¿ES POSIBLE EDUCAR EL GUSTO MUSICAL PARA QUE NOS GUSTE LO QUE NOS DESAGRADA?
Planteamiento inicial: «Que una música nos ‘gusta’ ¿significa básicamente algo distinto a que nos produce placer, que nos agrada, que desearíamos una y otra vez escucharla? ¿Son nuestros gustos musicales resultado exclusivo de una educación o por el contrario nacemos con una serie de mecanismos biológicos que nos permiten distinguir entre los ámbitos y gradaciones de lo agradable y lo desagradable? Si pudiera forzarse el gusto musical en el ser humano con el fin de mejorarlo en algún aspecto ¿cuál sería ese aspecto? y ¿en qué dirección y con qué criterios debería producirse dicho mejoramiento? ¿Es el gusto un fenómeno analítico o sintético? ¿Educar es enseñar a tolerar y transigir?; y si lo fuera, ¿tolerar o transigir equivalen a gustar? ¿Educar es enseñar a acostumbrarse a algo?; y si lo fuera ¿estar acostumbrado a algo equivale a gustar? ¿Forzar el gusto cambiará el órgano que determina su base?; y si no es así ¿estaríamos condenados a forzar eternamente el gusto del ser humano para que pueda gustarle lo que le desagrada?
Beatriz Díez Álvarez: es posible tener gusto sin educarlo?
—
Agustin Barahona: Por supuesto.
—
Agustín Barahona: Bienvenido, Angel Jose Martinez Salinas. En cuanto al nuevo debate que planteas, es apasionante y hay mucho que decir al respecto. Pero en cuanto a este otro que he propuesto en los términos de las preguntas de su planteamiento inicial, no veo en qué responde a ninguna de ellas las opiniones que viertes. El tema de debate trata de dar respuestas concretas a preguntas concretas planteadas. Ciñámonos pues a este debate y si quieres proponer ese otro del que nos hablas con gusto lo abriremos también en un sitio aparte, pero siguiendo las instrucciones de publicación de M&C. Muchas gracias.
—
Maite Gutiérrez Oyarbide: Es lo que me he preguntado muchas veces. Por ejemplo, cuando escuchamos música atonal. ¿Por qué? ¿Puede ser porque nuestro contacto directo con la música está dentro de la tonalidad? Desconozco si se han llevado a cabo experimentos al respecto, pero sería muy interesante aislar a un grupo de personas para que escucharan única y exclusivamente música atonal. ¿Cuál sería el resultado? ¿Qué opinarían sobre la música tonal?
—
Agustin Barahona: Disculpa, Maite, –bienvenida–, pero no he entendido a cuál de todas las preguntas del planteamiento responde tu intervención. Gracias.
—
Maite Gutiérrez Oyarbide: Me refería al gusto. Si al estar expuestos exclusivamente a un tipo u otro de música (tonal o atonal), influiría en sus gustos. Saludos!
—
Agustin Barahona: Ah, entonces es repetir en un ejemplo una de las preguntas generales del planteamiento. Disculpa. Había pensado que estabas respondiendo. Muchas gracias.
—
Escuela De Música Accion Piano: Pues aseveramos en paralelo: la emoción no siempre es placentera y lo placentero no es siempre emoción. Como bien decía Antokoletz, si tocas un sol, cualquier occidental espera que resuelvas la tensión en un do. Esto es lo que sí se puede cambiar. » Dime qué Música llevas en tu iPod» es bonito para delimitar gustos pero no define la capacidad de asombro futuro de la Música. Interesarse por lo que a no gusta en un principio puede resultar en una emoción inesperada después. Eso sí, y Siempre, esa Música tiene que tener un orden interno. El desorden es una anécdota histórica. Y la historia de la Música nos muestra que hay muchos tipos de órdenes. Hablamos de orden interno y de desorden externo, verdad Agustín?
—
Santiago Urbana: Paso a responder tus preguntas, Agustin Barahona:
«Que una música nos ‘gusta’ ¿significa básicamente algo distinto a que nos produce placer, que nos agrada, que desearíamos una y otra vez escucharla?»
