Esta historia que me han contado es totalmente verídica, pues conozco a su víctima desde hace mucho tiempo, creo que lo suficientemente bien, y, además de que sé que no tiene motivo alguno para mentirme y me ha presentado las pruebas fehacientes de su relato, conozco casos parecidos en circunstancias parecidas y con resultados igualmente grotescos por parte de la S.S. Hablaré de esta persona en género neutro, pues no quiero dar pistas de quién es ni de si es hombre o mujer o de ningún otro detalle que no sea estrictamente lo que es pertinente en lo que voy a contaros, que es lo único que importa.
Nuestra sufrida autoridad protagonista es una conocida, simpática, amable y eficiente persona que ejerce su trabajo en el funcionariado docente de carrera, en el profesorado de instrumento musical en un conservatorio profesional de música. Nuestro amigo/a, entre otras circunstancias, está de baja por una enfermedad degenerativa que, además de mantener permanentemente dolorido todo su cuerpo, le impide mover su aparato esqueleto-muscular con la libertad, habilidad y agilidad mínimas necesarias y, por tanto, lógicamente, le impide también y especialmente poder dar clase de su instrumento, pues no puede ejemplificar ni corregir ni en positivo ni, mucho menos, en negativo nada de lo que sus alumnos deben poder entender fácticamente por medio del ejemplo.
Una mañana es llamado/a a una rutinaria y supuesta revisión médica del Instituto Nacional de la Seguridad Social (en adelante INSS). El asunto se debe, al parecer –aunque en la convocatoria no especifican nada–, a que lleva más de cuatro meses de baja y por lo visto a los del INSS se les ha pasado hacer dicha revisión a tiempo, ya que están en el 6º mes de baja.
Nuestra amable persona perteneciente al profesorado de la CAM se presenta por la mañana en el centro citado a la hora convocada munido/a de los informes actualizados que sus especialistas le aportan tras sus periódicas revisiones. Al llegar, tras coger número y llegarle su turno, llama a la puerta que le indican y allí le reciben dos misteriosos personajes de bata blanca –diremos que uno barbado y el otro no, para distinguirlos en el relato– que no se identifican y que supone que habrán de ser médicos, puesto que es una revisión médica lo convocado.
Se dirigen a esta persona llamándola condescendientemente por su nombre de pila y pasa a la sala saludando a los supuestos médicos y tomando penosamente asiento, debido a sus dificultades de movilidad. Allí, tras un primer silencio aparentemente asemántico e innecesario, le preguntan si ha traído los informes médicos y tras responder afirmativamente los entrega a uno de los dos níveos batados que sale con los papeles a hacerles fotocopias mientras el otro, el barbado, pide a nuestra muy paciente persona datos personales para rellenar la ficha. Al cabo de unos minutos el que fue a hacer fotocopias vuelve con ellas y le devuelve los originales a la paciente persona mientras entrega las fotocopias al otro albo personaje de las barbas. Éste lee en cruzado los informes en unos segundos y los deja sobre la mesa.
El barbado que rellenaba los datos personales del/de la paciente pregunta a éste/a que cómo se encuentra. –«Ya ve, con esta enfermedad degenerativa tan impedimental» –comienza a contestar la persona interpelada. Y mientras ésta intenta continuar detallándole los entresijos de sus enfermedades y de cómo le impiden éstas hacer evidentemente su trabajo, el barbado se le queda mirando una mano y, de repente, como si no hubiera estado escuchando ni una palabra de lo que nuestra paciente persona amiga le decía, le interrumpe: —«¿Eso que tiene en el dedo es una verruga…?» –«Sí», –contesta el/la asombrado paciente. —«A ver, déjeme que lo vea con más detalle…», –le dice el barbado mientras le toma la mano con delicadeza, como si fuera a besársela, y mira detenidamente la verruga que estaba en el extremo de un dedo acercando su cara con arrobo y moviendo sus gafas, como quien enfoca un microscopio. Al cabo de un rato de investigación verruguil, el barbado devuelve suavemente mano y verruga a nuestra persona protagonista, aún epatada por la situación, y le dice: –«Bueno, pues es todo; recibirá noticias de sus jefes, que, en virtud de mi informe médico, ya le dirán qué han decidido que debe usted hacer» –y ahí terminó la supuesta «revisión médica».
Casi tres meses después del episodio, fuera ya de todo plazo para poder recurrirlo (en caso de que nuestra persona protagonista no estuviera de acuerdo con el resultado), después de haber requerido administrativamente al INSS varias veces el citado «informe médico» de la «revisión», le llega a su domicilio un correo certificado del INSS. En él, el barbado le decía a esta asombrada persona, tras un minucioso corta y pega de sus enfermedades, cuyos informes médicos y medicación copiaba allí al pie de la letra, como informe «clínico-laboral» –y cito textualmente–:
«Considero terapéutico la incorporación laboral para mejorar autoestima y no perpetuar conductas evitativas».
Y le daba de alta forzosa [!!!].
Es lo que debió de colegir de la existencia de esa verruga que tanto estudió y que constituyó el único examen supuestamente médico real que sufrió el paciente en la convocatoria, a pesar de que no había declarado esa verruga como enfermedad de nada ni afectaba en absoluto a su baja.
Por supuesto, nuestra persona protagonista no le hizo ni caso y simplemente se limitó a enviar una carta al INSS declarando el supuesto informe no sólo nulo de pleno derecho, tal como sus amigos le instruyeron, sino además un documento completamente burlesco tanto de la salud de los empleados públicos, como de enfermedades muy graves, así como del trabajo que realizan todos los músicos del mundo que entregan su vida a la formación de instrumentistas y amantes de la música.
Seguridad social. Ningún respeto.
A día de hoy nuestra paciente víctima sigue de baja y cada vez en un estado peor, como es de esperar en una enfermedad degenerativa que además es acompañada por varias otras. Y el barbado del INSS debe de seguir igualmente por ahí recomendando idioteces semejantes a personas honestas que se hallan en circunstancias dramáticas mientras se burla claramente de ellas y de la patética sociedad en que vivimos y que lo permite.