«Si siendo la música obligatoria en primaria lo que llegaba hasta ahora a los conservatorios llegaba en lamentable estado la mayoría de las veces imagínense ahora qué es lo que llegará a los conservatorios en cuanto la música deje de ser obligatoria en primaria desde el mismísimo siguiente curso. Tengan en cuenta que los curricula de los conservatorios están hechos asumiendo que la recepción de estudiantes en edad de estar en primaria implica que se poseen unos conocimientos y práctica básicos y previos, lo que seguramente obligará a la enésima revisión de la normativa curricular de estas instituciones educativas empobreciéndola y adulterándola con chapuzas no pergeñadas por verdaderos especialistas, una vez más. Pero los conservatorios profesionales –como su propio nombre indica– no tienen enconmendada oficialmente la enseñanza del grado elemental sino que se asumió «provisionalmente» –hasta que se determinara quién tenía que impartirla– desde hace más de 20 años [!]. Sin embargo, no se ha fijado aún con justicia y racionalidad quién debía impartirlo porque ese grupo de población es tremendamente sensible a manipulaciones de tipo político para que se genere dinero empresarial por todas partes sin que pueda determinarse el grado de calidad de resultados de un modo fácil entre los padres. Es decir, cuando los padres ven que sus hijos pueden tener algún interés en la música, salvo honrosísimas excepciones –que las hay–, las academias privadas que asumen supuestamente esa formación hacen su agosto con ellos sin que nadie determine si la formación que obtienen es la adecuada. Así, para cuando llegan a los conservatorios malformados, con conceptos y prácticas erróneos o mal realizados, a veces es tarde para corregir cosas mal hechas en el tiempo adecuado y muchos abandonan al darse cuenta de que la formación musical no es el mundo prometido de juegos, relax e inutilidades vacuas pero atractivas en las que les habían hecho moverse en años anteriores.
Es inconcebible que estando señalado constantemente por todos los especialistas que la música debe aprenderse correctamente y desde los primeros años de formación consciente –primaria– justamente de donde se retire primero en la educación pública obligatoria sea en la educación primaria, donde más imprescindible es. Eso, además de pingües beneficios para muchas academias e instituciones privadas, generará (de)generaciones de estudiantes que en secundaria tendrán muchas más dificultades para conectar con la asignatura y que carecerán ya de una adecuada formación cerebral en todas las ventajas que la música desarrolla especialmente en años tempranos. Todo esto con las consecuencias que están en la mente de todos los que conocen un poco la importancia de la música… que creo que en realidad somos la mayoría de ciudadanos del mundo civilizado.» [Agustín Barahona]
«La atonalidad no es un sistema natural, sino un contrasistema artificial, ya que para existir tiene que evitar conscientemente toda estructura y funcionalidad tonales» [Agustín Barahona]
Destaco: «Analizaré al acabar la temporada toda su etapa en el Real. Por ahora sólo apuntaré varios hechos. Entre los negativos, un déficit acumulado que supera ampliamente los 15 millones de euros; el desastre económico de “San Francisco de Asís”; una reducción de la taquilla a pesar del continuo incremento de precios así como de abonos y ocupación; la prácticamente nula recuperación de nuestro patrimonio a favor de experimentos antiespañoles como “Montezuma”, “La conquista de México” o “The Indian Queen”; la escasa coproducción con teatros de relieve como Covent Garden, Viena o Scala a favor de otros menores como como Perlm; el abuso del “amiguismo” en registas, directores musicales e intérpretes. Entre los positivos, la ambición intelectual en la programación y su ansia renovadora; algunas producciones sobresalientes como “Pelleas” con Wilson; la atención a la composición actual, si bien se podía haber mejorado la selección de autores, y la permanente presencia de él y del teatro en los medios nacionales e internacionales. Bien es verdad que a estos se les invitó mucho más que en etapas anteriores. Con él se cumplió el “Que se hable, aunque sea mal”, porque la agitación y la polémica eran algo que realmente le hacían disfrutar, aunque llevó muy mal la discrepancia de Scherzo y Beckmesser. Supongo que él mismo, al final, debió de ser consciente que para polemizar hay que dominar el idioma y muchos, muchos de sus errores vinieron de su limitado español. Pero él se pasaba de atrevido. Muchos recordarán aquella multitudinaria y eterna presentación de temporada con la prensa rodeándole en rectángulo y él en el centro como estrella absoluta. Se equivocaba: la estrella en la ópera no debe ser nunca el director artístico. Descanse en paz.» [Gonzalo Alonso]