No.
«¿Son nuestros gustos musicales resultado exclusivo de una educación o por el contrario nacemos con una serie de mecanismos biológicos que nos permiten distinguir entre los ámbitos y gradaciones de lo agradable y lo desagradable?»
Lo segundo.
«Si pudiera forzarse el gusto musical en el ser humano con el fin de mejorarlo en algún aspecto ¿cuál sería ese aspecto?»
No creo que se pueda «forzar».
«y ¿en qué dirección y con qué criterios debería producirse dicho mejoramiento?»
Si se pudiera forzar creo que sería para ser mejores seres humanos. Lo que pasa es que el criterio de mejor puede cambiar dependiendo de qué ser humano consultes.
«¿Es el gusto un fenómeno analítico o sintético?»
Por definición es sintético porque se percibe de una sola vez. Y según esa definición lo que no se percibiese de una sola vez, sin análisis, no sería «gusto». Sería otra cosa.
«¿Educar es enseñar a tolerar y transigir?;»
Es posible, pero dependería de en qué.
«y si lo fuera, ¿tolerar o transigir equivalen a gustar?»
Jamás. En la definicion de tolerar o transigir ya queda claro que no.
«¿Educar es enseñar a acostumbrarse a algo?;»
A veces es que te enseñen a acostumbrarte a lo que te hace falta acostumbrarte.
«y si lo fuera ¿estar acostumbrado a algo equivale a gustar?»
No. Me puedo acostumbrar hasta a que me disparen. Pero no me gusta.
«¿Forzar el gusto cambiará el órgano que determina su base?;»
No lo creo.
«y si no es así ¿estaríamos condenados a forzar eternamente el gusto del ser humano para que pueda gustarle lo que le desagrada?»
Me parece que no quedaría más remedio.
—
Santiago Urbana: Escuela De Música Accion Piano, dijiste que «Como bien decía Antokoletz, si tocas un sol, cualquier occidental espera que resuelvas la tensión en un do.»
Bueno, depende de la función tonal de ese sol. Si es dominante a lo mejor sí. Pero si es tónica no.
De lo demás yo no entendí nada, ni lo de que eso se puede cambiar ni lo del ipod ni la emocion inesperada ni lo del orden y desorden en la educacion.
Maite Gutiérrez Oyarbide, dijiste que si escuchamos musica tonal o atonal o no sé qué.
No te equivocaste de debate? Ése está un poco más abajo. Aqui no vi que nadie hablara de tonalidad o atonalidad. Lo mismo alguien escribió en éste y se te movió arriba y te equivocaste de sitio por eso.
De todos los modos, para saber lo que preguntas no hace falta someter a niños a experimentos de tortura ni nada así
—
Agustin Barahona: Viendo que, por alguna extraña razón que no acierto a comprender, varios de los participantes parecéis creer que este debate va por derroteros distintos a los de su único y exclusivo planteamiento en la cabecera –es decir, al de la psicobiología del gusto musical en lo agradable o desagradable y en qué puede consistir su posibilidad de educación–, voy a intentar resumir todo lo que se ha planteado reencauzándolo a través de la respuesta que voy a ofrecer a Escuela de Música Accion Piano Pero por favor, en adelante tened la bondad de ceñiros al debate tal cual está planteado. Muchas gracias de antemano.
