«Más allá de la persona que las experimenta no son prueba de nada, a no ser que dichas experiencias, cuando son regularizadas y sistemáticas (es decir, cuando el sujeto tiene la oportunidad de un cierto control sobre las mismas), aporten un conocimiento demostrable que de otro modo sería imposible tener.
Por ejemplo, imaginemos que algunas personas mediante la evolución biológica hubieran desarrollado la capacidad para detectar con la vista colores que no forman habitualmente parte del espectro visual común. Esas personas por su propia experiencia en sí no podrían demostrar poseer esa facultad. Sin embargo, si dicha facultad trae aparejados conocimientos demostrables, como por ejemplo, que los alimentos que contienen tóxicos mortales para el ser humano despiden ese color que sólo ellos pueden ver, estos conocimientos sí podrían servir para demostrar que en verdad se posee dicha experiencia personal e intransferible, debido a esta utilidad que aporta un conocimiento demostrable que de otro modo sería imposible de obtener». [Agustín Barahona]
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