«Hay un aspecto preocupante en la definición que el diccionario de la RAE hace del concepto de lealtad. Dice que es el cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad, y define ésta como la observancia de la fe que alguien debe a otra persona. Eso hace entonces que cualquier funcionario que no sea religioso tenga un problema: que al vivir en un país no confesional cuya constitución protege el derecho a no ser religioso deba aceptar preceptos irracionales religiosos como la fé, máxime cuando diariamente esta viendo que esas personas en las que debería depositar su fe no la merecen porque resultan ser delincuentes en muchos casos y actuar manifiestamente en contra de las normas y a sabiendas. ¿En qué lugar queda pues la fe que a los funcionarios se les obliga a tener en esas personas, pues la norma dice que han de tener lealtad a su Administración y a sus superiores? ¿Es que se nos está pidiendo parcialidad en vez de ser justos en conciencia? Y si no ¿qué sentido tiene una norma que reclama fidelidad en vez de simplemente ser justos y honestos?
De ser ése el significado de lealtad, ésta sería pues un asunto planteado como religioso en un país aconfesional.
A una alto cargo político del Ministerio de Educación le dije una vez, hace muchos años, que qué podía esperar de un funcionario que no era leal a sí mismo, a la Verdad y a la Justicia por encima de cualquier otra cosa. Y que si estaba de acuerdo con ello no me pidiera otro tipo de lealtad porque no sería lealtad. Y por lo que otras personas me contaron después parece que se sintió muy ofendida. Por supuesto, tras mi respuesta jamás me nombraron para el puesto para el que querían promocionarme, de lo cual, visto lo visto, me alegré. Pero aún así estuve trabajando –gratis, por supuesto– para la importante labor de mis compañeros, a los que sí contrataron, y a la vez para mi trabajo habitual y no pudieron hacer nada con mi supuesta «deslealtad» a aquel alto cargo –tal como ella lo dió a entender– por quedar supeditada mi lealtad aconfesional, siempre presente, a los únicos valores a los que ésta puede quedar supeditada, más arriba mencionados, y que son los que realmente hacen eficaz e imparcial a un funcionario, cualidades imprescindibles reconocidas por la lógica, la honradez y todas las cartas magnas del mundo civilizado.
No, es imposible que la correcta acepción de lealtad funcionarial sea la religiosa en un país aconfesional. Por lo tanto, la única válida es la etimológica de legalidad, ser fiel a las leyes, y, por lo antes argumentado, nadie en sus cabales puede pretender que signifique algo distinto» [Agustín Barahona]
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