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Mes: diciembre 2013
«Siete tópicos contemporáneos», por Luis Angel de Benito - diciembre 31, 2013 por Agustín Barahona

NUEVO DEBATE – «Siete tópicos contemporáneos»

Seguidamente os facilito el siguiente artículo de Luis Ángel de Benito para que podáis debatir sobre sus contenidos. Además de interesante informativo y revelador –para los menos enterados– de todo lo que recopila y analiza, es un discurso divertido y fresco, en todos los sentidos de la palabra. ¡Que lo disfrutéis!


José M. Sánchez-Verdú: Vaya, no sabía que hasta Ockeghem está del supuesto «lado tenebroso» de la música (¡solo lo conocen en los conservatorios! Vaya…! Intelectual!!!!!). Solo con que haya personas que se emocionen y disfruten con los sentidos ante la música de ese “ruídista” y “feísta” que tanto dolor de cabeza os produce (el tal Lachenmann, aunque en realidad os referís a todo aquél que vaya más allá de la tradición tonal, con todas sus variantes), solo eso basta para que sea una forma válida y sincera de hacer música y de recibirla. Toda vuestra formación la ponéis al servicio de negar algo existente y válido. ¿Qué es una ínfima minoría la que la conoce y busca si se compara con el pop o el rock? ¿qué hay problemas terminológicos? ¿y qué?. ¿Qué han ido algunos compositores más lejos que otros? Pues claro, qué novedad, por eso Schönberg es más avanzado que Polenc. ¿Y qué? Es poner puertas al campo; disfrutad chicos, hay muchas más formas de música de la que restrictivamente aceptáis y defendéis como “auténtica” (?). Tenéis una opinión cerrada y absoluta que sorprende. ¿Pensáis que toda esta problemática terminológica, estética, social, histórica de la llamada “música contemporánea” no es tratada por compositores, musicólogos, sociólogos, teóricos, etc. en estudios, congresos, festivales y publicaciones de muchos países? Porque la lista de publicaciones es inmensa… Y la lista de compositores que hoy crean con absoluta sinceridad y calidad también: incluso con vuestra idea de “melodía”… Pero claro, si se habla de creación musical actual (¡con la cantidad de posibilidades que hay!) no hay nadie que parta de la existencia de la idea de una música “de verdad”, una música como Dios manda, y que es la que le gusta “a todos”, así, porque vosotros lo digáis, y desde hace miles de años incluso… ¡Qué ingenuidad!. Una música, la que defendéis, que vosotros situáis en la tonalidad y en todo su mundo estético. No solo es una opinión restrictiva sino sumamente eurocentrista y artificial. Dejáis de lado multitud de formas de hacer música en muchas culturas en las que no hay casi ni alturas, y la idea de melodía está a años luz de lo que defendéis. Tantas lecturas protonalidad, promelodía…; podríais salir hacia otros mundos que os están esperando. Limitar la música a una problemática de “lenguaje” es un juego torticero. Yo no entiendo el árabe, y sin embargo es un “lenguaje” y es una maravilla como fenómeno musical… Podemos darle vueltas a la semiótica, a la lingüística, , a Kristeva, a Genette…, todo lo que queráis; pero la música, como material acústico, está ahí, y parece que hay formas de ella que os produce un conflicto de neuronas.

¿Qué no os gustan muchas músicas actuales –dando por hecho que desconocéis otras muchas no occidentales? Pues muy bien, me parece perfecto, es cosa de gustos; pero de ahí, del gusto personal (aunque esté anclado en la Europa de hace decenios) a pontificar qué es música y qué quiere oír el “público” hay mucho trecho. El trecho que va de la limpieza de oídos a la más rancia intolerancia. Yo seguiré escribiendo algunos “feísmos” musicales esta mañana, hay incluso intérpretes que disfrutan con ellos y los buscan: gente mala, sorda y desviada, seguramente, jajajajajajaja! Después habrá gente que querrá oírla en concierto, o se la compre por itunes… ¡Qué de gente sin gusto! ¿intelectualoides?

Saludos, buen año.

Perdón por las tildes del autocorrector! Y lis errores con el teclado del iPhone (Poulenc!)

Agustin Barahona: Hola Jose María, veo que a pesar de tu prisa y tus viajes tienes aún tiempo de seguir debatiendo participando también en este otro debate. Me parece muy bien y te lo agradezco. Imagino que Luis Ángel de Benito podrá contestarte con gusto cualquier cosa que quieras decir acerca del contenido de su artículo, pero me resulta llamativo que lo trates de vos («os produce…, os referís, os están…, tenéis…»). Él es muy humilde y seguro que no le importa que lo trates de usted como mucho, pero seguramente te pedirá que lo trates de tú Ah, sólo un detalle: en mi facebook, cuando alguien increpa que otra persona ha dicho algo tiene que demostrarlo obligatoriamente, como se hace en cualquier publicación científica. De otro modo cualquiera podría usar falacias del muñeco de paja atacando cosas que nos e han dicho para generar la imagen malévola de que sí se han dicho Pero no sólo eso, sino que se han de cumplir como mínimo las 7 fáciles reglas que es obligatorio cumplir y que están recogidas en mi nota del 12 de noviembre de este año., como todo el mundo sabe que debe hacerse porque viene claro en la imagen de fondo de mi facebook. Por lo tanto, te ruego Jose María que edites tu mensaje y añadas la demostración de cada cosa que dices que se ha dicho, porque varias de ellas son falsas. Muchas gracias. Voy ahora a almorzar pero luego volveré por aquí. Un cordial saludo.