Totalmente de acuerdo, Escuela, emoción y placer no van necesariamente de la mano, ahí tenemos como ejemplo la emoción del horror; y, por supuesto, el uso que se hace de los lenguajes es siempre cultural y cambia, o puede cambiar, de cultura en cultura, como entiendo que quieres decir en lo referente al uso de la sonoridad de sol y sus condicionamientos a este respecto. ***Sin embargo existen una serie de universales de diversa índole que muestran que la creación de esos lenguajes no es casual y se debe en gran parte al modo en que estamos hechos como seres humanos***. Hasta aquí puedo entender que intentas algo así como dar respuesta a la primera pregunta del debate. Lo de que la música de la que gustamos en un momento dado no define la música de la que podremos gustar en el futuro es en parte cierto, pero en parte no lo es, porque ***indica ya unas claras tendencias que son índice inequívoco de una serie de regularidades de las que pueden extraerse algunas consecuencias***. Lo que no gusta en un principio, si las bases biológicas del gusto están desarrolladas ya por completo, sigue sin gustar después, lo único que sucede es que uno descubre cosas nuevas que gustar en el mismo objeto cultural –si es que las hay– que no había percibido probablemente por algún tipo de interferencia y que están basadas en las mismas cuestiones que siguen permitiéndonos discriminar entre lo que nos gusta y lo que no. Es decir, no es que lo que desagradaba fuera un espejismo: ***sigue estando allí***, pero completamente interferido por otras cosas que antes estaban interferidas por cuestiones extramusicales y que ahora sí son percibidas y que agradan, por lo que el balance total es positivo. En cualquier caso, todos estos fenómenos no son fenómenos _switch_ sino graduales, es decir, en función del número de componentes que constituyen el balance final positivo. El orden interno, efectivamente, tiene que existir para que pueda darse la agradabilidad como fenómeno de percepción, pero como tal fenómeno de percepción dicho orden tiene que poder ser percibido por el individuo para que pueda apreciar si dicho orden le agrada. No basta con que exista. Y para que dicho orden agrade, insisto, tiene que concordar con el dispositivo perceptivo con el que la naturaleza nos dota y a la vez, como medio transmisor, tiene que poder formar parte de un lenguaje común que comprendamos, pues de otro modo sería imposible percibir en él las regularidades y la sintaxis que nos permite poder construir las referencias de significados y significaciones que nos resultan agradables. Ese es el motivo por el que cuando se intenta transmitir un mensaje por un lenguaje que no es común con el receptor se obliga a éste a tener que estudiar ese lenguaje. Y tener que hacer eso por cada compositor no es algo sano ni que se le pueda requerir a todo el mundo, del mismo modo que no podríamos requerir a todo el mundo que aprendiera a comprender el lenguaje individual que cada ser humano se inventara, porque, sencillamente, estaríamos creando una situación de autismo o de incomunicación.
Dicho todo esto, no quisiera terminar sin recordar que aunque milagrosamente creo haber podido comprender el sentido de tus respuestas –ya me dirás– me parece que es más recomendable siempre, como decía al principio, participar en los debates respondiendo directamente sólo a las preguntas que se plantean en su comienzo, que son su hilo conductor y que con esa función se ponen. De ese modo ganamos todos en claridad y a las personas a las que pudiera costarles más ver el vínculo de las respuestas con las preguntas no les cabría ninguna duda de su relación
—
Agustín Barahona: Estimado Domingo, te has equivocado de debate. El de la música tonal versus atonal aparece en numerosos otros a lo largo de M&C. El que habla sobre el arte tiene también varios y uno específico. Muchas gracias.
—
Maite Gutiérrez Oyarbide: Santiago: en ningún caso he hablado de experimentos de tortura. Y, perdona si me he equivocado de debate, pero creo que lo que planteo también está dentro de lo que se denomina «gusto»
—
Agustín Barahona: Estimada Maite, respondiendo a lo que dices sobre que «creo que lo que planteo también está dentro de lo que se denomina «gusto»», el tema de este debate, como ya he dicho, no es atonalidad versus tonalidad o viceversa y no quisiera que se desviara hacia ese tema que está ya muy bien planteado tanto de modo transversal necesario en otros debates como en otros en M&C en que aparece también como núcleo. Tampoco hacia cualquier otro. Si alguien desea discutir ***nuclearmente*** sobre ese tema le invito a que se dirija a esos otros varios debates –usad el buscador del grupo arriba a la derecha, que debería funcionar para eso–, se lea todo lo dicho previamente allí y entonces conteste aceptando, refutando o aportando nuevos razonamientos de nuevos aspectos no debatidos –no hacerlo así obligaría a estar repitiendo los debates y todos sus argumentos una y otra vez–. Eso debería ser lo normal en los foros de debate académico. Es por eso que decía lo que decía en mi anterior mensaje. El tema del que vamos a debatir aquí es sólo la psicobiología del gusto musical en lo agradable o desagradable y en qué puede consistir su posibilidad de educación. El título «¿ES POSIBLE EDUCAR EL GUSTO MUSICAL PARA QUE NOS GUSTE LO QUE NOS DESAGRADA?» y las preguntas del planteamiento no creo que dejen lugar a dudas. ***Si tras exponer cada uno nuestras respuestas razonadas a cada una de las preguntas del debate –condición sine qua non– queremos ejemplificar lo que hemos postulado con cualquier tema musical será completamente bienvenido, pero no haber hecho aún esto y comenzar a restringir la discusión a un tema que no es realmente el planteado produciría que de inmediato nos desviáramos todos, estoy seguro de que estarás de acuerdo con esto así como de que no es ni mucho menos lo deseable***. Te agradezco tu comprensión y colaboración.
