«Si realmente nos paramos a pensarlo muy despacio y tenemos en cuenta todo lo que hasta ahora conocemos no ya del universo, sino de cómo funciona la realidad, es muy difícil, si no imposible, poder contestar afirmativamente a la pregunta del título de esta entrada. Uno pensaría entonces lo que todo ser humano ha pensado cada vez que se ha enfrentado a este mismo problema: ¿y dónde queda entonces nuestra sensación de que en realidad somos libres?
Pensemos que cualquier combinación de elementos que fuera necesaria o esencial para que algo en concreto se produzca requiere exclusivamente de ese mismo número de elementos para que el efecto del sistema sea exactamente el mismo en su propia identidad. Y simultáneamente sabemos que hay cosas intrínsecamente imposibles.
Pero –podríamos contestarnos resistentemente a nosotros mismos– nuestra sensación de libertad no es sólo una sensación, sino que en la práctica diaria vemos que tenemos a nuestra disposición una aparentemente infinita gama de posibilidades para elegir, posibilidades que son precisamente las que nos dan esa sensación de que la libertad existe. Pero ése es precisamente el quid questionis, simplemente nos la dan porque no conocemos, o no tenemos en cuenta, que la gama de posibilidades para conseguir algo no es, ni puede ser nunca, infinita, precisamente por lo que decíamos en el párrafo anterior de esta reflexión.
Incluso aunque las posibilidades para cada posible consecución fueran muy grandes en número, del orden de 10 elevado a 100 –un uno seguido de cien ceros– estarían predeterminadas por tratarse de cosas que ya están en el universo, incluídas las regularidades que las gobiernan y que llamamos leyes, y por lo tanto, todas las posibles combinaciones, eficientes o no, ya estarían predeterminadas.
En consecuencia, nuestra sensación de libertad es sólo una ilusión producida por nuestra ignorancia de cuántas y cómo son las posibilidades reales para conseguir algo, y, a la vez, por nuestra ignorancia de cuáles son las únicas cosas posibles en nuestro universo. Todo ello está preconfigurado, prelimitado por las propias cualidades inherentes a la materia que constituyen sus propias regularidades y posibilidades de relación, las conozcamos todas o no, y, por tanto, amigos, me temo que nuestra realidad es determinista.
¿En dónde pues estaría la verdadera «libertad»? Precisamente en saber que el universo es determinista y en conocer todas sus posibilidades para formar y conformar las cosas, pudiendo dentro de estos caminos posibles predeterminados elegir el nuestro, incluso aunque sepamos que algo hace que esa posible elección esté igualmente predeterminada dentro de un conjunto posible de elecciones predeterminadas y cuya última selección puede haber sido realizada dependiendo de niveles de variaciones de elementos micrométricos de la realidad con influencia pertinente –teoría del caos– aparentemente inmedibles en estos momentos.
No existe ni puede existir ningún tipo de libertad, aparentemente ilusoria o no, sin un verdadero conocimiento de la realidad.»
[Agustín Barahona]
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