Los buenismos, paradójicamente, jamás han sido algo bueno.
«Intentar defender la diversidad, la igualdad, la pluralidad y la concordia ante quienes no respetan valores puede ser aprovechado para destruirnos.
Quizá sería más prudente defender la legalidad vigente, la justicia, la razón y el conocimiento real.
Y esto es así ya que
- defender la diversidad no garantiza que en ella no pueda estar la ilegalidad;
- defender la igualdad implica defender la injusticia, porque es injusto pretender hacer igual lo desigual;
- defender la pluralidad implica defender todo lo malo que esa pluralidad conlleva, incluído la irracionalidad –mucho más plural de lo que hasta ahora parecía–; y
- defender la concordia implica pretender que concuerden la falsedad con la verdad, que concuerden lo que es fácilmente refutable con lo que no se puede negar racionalmente, lo cual es ontológica y pragmáticamente imposible.
Por muy buenas pretensiones que tengamos el enemigo siempre las utilizará en contra de nosotros, como una debilidad, si nos desenfocamos.
Historia magistra vitae est.» [Agustín Barahona]
«¡Lástima que un partido delincuente que nos quiere lelos tenga que controlar a unos lelos delincuentes que nos quieren partidos!» [Agustín Barahona]
LA REALIDAD NO SE VOTA: SE ESTUDIA
«Si alguien duda de la verdad de la frase de cabecera sobre fondo verde le propongo didácticamente, como hago a veces con mis alumnos, que entre todos votemos ahora mismo si las filimeñas de permanganato polibórico dextrógiro son o no perjudiciales para la salud.
[…]
[…]
[…]
[…]
¡Ah!, ¿que necesitáis tiempo para formaros e informaros acerca del tema porque sería peligroso opinar sin saber?: mmmm… entiendo.
¡Ah! y que ¿para qué vamos a votarlo, qué sentido tiene, si, independientemente de lo que votemos, la realidad irá por su lado ignorándonos y que lo que hay que hacer es conocer dicha realidad, es decir, que lo que hay que hacer es estudiarlo, y no votarlo? 🙂
Bueno, entonces veo que ya os váis dando cuenta de a qué me refería y que las dudas se disipan 😉
Los antiguos sabios griegos mostraban que sólo se deja al azar de la ignorancia aquello cuya naturaleza no puede dirimirse con el conocimiento, aunque siempre mostraban que no había prueba alguna de que tal cosa inestudiable pareciera existir.
Parece que 25 siglos después todavía queda gente que no ha reparado en ello» [Agustín Barahona]