—
Maite Gutiérrez Oyarbide: Ok, entendido, Agustín.
—
Agustín Barahona: Como acabo de darme cuenta de que también la intervención de nuestro compañero Angel Jose Martinez Salinas era completamente novel, intentaré hacer como he hecho con el resto de contertulios noveles en M&C procurando reenfocar el tema reconduciendo su aportación. No obstante, ruego a todos que leáis mis anteriores respuestas, en especial la realizada hace un momento a Maite y, también y fundamentalmente, las normas de publicación en M&C. Muchas gracias.
«La parte fisiológica puede medirse (por ejemplo que sustancia genera el cuerpo al responder a determinados estímulos) y por tanto considerarse objetivo, en cuanto a las emociones nos encontramos frente a lo subjetivo que es demasiada complicada su medición, la música genera vibraciones en el cuerpo,»
Creo que no se entiende bien a cuál de las preguntas del planteamiento intentas responder con esto, es decir, como el tema general de este debate es ver en qué puede consistir psicobiológicamente la posibilidad de educación del gusto musical –y, más concretamente, si es realmente posible educarlo para que nos agrade lo que nos desagrada– no se puede ver en qué puede darnos alguna respuesta lo que dices. La pregunta a la que podría responder esa respuesta que ofreces sería algo así como «¿Puede medirse el tipo de respuesta a un estímulo musical?» que, como ves, nada tiene que ver inicialmente con el debate. Si crees que estoy equivocado –esa posibilidad siempre es real: que lo creas o que lo esté– te ruego que seas tan amable de mostrarnos a qué pregunta concreta del planteamiento intentabas responder con tu afirmación, ***si es que con ello contribuyes a este debate y no a ningún otro***.
«una posible explicación de lo anterior pueden ser las ondas producidas por las melodías, escribo posible ya que es el tope de una explicación homogénea para el gusto …»
A pesar de que dices que sí, esto tampoco se entiende como explicación del gusto ni de ninguna otra de las preguntas del planteamiento, imagino que estarás de acuerdo al releerlo ahora despacio.
«…la música puede abonar a mejorar los aspectos de relación ya que hay un intercambio constante así el gusto no sólo queda en lo bueno o lo malo, pues nos ayuda a mejorar la percepción de los matices sin llegar a fragmentar lo que nos estimula.»
Esto, por supuesto, tampoco. Incluso dudo mucho que pudiera responder a alguna pregunta ajena a este debate pero planteada desde la filosofía de la música, por ejemplo. Si lo lees despacio te darás cuenta de que falta relación entre premisas y conclusiones, por lo que entiendo que quizá escribiste muy rápido y te comiste parte de lo que querías decir. Pero insisto: nada que ver con este debate.
En cualquier caso, como ya he dicho, es condición _sine qua non_ ir respondiendo a las preguntas del debate en la dirección que permita resolver la pregunta principal que es el título del tema: ¿ES POSIBLE EDUCAR EL GUSTO MUSICAL PARA QUE NOS GUSTE LO QUE NOS DESAGRADA?». Cualquier otro tema debe ser respondido en el debate _ad hoc_ que ya exista o si no existe debe planteárseme –siguiendo las normas al efecto– para que lo abramos, cosa que haré con mucho gusto.
