«Del mismo modo en que para disfrutar de la gastronomía no hace falta ser cocinero sino tener paladar, para disfrutar del arte no hace falta ser artista sino ser una persona sensible.» [Agustín Barahona]
«En Música, tonalidad y atonalidad son situaciones graduales de orden estructurado que, por lo tanto, pueden ir desde la más absoluta y extrema tonalidad hasta la más absoluta y extrema atonalidad, del mismo modo en que puede procederse gradualmente desde el más riguroso orden y jerarquía funcional al más extremo, desestructurado y distrópico caos. Ambas representan los extremos de la eficacia presente o ausente de la comuncación musical, ya que para que la combinatoria significante y distintiva en cualquier proceso semiótico sea eficiente ha de estar basada necesariamente en un conjunto discreto y finito de signos cuyas relaciones sean predecibles por emisor y receptor, siendo precisamente esto en lo que consiste la economía y productividad lingüísticas en toda comunicación articulada, mecanismos naturales que sólo los necios, los ignorantes o los farsantes pretenden negar o desvirtuar.» [Agustín Barahona]
«Si una ópera original era un drama místico, mitológico y simbólico, por ejemplo, no debe permitirse que la incultura o la veleidad pueril o esnob de un director de escena pueda jamás perjudicar ni el sentido ni el significado del texto y música originales ni, por tanto, la auténtica finalidad dramática para la que estaban concebidos. Por ello, no puede achacarse fundamentalismo alguno al público que no gusta ni acepta que la obra de arte original se haya intentado forzar hacia otra que al director de escena le habría gustado crear de haber sido suyo el texto o la música, pues generalmente el público acepta bien todo cambio que contribuye a mejorar la eficacia del drama original y rechaza taxativamente todo cambio que lo perjudica, extravía o destruye. » [Agustín Barahona]