«Avanzaré que, tal como algunos físicos y filósofos de la ciencia ya han postulado, el problema de que parezca falsamente que en el mundo cuántico pasan «cosas locas» y sin embargo se cumplan todas las regularidades y la previsibilidad «al hacer cuentas» se debe a que aún no comprendemos o sabemos qué es lo que estamos viendo realmente, y no sólo debido a su extraordinaria complejidad sino al tamaño subatómico y a la enorme velocidad a la que los fenómenos allí se suceden, por lo que no podemos sacar conclusiones a falta de modelos incontrovertibles que nos permitan entender el fenómeno.
Es como sucedería si no comprendiésemos qué sólido complejo tenemos ante nuestros ojos porque, por ejemplo, fuera transparente o estuviera el cuarto a oscuras en el ejemplo clásico que facilito en la ilustración superior de este pequeño comentario –que, con fines didácticos, está extremadamente simplificado comparado con el tipo de sólidos complejos que realmente se presentan en la naturaleza–. Por supuesto, en cualquier cálculo sobre el objeto invisible todas las regularidades se cumplirían porque esencialmente el objeto es regular –sigue unas leyes– y es real. Pero a nosotros nos parecerían «cosas locas» hasta que no diéramos con la forma n-dimensional del sólido y comprendiéramos por qué responde del modo en que responde. Si a esto le añadimos la incapacidad tecnológica actual para tomar medidas al objeto n-dimensional se comprende que sea muy difícil de estudiar.
Hay que incluir en nuestras consideraciones y razonamientos ante el particular el que no es fácil entender por qué, por ejemplo, podría crearse un macro universo regido en su totalidad observable hasta el momento por leyes absolutamente precisas, que permiten predecir comportamientos siempre determinados, si estuviera internamente constituído por un microuniverso regido por el azar, es decir, de una naturaleza completamente distinta y casual, sin la predictibilidad que aportan las regularidades que interpretamos como leyes. Igualmente, es difícil para la gente comprender que no parece haber modo de demostrar que cualquier cosa que pudiera ser considerada azarosa, es decir, casual, en el micromundo, el cuántico, lo sea intrínsecamente por su propia naturaleza y no porque, como siempre ha ocurrido en la historia de la ciencia, carezcamos hasta ahora no sólo de la comprensión real de la naturaleza de esos fenómenos (elemento que debería ser el objetivo central de la ciencia) sino que también carecemos de momento de elementos de medición (ya sean aparatos o dispositivos lógico-matemáticos mentales ingeniosos) adecuados a esa realidad extremadamente pequeña, rápida y fundamental que, obviamente, compone y construye toda la realidad visible y observable a nivel mundo y macro-mundo.
El problema general y de fondo que tenemos en el mundo es la creciente necesidad de pragmatismo económico que ha ido invadiendo a la ciencia donde sólo se quieren resultados inmediatos y socioeconómicamente útiles y, en este sentido, con el dominio del que disponemos ya en matemáticas y en física, nos es suficiente para manejar la mecánica cuántica en la aplicación tecnológica de creación de aparatos de alta precisión de uso socioeconómico –el lector se asombraría de saber la cantidad de aparatos que están siendo creados con tecnología basada en cálculos de mecánica cuántica aunque no tengamos ni idea aún de por qué la naturaleza parezca comportarse así y sin embargo, debido a su impecable seguimiento de leyes, funcionan a la perfección y ya nos son imprescindibles en el día a día– debido precisamente a su manifiesta regularidad, aunque, como decía Einstein, lamentablemente, estemos jugando con cosas cuya naturaleza realmente aún no comprendemos, aunque, insisto, comprender dicha naturaleza y realidad debería ser siempre el principal foco y ambición de la ciencia, en lugar de sólo jugar para la industria con números, cálculos y cuentas que, por supuesto, «siempre salen».
Estoy seguro de que el día que comprendamos qué es lo que realmente estamos observando nos reiremos de todo este mundo caleidoscópico de ideas semi-mágicas que está asolando a los nuevos físicos ante la imposibilidad de usar correctamente su imaginación para elaborar explicaciones científicas correctas y adecuadas que satisfagan completamente todos los efectos. Y hasta nos causará ternura pensar que en algún momento casi perdemos la cabeza entregándonos a un casi pensamiento semi-mágico concediendo casi que el universo podía ser un lugar caprichoso a pesar de que veíamos que no era así en absolutamente todo lo que podíamos medir, lo cual mostraba el absurdo de esa posible (?) concepción.» [Agustín Barahona]
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