—
Santiago Urbana: Maite, holas.
No, si ya lo sé que no hablaste de tortura en claro, pero te hice broma. Juas!
Lo dije por lo de «sería muy interesante aislar a un grupo de personas para que escucharan única y exclusivamente música atonal»
Si lo proponías en serio sólo se puede hacer aislando recién nacidos para que durante su vida no puedan escuchar música tonal sino sólo atonal.
Y eso es en toda regla una tortura gratis que creo que está prohibida en las convenciones de derechos humanos
Espero te lo haya aclarado.
—
Maite Gutiérrez Oyarbide: Otras cosas peores están prohibidas y, hoy en día, se siguen haciendo. Lo siento, Santiago, pero no veo la tortura por ninguna parte en el experimento que planteo ;
—
Domingo Mancheño Sagrario: No creo posible educar el gusto musical para que nos guste lo que nos desagrada. Es mucho pedir. El gusto estético cambia con el tiempo por puro agotamiento, puro cansancio, pero nada más. Por cierto, que intentar «educar» en lo que no gusta suele provocar el efecto contrario al deseado; el rechazo radical. Especialmente en materia tan sensible (nunca mejor dicho) como la música. Los niños pequeños lo absorven todo como esponjas y tal vez sean permeables a algunas cosas (y digo algunas) pero a partir de los doce o trece años no hay quién eduque a nadie en lo que no le gusta. Esto último seguro.
—
Agustín Barahona: Hay un momento en la formación de cualquier niño en donde, como lo que a él le gusta puede ser constantemente reprimido social o educativamente por no ser adecuado, ante preguntas sobre si le gusta o no algo que es presentado con un prestigio o expectativa social determinados puede asimilar su respuesta –dependiendo de su inteligencia social, por así llamarlo– o bien a lo que la mayoría de los otros niños digan o bien a la idea que tenga de la «respuesta correcta» que se espera de él en ese instante. Si el niño es inteligente intentará asimilarse incluso a lo que considere que el adulto que le hace la pregunta pueda considerar de la pregunta respecto al gusto o intentar averiguarlo.
Así pues, en las estadísticas y muestreos ha de tenerse siempre en cuenta este fenómeno y diseñarlos de modo que este sesgo no pueda producirse. Igualmente debe discriminarse qué es lo que le gusta exactamente, como ente relevante, que le haga balancear la respuesta a positiva o negativa, puesto que la música reúne componentes complejos cuya relevancia en la respuesta habría que dirimir. Pero son muy fáciles de evitar todos estos sesgos, como apuntaré ahora.
Efectivamente, cuando, sin embargo, el niño no tiene esta fase de desarrollo lingüístico y conceptual en donde ya puede no decir la verdad por razones distintas a una expectativa social que no sabe cómo va a afectarle o puede afectarle, es decir, cuando aún es un bebé, es mucho más fácil que sus reacciones de agrado o desagrado puedan ser completamente espontáneas y libres de este sesgo del que hablamos.
(Por eso también, Santiago y Maite, no es preciso el experimento del que hablabais.)
—
Jeannette Du Pre: «Si pudiera forzarse el gusto musical en el ser humano con el fin de mejorarlo en algún aspecto ¿cuál sería ese aspecto? y ¿en qué dirección y con qué criterios debería producirse dicho mejoramiento? »
La absencia de respuestas a este punto significaria un problema muy grande para sociedades y culturas.
Si una cultura no ve con claridad cuales son sus objectivos como cultura es condenada a desaparecer en mezcla con otras con objetivos culturales claros.
Pero cuidado, porque esas otras culturas con objetivos claros no necesitan ser mejores que la otra cultura. Por eso las culturas deben tener claros sus objetivos o acceptar poder ser colonizadas por culturas peores.
