«A través de los años vengo observando que la mayoría de la gente no sabe lo que es un debate. No conocerse las reglas de los debates e intentar participar en lo que uno cree que es un debate sería como no conocerse las reglas de movimiento de piezas del ajedrez y querer participar en lo que esa persona creyera que es ajedrez.
Fijémonos en esta reflexión sólo en el par de elementos más esenciales y básicos: título y ponencia de tema. Dos entre decenas que siempre hay que tener en cuenta.
Si en un debate no se responde a ***lo planteado por el ponente*** no se está debatiendo. En las redes sociales o internet no se puede simplemente ver una pregunta-titular en mayúsculas y responderla, como quien lee el titular de un artículo científico o periodístico sin haber leído el texto, porque más del 95% de las veces es probable que se meta la pata, porque el titular no sea lo que parece.
Veo que falta mucha cultura de debate real. Veo que la gente tiende a llamar debate a expresar cualquier cosa que piense sobre un determinado tema. Eso muestra con absoluta claridad no saber qué es un debate real; no saber cómo debate, por ejemplo, la ciencia en diferido a través de sus publicaciones, modelo de debate escrito por antonomasia.
La cuestión de cabecera –el título en realidad, sea o no interrogado– siempre es el resumen del tema del debate y lo que ha de debatirse siempre se hace ***contra*** la ponencia del ponente que lo abre, si es que es necesario decir algo porque pensemos que podemos demostrar que la ponencia es incorrecta. De otro modo no es necesario participar. Así que cualquier opinión que se haya dado que no tenga nada que ver con lo expuesto por el ponente no sirve para nada al debate en cuestión, porque lo que realmente se plantea en el debate es la idea del ponente resumida en el título-tema, entidad ésta no siempre directamente inteligible sin el propio contexto de la ponencia que representa, y que constituye el verdadero tema del debate.
Y escribir para que no sirva para nada no tiene ningún sentido. La mayoría de las veces se parece a aquél al que tras haberle preguntado otra persona qué hora es le responde «no, gracias, no fumo», sólo porque, por ejemplo, quería presumir, a como diera lugar, de que había superado el tabaquismo, fuera o no pertinente o coherente decirlo en ese momento y situación.
El formato de debate, en ausencia de un conocimiento real de cómo son los debates reales y en ausencia de la necesaria práctica añeja para poder hacerlos valer, se convierte no sólo en algo completamente estéril sino especialmente contraproducente, porque aumenta la carga de animadversión contra los que tienen razón, como puede comprobarse en las redes sociales por todas partes.
En ausencia de gente preparada para debatir, y a la espera de ello, es infinitamente mejor, por una parte, educarla en el debate lógico y formalmente correcto y eficiente así como, por otra parte, simultáneamente crear bases de datos públicas que respondan adecuadamente a todas las barbaridades, falsedades, burradas, manipulaciones, malentendidos, etc. con que se inflige y aflige a la sociedad y publicitar en todas partes su existencia, de modo que cualquiera que quiera estudiarlas y usar después sus contenidos pueda hacerlo en favor de una mejor y más didáctica difusión de la realidad conocida y del conocimiento científico, así como de sus reales y eficientes métodos.
[Agustín Barahona]
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