«Cuidado, porque rebañar en el caldero de la historia para despegar de aquel oscuro fondo a personajes cuyo trabajo no reúne ni reunió nunca las condiciones de calidad mínima que la ejemplaridad educativa requiere –y que la historia había descartado por ello con motivo– conseguirá precisamente el efecto contrario al que se pretende.
Efectivamente, el resultado esperable de ese despropósito es que en aquellos colectivos donde más se rebañe aparecerá y quedará, lógica y estadísticamente, más antiejemplar mediocridad educativa a la postre. Y también consecuentemente, esta mediocridad manchará injustamente la reputación de aquellos trabajos del colectivo que la historia había promocionado siempre porque ya ostentaban de por sí la calidad mínima o máxima con que brillaban antes de haberseles sumado forzada y acríticamente esos desechos.
Está claro que de esta injusta intoxicación sólo será responsable esta irracional puesta en marcha de estos absurdos procedimientos para poner al mismo nivel ante los menores lo excelente y lo cutre, es decir, aquello que la historia ya había cribado dejando olvidado con justicia en el fondo de su caldero.
¿Qué va a ser de la formación para la excelencia de nuestros menores con estos heterogéneos, falsarios y perjudiciales contenidos?» [Agustín Barahona]
«El que un objeto se comporte de modo inusual a nuestro modo de entender aeronaves sólo puede indicar que o bien no es una aeronave o bien no conocemos todo lo que puede provocar ese efecto visible en un momento dado. No implica en absoluto que se trate de algo extraterrestre teniendo en cuenta que cualquier zoólogo o biólogo sabe que no conocemos todas las especies que hay en nuestro viejo, querido y vapuleado planeta y que anualmente venimos descubriendo y catalogando todas las nuevas que se dejan en número considerable –una media de más de 15.000/año– desde hace siglos. Mientras no tengamos la certeza de que conocemos todo lo que existe en la Tierra no tenemos derecho alguno a inventarnos fantasías de que nos visitan extraterrestres en naves estelares. Por lógica básica.
A mi humilde entender, los EE.UU. han reconocido finalmente la existencia de objetos voladores no identificados –que es lo que han hecho, nada distinto– porque se han dado cuenta de tres cosas:
1.- Es un hecho innegable porque la mayoría de las personas en su vida antes o después han podido o pueden comprobarlo –me refiero a el mero hecho de simplemente ver esos objetos–;
2.- No supone ningún reconocimiento de debilidad en su ejército porque todos los demás ejércitos del mundo tienen exactamente el mismo problema bien documentado y durante más de un siglo al menos no ha sucedido nada militarmente peligroso en relación con el fenómeno –si alguien quisiera atacar al ejército de los EE.UU o a algún otro o es muy perezoso o se lo está pensando mucho o es muy torpe –; y
3.- Si desclasifican el tema es muy probable que la población mundial, desetigmatizada y pasando los pertinentes filtros e investigaciones verificativas que son comunes a otro tipo de casos de efectos en principio desconocidos –como estudia la ciencia que trabaja con las policías del mundo, por ejemplo–, pueda acabar colaborando eficientemente con los investigadores profesionales y así ayudando a todos a descubrir qué diantres son los o.v.n.i. y si el fenómeno es homogéneo o más bien heterogéneo, como parece, es decir, si no hablamos de un fenómeno sino de muchos bajo un mismo nombre de cajón de sastre, como me parece.» [Agustín Barahona]