«Una de las muchas simpáticas –por lo fácilmente detectables y evidentes ante cualquier persona inteligente– y victimistas falacias ad hominem que manejan los que nos atacan a quienes explicamos cómo puede aprenderse a distinguir la música de calidad de lo que no es más que una farsa es la atribución de odio como causa de la denuncia de lo problemático. Consiste en que tras la mostración argumental y probatoria de que se está intentando engañar al gran público, en cualquier tema, enseguida suelen imputar animadversiones victimarias y falsas a los mostradores del engaño para terminar aduciendo que lo que denuncian es sólo porque se odia visceralmente [sic] aquello cuyos problemas, incorrecciones, incompleturas o falsedades han sido explicados y expuestos a la inteligencia de los destinatarios, en lugar de simplemente atender a las explicaciones y argumentos expuestos y refutarlos o aceptarlos, como cualquier persona sensata, inteligente y honesta haría» [Agustín Barahona]
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