—
Domingo Mancheño Sagrario: No resisto la tentación de contar aquí una situación real que me llamó la atención y tiene que ver con los condicionamientos y la percepción musical. En cierta ocasión unos alumnos pertenecientes a una banda de cornetas me trajeron unas partituras de marchas procesionales. Las toqué al piano y se las hice escuchar con un ordenador. Al escucharlas afinadas me comentaron que «no sonaban bien porque no sonaban a Semana Santa» Al público, en general, le gusta ese matiz desafinado de las agrupaciones de cornetas, de manera que, en este caso, los papeles se invierten y la afinación se convierte en desafinación y viceversa… Supongo que el poder de la funcionalidad y el significado social de la obra musical es un condicionante capaz de transformar las preferencias estéticas desde sus raíces más hondas. Lo que no sigo creyendo es en que este proceso pueda ser dirigido sino que surge naturalmente de las costumbres y de su evolución.
—
Agustin Barahona: Dejando de lado que no podemos elevar al rango de regla una anécdota, la opinión «no sonaba bien» no es muy informativa porque puede significar muchas cosas. No obstante, en este contexto significa claramente que no les permitía identificar el esperado conjunto de sonidos de cornetas y viento metal parecido, propio de los conjuntos de semana santa. Eso es lo que en este contexto significa el «no suena bien», no el que no les guste o sí les guste la pieza o el modo en que está compuesta. Es lo mismo que un profesional diría ante una mala o una buena interpretación de una misma pieza –o incluso ante una buena o mala instrumentación o mala consecución de un efecto determinado que requiere de una determinada desafinación o afinación–, lo cual nada tiene que ver con el gusto por esa misma pieza. En este debate no estamos tratando este tipo de fenómenos de identificación –o incluso interpretación–, sino el fenómeno del gusto musical.
De todos modos, permíteme dudar de que alguien no sea capaz de juzgar una mayor o menor perfección en la interpretación de afinación de una pieza musical. Si les presentas ambas te señalarán sin duda cuál es la mejor afinada, por mucho que puedan decirte que ellos estén ***acostumbrados*** a que para que suene ***»a semana santa»*** debe sonar desafinado. Pero creo que a nadie le cabe duda de que una afinación impecable de algo es más agradable que una desafinación de ese mismo algo, incluso es algo bastante racional y diariamente constatable en sí mismo. Por otro lado, las desafinaciones sistemáticas se soportan mejor que las aleatorias, como puede probarse ante cualquier instrumento digital así preparado o incluso ante un organillo de los que se tocaban antiguamente en el Madrid de principios del siglo pasado mediante manivela. El oído tiene unos condicionamientos biológicos para percibir las consonancias y disonancias y son de naturaleza gradual, es decir, cuanto más cerca de la consonancia se produzca algo más satisfactoria se produce su percepción y más cantidad de dopamina y otras sustancias se liberan, pero hay grados en ese proceso. Cuando el grado de desafinación es uniforme entra a formar parte de la percepción la psique que percibe la regularidad de la desafinación como una aproximación uniforme a una determinada consonancia compensándola así, aunque cuanto más lejana a la que debería ser la afinación consonante sea esa desafinación uniforme menos percepción agradable se tendrá.
Generalmente lo que agrada o desagrada biológicamente se mantiene siempre a lo largo de la vida cuando el órgano del gusto está ya en estado maduro y es la educación la que permite poder dejar de percibir –o aprender a desatender– en un primer plano consciente esa sensación básica para así poder percibir otras de menor intensidad que pueden quedar enmascaradas por la primera. Cuando esas segundas sensaciones igualmente presentes aunque de menor intensidad son satisfactorias el balance general es de que es deseable o repetible la experiencia; pero cuando este segundo plano no alcanza el estatus de agradable se desiste por lo general de un tercer intento. Y eso va constituyendo nuestra apreciación de las cosas que nos gustan o no.
