«No hay problema sociopolítico que podamos plantear que no podamos resolver. Sería muy fácil, con los medios y tecnología de que disponemos actualmente, conseguir un maravilloso mundo maduro sin fronteras, sin nacionalidades, con una sola lengua enriquecida por miles de culturas y sólo intereses comunes basados en el bienestar común y la prosperidad humana, científica, artística y cultural en general.
¿Qué es lo que nos lo impide, pues?
Sencillamente, una visión equivocada e irracional del mundo fruto de una inducida y mantenida falta de formación educacional terrible en valores humanísticos y científicos, en el conocimiento del Ser Humano y el Universo, cosmovisión errada que favorece el que los actuales gobernantes y sistemas de gobierno, que para perpetuarse nos la han impuesto, puedan seguir prosperando aislada, egoista y esquilmantemente a costa de nosotros y que nos mantiene incoherentemente aislados y congelados, aparentemente inánimes, ante el terrible panorama que está ante nuestros ojos que sólo puede llevarnos a la perdición más absoluta. Y lo sabemos.
O reaccionamos o, debido a la patente aceleración de los tiempos que produce el fenómeno, ya sabemos qué horrible futuro cercano nos espera, a pesar de que el maravilloso futuro posible del que hablo está YA al alcance de todas nuestras manos juntas. Ésa es la verdadera tragedia de la Humanidad.
Las utopías –del où-tópos griego, es decir, literalmente, un no-lugar— lo son no porque sean irrealizables –ésas son las quimeras— sino porque en realidad no están en ningún lugar… todavía. El progreso es la concreción de la utopía, decía Oscar Wilde. Cierto. El mundo nuevo y mejor no es un lugar: es un estado de conciencia, fruto de la gran y real formación, que de modo inevitable lo generará.
Muchos trabajamos ya por ello. ¡Trabajemos todos por ello!» [Agustín Barahona]
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