«No, en absoluto. Son tres cosas tan diferentes como tres colores distintos, aunque habitual e históricamente han solido mezclarse en diversas proporciones: los dos primeros en porcentajes muy amplios, hasta a veces confundirse, y los dos últimos en tasa extremadamente exigua y, por ello, muy llamativa cuando se ha dado.
En origen, una cosa es la espiritualidad, es decir, la esencialidad, relacionada con la voluntad existencial de estar en contacto con el conocimiento cierto de lo que son las cosas en sí mismas de un modo que podríamos llamar etimológicamente autópsico; otra cosa es la mística, es decir, la emotividad que representa a la necesidad de conexión profunda con dicha esencialidad interna y los intensos sentimientos e imágenes asociados; y otra muy distinta es la religiosidad, es decir, la supuesta socialización reiterativa de una relación que nadie ha demostrado jamás que exista con un ente llamado divinidad cuya existencia tampoco nadie ha probado nunca.
Por otra parte, y para mayor aclaración, la religiosidad nada tiene que ver con la mística etimológica, algo así como interioridad oculta, en su sentido trascendente. Es posible que algún religioso pueda a la vez ser místico pero no necesariamente todo místico es religioso. La mística nada tiene que ver con la socialización de la creencia en una doctrina irracional a través de ritos, que es a fin de cuentas lo mínima y exclusivamente distintivo de una religión. La mística es entendida por quienes la viven como un modo emocional de percibir la realidad a manera de una suerte de revelación extática de su esencia ultérrima, por intentar explicarlo de algún modo –los místicos dicen que no se puede explicar–. Debido a la mayor ignorancia reinante, en la antigüedad este modo emocional de una especie de trance extático trascendental era asociado invariablemente con las religiones como supuestas despertadoras de esa capacidad o como aglutinante de quienes ya la poseían, pero en nuestros días sabemos que ambas cosas nada tienen que ver, ni siquiera en su concepto identificativo. Es más fácil que el cerebro de un artista pueda acercarse a la mística de modo natural que el de un religioso.» [Agustín Barahona]
El éxito es del 100%. Todos los niños que han usado este método han accedido a los conservatorios con las más altas calificaciones. Entrad, probadlo y descubrid todo lo que se puede hacer.
De todos los que he visto es el mejor, con mucha diferencia, no sólo en medios didácticos reales sino también en planteamientos educativos.
Se lo recomiendo especialmente a todo el que tenga niños pequeños y quiera que aprendan la música suficiente como para tener la oportunidad de hacer una buena carrera.
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«Un amigo me venía a decir hace tiempo que era mejor aceptar como música lo que alguien te presentaba como música para así después poder juzgar su valor en esa categoría y poder decir que es música malísima o absurda. Pero sigo pensando tiempo después lo mismo que entonces le respondí: que nadie en su sano juicio tiene por qué conceder a otros que algo pueda ser lo que a ellos les dé la gana sin que realmente lo sea –negarse a aceptar tal abuso es actuar con la honestidad que tanto nos gusta a esa persona y a mí–. Y sigo pensando que si además es realmente una producción humana malísima o absurda puede perfectamente juzgarse como tal sin necesidad de tener que incluirla artificial y deshonestamente en ninguna categoría, simplemente por el efecto en su supuesto destinatario.» [Agustin Barahona]