Un amigo me escribe para decirme que él piensa que todo es muy exagerado y que no es para tanto. Respeto su anonimato, porque no ha querido decírmelo en público, quizá porque se da cuenta de las consecuencias que para él tendría el hacerlo, pero le contesto en público porque pienso que la respuesta puede ser interesante para más de uno.
«Querido XXXX, la situación mundial actual es calculable por cualquiera con un lápiz, un papel y que haya estudiado la física de bachillerato, por lo que no se trata de «creer» a unos u otros, se trata de verificar las cosas por uno mismo. Los propios hechos coinciden con los cálculos que todos podemos también realizar. Aunque actualmente paráramos todas las máquinas de la Tierra, ya sólo la 1ª Ley de Newton haría su efecto y la temperatura seguiría subiendo exponencialmente un tiempo, así que hay que intentar dejar esto bajo los mínimos imprescindibles para poder hacer una transición a una situación mundial realmente sostenible que tendría que haberse comenzado a hacer en los años 90 del siglo pasado y que ha sido ignorada olímpicamente por todo tipo de negacionismos políticos hasta el punto en que ahora nos encontramos de límites finales.
No hay mucho «interés creado» es una cuestión de obviedad pura y dura, ya sólo con Newton al lado. Yo no me guío jamás por movimientos políticos, siempre voy a las fuentes y estudio las publicaciones científicas que al respecto se hacen, contrastando datos y mediciones entre todas ellas y estudiando también los metaestudios, todo ello por tener información más fina y saber qué se puede hacer. Vamos ya muy tarde en todo y personalmente no sé cómo vamos a hacer para expulsar al espacio toda la energía sobrante que se acumula segundo a segundo cada día bajo la atmosfera. Nos vamos a cocer vivos si es que antes no se nos lleva por delante alguna de las múltiples catástrofes cuya distribución natural va a ser cada vez mayor en espacio, tiempo e intensidad, como viene comprobándose en los últimos años. Piensa que habitualmente en los estudios que se publican no suele hablarse del factor de aceleración, pero calcular esas derivadas es muy fácil: esto va cada vez más rápido.
La culpa la tienen políticos, negacionistas y políticos negacionistas que no se han tomado esto en serio por no tener la formación científica adecuada y no han hecho caso de los científicos hasta que ya los hechos hablan por sí solos. Personalmente, insisto, pienso que con los datos en la mano ya es demasiado tarde y realmente, en los próximos 80 años, sólo van a quedar vivas progresivamente las personas con una alta tolerancia al calor, en el mejor de los casos, como digo.
Cada uno puede tomarse la realidad y sus golpes como lo desee, pero pienso que nos ha tocado vivir un tiempo en el que decir que no participamos en hacer algo para hacer que esto pueda llegar a ser soportable o controlable de algún modo sólo porque la culpa la tienen los políticos por no haber actuado a tiempo sería tan pueril como decir que si vivimos debajo de un puente es por culpa de nuestros profesores que no nos enseñaron bien. Las «histerias» van a depender exclusivamente del grado de conciencia que tenga la gente de la realidad. Y aún así espero que los que son muy conscientes de la realidad –lo cual es, como digo desde el principio, muy fácil– no se histericen y mantengan la calma para poder colaborar inteligentemente a resolver este problemón que nos han echado a todos encima injustamente y del que nadie puede zafarse, desgraciadamente.
Un abrazo.»
«La bandera de un país que, por ejemplo, no desee que existan estratos de clases, porque desee que todos los seres humanos tengan los mismos derechos y obligaciones efectivos, no debería ser de colores estratificados. La bandera de un país no se elige ni por tradición ni por estética, sino por el simbolismo más perfecto posible de lo que realmente quiere representar, estructural y esencialmente. Y sin tener esa idea clara en primer lugar no sólo no puede haber bandera, sino que no puede haber siquiera proyecto de país.» [Agustín Barahona]
«Aunque originalmente lo esotérico era lo muy especializado y no comunicado más que a aquellos que verdaderamento lo estudiaban progresiva y comprensivamente bajo la tutela de unas determinadas reglas de comportamiento y trabajo que vinculaban a un maestro de esa disciplina especializada con sus discípulos –en oposición a lo exotérico, que era el conocimiento cultural común de la gente–, en la actualidad el concepto de «lo esotérico» se usa nada más que para referir los efectos conocidos de algo cuyos fundamentos reales aún no se han estudiado y, por ello, se desconocen, motivo por lo cual puede llegar a parecer algo mágico o místico. Además, suelen ser cosas que hemos intentado conocer por medios erróneos y han quedado por ello bloqueadas en el proceso, congeladas en caminos extraviados o en desarrollos y planteamientos mal entendidos y totalmente incompletos.
Tal modo de conceptualizarlo en realidad no tiene mucho sentido, porque según esto no existe nada realmente esotérico, ya que numerosas cosas en la historia lo eran en un momento dado y tan pronto como fueron estudiadas dejaron de serlo. Así pues estamos, filosóficamente hablando, simplemente ante el nombre que le damos a una ignorancia provisional que nos aqueja y a la vez nos maravilla y que hemos intentado resolver incluso aunque aún no disponíamos de medios para ello.»