«Queridos estadounidenses:
En toda protesta social subyace la cándida e ilusa asunción de que el receptor de la misma no sabía que aquello por lo que se protesta existía o era importante y se protesta para hacérselo conocer.
Pero la realidad es que cuando llega el punto de una protesta social –llámesele manifestación, sentada, etc– es porque antes ya se ha llegado al paroxismo de la desatención por parte del destinatario a pesar de haber agotado todos los medios legales para que fuera atendida la lógica petición. Por lo tanto, toda acción civilizada para pedir cosas a gente incivilizada o canalla está condenada de antemano cuando menos al más absoluto de los fracasos.
Es mucho mejor iniciar la ofensiva siempre con algo que convierta al secuestrador en secuestrado para que reflexione, si es que puede, o para que reaccione de inmediato dejando de producir el daño porque el daño que produce quede así ligado al daño que le están produciendo. Es como en aquél chiste de uno que va al dentista y cuando está ya con la boca abierta tumbado en la camilla le agarra al dentista por los testículos y le dice «¿verdad que no vamos a hacernos daño?».
La historia, la experiencia y la lógica nos muestran que, desgraciadamente, si no hay daños vinculados mediante una extorsión aquél que ya ha dado muestras de inhumanidad y de no querer resolver el problema porque no le conviene resolverlo no va a mover ni una pestaña por nosotros y sólo va a jugar con nuestro tiempo y energías dando largas y prometiendo resolver el problema un día de estos, en el mejor de los casos.
No hay más remedio que agarrarle por donde más le duela. Siempre.» [Agustín Barahona]
«Fijaos que la propia definición que facilito ya indica de por sí que que lo que vivimos no es una democracia, ya que la ciudadanía no fue la que realmente decidió la ley de la democracia sino el dictador anterior, así como todas las leyes fundamentales del estado.
A nosotros no se nos dió a elegir la mejor opción disponible y creable sino sólo las dos opciones que se nos presentaban, que más o menos eran: ¿tragáis con esto o guerra civil de nuevo?
Pero una vez instituído un sistema sólo hay dos formas de acabar con él: siguiendo el procedimiento que el propio sistema determine al efecto o levantándose contra el sistema sin aceptarlo. Y ambas versiones de posibilidades están muy articuladas ofreciendo muchísimas posibilidades de solución si se juegan bien las cartas.
Pero para tener una mínima oportunidad hay que saber mucho de cómo funciona el mundo, el sistema y el ser humano. Es decir, hay que ser un político formado de verdad y una persona inteligente.»