadamente a todas las barbaridades, falsedades, burradas, manipulaciones, malentendidos, etc. con que se inflige y aflige a la sociedad y publicitar en todas partes su existencia, de modo que cualquiera que quiera estudiarlas y usar después sus contenidos pueda hacerlo en favor de una mejor y más didáctica difusión de la realidad conocida y del conocimiento científico, así como de sus reales y eficientes métodos.
[Agustín Barahona]