«Hay gente que piensa que la mayoría de los problemas los resolverá el tiempo sólo porque los ciudadanos tenemos derecho a que eso se resuelva y porque hay supuestamente organizaciones internacionales que tienen encomendada la protección de esos derechos. ¡Qué equivocados y engañados están!
La verdadera cuestión no es que los problemas se resuelvan, sino cuándo. Si se resuelven dentro de 200 años habrá cambiado para muy mal la faz del planeta. El tiempo, a pesar de que mucha gente intenta autonegárselo para no sufrir con su propia conciencia de la realidad, es un factor determinante para que la mayoría de las cosas puedan producirse sin infinitos daños colaterales caotizantes. Los derechos publicados cuando no se ejecutan son sólo un medio para engañar a los propietarios de esos derechos, para que no reaccionen confiando en la espera de que es sólo cuestión de tiempo que algún día los respeten.
Pero la historia, la lógica y, por tanto, el buen juicio, muestran que nada más lejos de la realidad. O hacemos nosotros que los respeten o el «hoy no se arregla esto, mañana sí» seguirá perpetuamente enclavado a la entrada de nuestro mundo.» [Agustín Barahona]
Bárbaros psicópatas de la especie homo masacrando a lanzazos a un pobre ser de la especie bos primigenius.
«Sigo sorprendido por que un grupo de psicópatas quieran lancear a animales indefensos y no se les eche toda la sociedad encima para ponerlos en su sitio estableciendo algún sistema que permita alejar a esa peligrosa gente del resto de los seres vivos sin esa enfermedad cerebral. Está históricamente bien probado que quien es capaz de maltratar a seres vivos no hace distingo sobre la especie de éstos, por lo que son también maltratadores –potenciales o no– de seres humanos. ¡Mucho cuidado!» [Agustín Barahona]
«Durante los pasados meses post-electorales se ha estado repitiendo ad nausea, por partidos y medios de comunicación, que los españoles habíamos votado que los post-líticos [sic] se pusieran de acuerdo. Pero nada más falso.
Cualquier español medianamente inteligente y honesto, tras estudiarse detenidamente todos los programas electorales, votó al partido que creía que podía solucionar los problemas de España a partir de lo allí prometido. Y si no votó a otro partido es porque no quería que se realizase ese otro programa electoral del modo en que proponían que se realizase sus autores porque consideraba incompletas, imposibles o erradas sus propuestas.
Por otro lado, cuando se crea un partido se hace porque se entiende que lo que ese partido propone y el medio en que propone que se realice no existe ya. De otro modo sus potenciales votantes no se anexionarían jamás para votar a un partido recién nacido que simplemente fuera un clon de otro en ética, estética, fondos y maneras. Así pues, se supone que cada partido español debería ser diferente a sus competidores en estas cuestiones básicas y esenciales.
Dicho todo esto, a todos deberían quedarnos claras al menos tres cosas:
1.- Que no se debería permitir la unión postelectoral de dos partidos para sumar fuerzas mayoritarias que simplemente otorguen dinero y poder al número en lugar de a una opción política votada obviamente por votantes distintos que deseaban soluciones distintas en su fondo o en su forma, por simple coherencia intelectual. Esa unión es un claro fraude en toda regla, doble además, pues imposibilita a cada uno de los partidos que pueda cumplirse la parte del programa electoral en que esos partidos chocan.
2.- Que si un partido A propone que la solución a 2+2 es 5, otro partido B que 7, otro partido C que 22 y otro partido D que 4, si la ciudadanía no está preparada para reconocer que la solución correcta es 4, y por tanto no hay garantías de que se vote la solución correcta, queda en evidencia que la democracia no puede funcionar y nunca ha funcionado de verdad, pues en su núcleo descansa un monstruo de número ignorante que en cualquier momento puede ser despertado destruyéndolo todo mediante la mostración de su propia imposibilidad de ser. El único sistema posible de gobierno para la humanidad es la gnoseocracia y para ello la educación real debe estar a la cabeza de la civilización, no en las serviles, manipuladas e ignoradas colas donde no moleste –con el desarrollo de herramientas de conocimiento cada vez mejores para saber cómo funciona el mundo y cómo se puede mejorar permitiéndonos la libertad que otorga dicho conocimiento– a los sórdidos propósitos de quienes hoy por hoy gobiernan el mundo desde sus oscuras poltronas económicas.
3.- Que si los programas electorales no suponen herramientas cualitativa y especializadamente distintas que establezcan un contrato electoral cuyo inescrupuloso incumplimiento las leyes debieran penalizar con el más alto de los castigos posibles impidiendo también el fraude de la agrupación numérica de partidos nada de lo anteriormente dicho en esta reflexión tiene importancia alguna porque es todo un teatrillo de guiñol para mantenernos entretenidos con una función de circo de ensoñaciones para imbéciles –en el sentido etimológico del término– que nos impida reaccionar y tomar las riendas de nuestras propias vidas y futuros de un modo inteligente tal como los propios dirigentes reconocen burlescamente que tenemos a través del poder legislativo.» [Agustín Barahona]