«Por la información que algunos alumnos aportan acerca del tipo de composición musical –que poco o nada tienen ni de composición ni de musical– que se está enseñando en algunas cátedras de esta asignatura, no es de extrañar que los estudiantes se la planteeen como algo que se puede hacer industrialmente sin ninguna calidad, intentando venderse en competición mercantil al mejor postor pisando a los demás para llegar el primero a la subvención o al amiguismo y sobrevivir.
Y esto se fomenta así porque como en esos casos debido a la falta de calidad los resultados caóticos son injuzgables no hay forma de elegir una farsa sobre otra y se utilizan criterios extraartísticos, con lo que se favorece las posiciones de ministros de presunta educación que sólo entienden el arte, en el mejor de los casos, como actividad de una cámara de comercio y mercachifleo si les ayuda al aborregamiento de la población.
Lo tragicómico es que algunos profesores de este circo encima se quejan de sus recién mencionados resultados sociales, a pesar de lo esperables. Y, señoras y señores, la triste realidad es que o bien se rechaza en su totalidad el sistema que produce dichos resultados caóticos y farsantes o bien se acepta sin rechistar y se asumen las lógicas consecuencias.» [Agustín Barahona]
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