Por ejemplo, cuando bebemos cerveza percibimos el sabor amargo del lúpulo, pero si conseguimos dejar de atenderlo –nunca deja de estar ahí y siempre nos desagrada (es decir, produce los mismos desencadenantes biológicos), como todo lo amargo– o conseguimos aprender a desatenderlo es posible que podamos percibir otros sabores de menor intensidad presentes en la cerveza y si éstos nos resultan agradables podemos continuar bebiéndola por haber aprendido a percibirlos a pesar de que siempre percibiremos en primer lugar el sabor amargo y desagradable de lúpulo con una mayor intensidad. Pero si no hallamos sabores agradables y menos intensos en esa apreciación tras el lúpulo dejaremos de beber cerveza… a no ser que circunstancias sociales nos obliguen a tener que tolerarla o acostumbrarnos, aunque en ese caso siempre nos resultará desagradable independientemente de nuestra costumbre adquirida para soportarla.
Son dos cosas totalmente distintas y creo que hay que aprender siempre a deslindar los fenómenos puros de los contextos y condicionantes que puedan sesgar una investigación.
—
Agustin Barahona: Estimada Jeannette. Dices en tu mensaje: «Si una cultura no ve con claridad cuales son sus objectivos como cultura es condenada a desaparecer en mezcla con otras con objetivos culturales claros.
Pero cuidado, porque esas otras culturas con objetivos claros no necesitan ser mejores que la otra cultura. Por eso las culturas deben tener claros sus objetivos o acceptar poder ser colonizadas por culturas peores.»
Creo que has puesto el dedo en la llaga al respecto del fenómeno básico que ha producido los cambios forzados en el ámbito sociocultural de la música en el último siglo. La música clásica de base tonal –la que puede utilizar la atonalidad y otros sistemas como recurso pero nunca como núcleo– nunca ha necesitado de tener que explicarse para defender su agradabilidad porque ésta es de por sí evidente ya que esta agradabilidad en su mayoría es de base biológica y los componentes culturales que la matizan son sólo adaptadores de una misma realidad, no cambiadores de ésta –fenómeno que en las mismas condiciones ocurre de similar modo en las lenguas naturales–. Eso ha hecho que otras –llamémoslas provisionalmente– «culturas» hayan venido a invadir esa buena fe de la música clásica de base tonal que no se sentía en la necesidad de tener que defenderse contra nada porque todo lo que sucedía en ella era un proceso natural fruto de siglos de un lenguaje común, desde el punto de vista lingüístico semiótico. Este tipo de situaciones, las naturales, hacen difícil que quienes las viven puedan pensar en ellas con una direccionalidad u objetivos concretos salvo el que todo siga en la misma dirección natural, lo que las pone en una situación neutra de no-acción en desventaja contra posibles ideas invasoras espurias. Sin embargo, estas contraculturas invasoras vienen siempre con una ideología detrás para intentar imponer artificialmente sus bases, lo que implica tener ***unos objetivos claros totalmente dirigidos***, que es una de las cuestiones que hace más fuertes a los procesos ideológicos y de cambio artificial. Por eso hace ya muchos años comencé –y otros muchos músicos también, conscientes del mismo problema– a mostrar objetivos claros para la música clásica de base tonal, que no eran más que los que venía poseyendo por su propia naturaleza desde siempre, pero ***haciéndolos así conscientes ante la mente de todos***, que es lo mismo que generar la necesidad de una dirección y objetivos que a lo largo de la historia han mostrado ser los más eficaces. Y de ese modo puede contrarrestarse eficientemente la invasión de cualquier contracultura que quiera imponerse sin respetar la realidad.
Esto tiene que ver directamente con los fenómenos del gusto que tratamos en este debate. Es verdad que son de base biológica y que funcionan como he intentado resumir en anteriores mensajes. Pero una sociedad no avisada y autosatisfecha de sus propios logros ***aunque inconsciente de las vías en virtud de las cuáles éstos se han producido***, debido a la carencia consciente de objetivos concretos derivados de la propia naturaleza de las cosas, es pasto perfecto para poder ser convencida de que el mañana es la educación con la que unos pocos quieran dirigir al resto si estos pocos consiguen convencer de objetivos claros ***y crear condicionamientos socioculturales de prestigio*** –como el asegurar, desde el poder, que todo al que no le guste algo es tonto o inculto– a pesar de que esos pocos lo intenten con ideas contranatura que a nada que nos pongamos a investigar surgen por doquier.
Tienes que Iniciar Sesión