«Es fácil ver qué efectos de sonido han hecho los técnicos en las bandas sonoras tradicionales de cine de terror para combinarlo todo en las producciones sonoras que se presentan falsamente en los teatros y salas de conciertos como música [!] culta y hacer creer a los espectadores que están ante una nueva y original producción. Ruido sabemos hacer todos, incluso los no profesionales, y cuanto más caótico e ininteligible menos puede distinguirse la presencia de copias y mezclas de antecesores. Sin embargo, esto mismo es irrealizable en la música culta de verdad, la inteligible y emocionante música clásica moderna, sin que su público lo detecte claramente, pues cuanto más identificable y compartido con el destinatario es el lenguaje con que se transmite una obra de arte y cuanto más claro es el mensaje transmitido más identificables son las obras y todos sus fragmentos, por lo que es imposible que la verdadera música clásica moderna pueda prestarse a la farsa y a la copia como sí se prestan las producciones sonoras de efectos de sonido caóticas, nuclearmente ruidistas o extremadamente atonales antes referidas.» [Agustín Barahona]
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