Los años me han ido mostrando de un modo bastante conclusivo y concluyente, que aunque nada pueda probar que estemos aquí «para» ayudarnos los unos a los otros es, sin embargo, la mejor estrategia de vida posible, aunque a veces, si no nos detenemos a evaluarlo profundamente, pueda parecer que no, y que lo más deseable pudiera ser aislarse en lo alto de una torre o en las profundidades de una caverna.
No sólo no podemos mejorar si no nos enfrentamos a nosotros mismos, sino que si además no nos confrontamos entre todos en todos nuestros aspectos, niveles, densidades y profundidades, es mucho más difícil que podamos ir diluyendo hasta desaparecer todas las malas costumbres, las malas actitudes, los malos aprendizajes, las malas estrategias, etc que hemos ido adquiriendo de un modo por lo general inconsciente –porque imagino que en lo consciente todos queremos la excelencia–. La civilización depende de ello.
Y para poder confrontarnos del modo más fecundo necesitamos vivir permanentemente en la finalidad de ayudarnos ordenada y lógicamente –aunque el reflexionar siquiera sobre qué sería lo esencial y universal del mejor modo de abordarlo excedería con mucho la pequeña extensión y pretensión de esta breve y humilde reflexión filosófica– , porque al estar siempre atentos a este noble propósito, además de ayudar al prójimo y hacer que se sienta bien por ser mejor –y que así recuerde ese momento quedando atemporal y enriquecido para siempre–, nos ayudamos también a nosotros mismos, y aprendemos a hacerlo
Y este aprendizaje con forja y cincel nos ayuda egoístamente porque contribuímos a vivir en el mundo mejor en el que nosotros mismos vamos a vivir, pero, especialmente, en el que todos podemos complementarnos en lo correcto, mientras aprendemos consecuentemente en qué consiste, porque afortunadamente todos somos maravillosamente distintos y, como decía A. Einstein, «todos somos ignorantes, pero no todos ignoramos lo mismo», ni todos lo ignoramos al mismo tiempo, añadiría yo. Por eso, si nos mantenemos aislados perdemos «toda la Humanidad».
[Agustín Barahona]