«Si una ópera original era un drama místico, mitológico y simbólico, por ejemplo, no debe permitirse que la incultura o la veleidad pueril o esnob de un director de escena pueda jamás perjudicar ni el sentido ni el significado del texto y música originales ni, por tanto, la auténtica finalidad dramática para la que estaban concebidos. Por ello, no puede achacarse fundamentalismo alguno al público que no gusta ni acepta que la obra de arte original se haya intentado forzar hacia otra que al director de escena le habría gustado crear de haber sido suyo el texto o la música, pues generalmente el público acepta bien todo cambio que contribuye a mejorar la eficacia del drama original y rechaza taxativamente todo cambio que lo perjudica, extravía o destruye. » [Agustín Barahona]
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