«Sólo quien esté muy experimentado en impedir en su texto que terceros puedan interpretar legítimamente –ilegítimamente siempre es posible entre gente sin vergüenza– sentido o significado de un modo distinto a lo que pretende puede redactar adecuadamente propuestas ciudadanas de legislación. De otro modo, mucho cuidado, porque entre políticos –verdaderos precursores de la ley de Murphy– si un texto permite honestamente una mala interpretación ésa será la que deshonestamente se elija» [Agustín Barahona]
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