Luis Ángel de Benito: Hola, José María Sánchez-Verdú. Muchas gracias por tu interés en ese articulillo y por tus comentarios. En realidad mis formulaciones son personales, aunque basadas en la mera observación de la realidad. Pero no sé si he dado en el clavo: yo no criticaba que cada quien compusiese como desease (tonal, atonal, meta-tonal, trans-tonal). Yo sólo criticaba la arrogancia con que una minoría ha impuesto su producción a la mayoría, solamente gracias a la subvención. Ahí he actuado como mensajero, pero no como filósofo de la música. Yo soy eminentemente práctico, y poco dogmático, aunque me encanta leer (no escuchar) a Schoenberg, padre de los dogmáticos «contemporáneos» de pata negra. Por eso voy siempre al número. El número no miente: compras, descargas, programaciones… Y constato hechos. Si alguien quiere sentir desencuentros, tendrá que sentirlos con la realidad general, pero no conmigo. De todas formas, para mi perfeccionamiento articulístico, te agradeceré cualquier corrección o error que hayas detectado en éste.

En cuanto a las músicas no occidentales que tú señalabas, casi todas las grandes culturas tienen escalas y tienen modos. Sé que hay excepciones, pero son minoritarias y están sucumbiendo al poderío de los sistemas tonales, que son más prácticos y más aprehensibles para colectivos humanos. También sucumbió el puchero de barro frente a la cacerola (y en Occidente frente a la olla express), y no hay que molestarse, aunque yo conservo los pucheros de mi abuela pueblerina Rosa, con mucho amor. Pero yo te deseo todo el éxito del mundo en tus quehaceres. Yo estoy abierto a que tu música me convenza. Yo estoy abierto a todo. No sé si eso es intolerancia. Nunca diré que Lachenmann o Tomás Marco sean malos. Sólo digo que su renombre (limitado a nuestro mundillo) se debe al apoyo de las subvenciones, y no del público general. Pero discúlpame si sientes que yo he atacado tus gustos personales, porque para nada de nada era mi intención. De hecho, sería genial que citases alguna de mis frases en que yo califique tal o cual música de «mala» o haga juicios de calidad. Digo verdades objetivas y unos poquitos chistes subjetivos. En fin, te mando un saludo muy amistoso, y saluda por favor a tu encantadora esposa, mi compi en el Superior de Madrid.

Y, otra cosa: me estás ¡¡emparejando!! con el amigo Barahona, admiradísimo por mí a causa de su inteligencia y su coherencia personal, pero no tenemos muchas más coincidencias en otros aspectos de la vida. No somos contubernio, ni lobby, ni grupo de Los Cinco, ni pareja, ni dúo a cuatro manos, ni nada. Somos amiguetes del doctorado de la Autónoma, y es un honor para mí, como lo es chatear contigo hoy, pero ya está.

(Jajajaja::: Barahona… «de vos»)…

José M. Sánchez-Verdú: Puis sí, Ángel, ya nos conoceremos algún día en persona. Me ha divertido mucho tu texto, y en muchas cosas te doy la razón. No sé, sin embargo, si diferentes estéticas y materiales musicales se pueden comparar (jerárquicamente!) con el puchero y la olla exprés. Creo que no. A menos que hables de colonizar y evangelizar con una verdad absoluta. Yo no tengo ni creo en ese concepto, y menos en la creación artística. Mientras me apasionen músicas distintas (pucheros?) convendrás en que otra verdad es real y efectiva. Otro tema es el mercado, la política, etc., y de eso se puede hablar siempre. Buen año colega!

Luis Ángel de Benito: ¡Pero si el colonizado he sido yo!! ¡Me siento hotentote!!! Me colonizó el Conservatorio para la Gran Causa, y ahora me estoy descolonizando con ayuda de psicólogos ateos de la Comunidad de Madrid y de CCOO…

José M. Sánchez-Verdú: Y trabajas en y para un centro de colonizadores!! Jajaja! Buena terapia!!

Luis Ángel de Benito: Catarsis…

Benet Casablancas: Interesante sin duda, aunque un ejemplo meridiano de que no es posible -en mi opinión- tratar con un mínimo de rigor -histórico, fenomenológico, sociológico, estético, linguístico- tamaña acumulación de asuntos en tan poco espacio, y menos aún hacerlo con afirmaciones a menudo categóricas que en vez de iluminar, más bien refuerzan el velo de prejuicios que tanto abundan en una sociedad que poco a poco va vulgarizando sus mensajes y aspiraciones. Señala algunas dificultades, en efecto, y ahí reside su mérito, y acota algunos excesos del historicismo en épocas recientes, con su carga de sectarismo y dirigismo, pero convendría debatir bien muchas de sus observaciones, no siempre debidamente sustentadas. Tres apuntes sobre la marcha. El primero -muy obvio-: que cada cual disfrute con la música que prefiera, nadie está obligado a nada, el gusto estético y la sensibilidad de cada cual son irrenunciables. En segundo lugar, me sumo a la sorpresa de José M. Sánchez-Verdú para corroborar una evidencia: la música de Johannes Ockeghem -como toda la de todos los grandes creadores- esta viva como el primer dia y nos sobrecoge, espiritual y técnicamente cada vez (no tan a menudo como desearíamos) que la escuchamos. Por no hablar de Arnold Schönberg -el gran chivo expiatorio de tantas disputas- que sólo por páginas como «Gurrelieder» o «La Escala de Jacob» forma parte ya de los creadores más significativos y visionarios de la historia de la música. Y un ruego final: olvídense de términos como dodecafónico, serial, que no sirven para nada -más allá del taller-, y despistan nuestra atención de lo que verdaderamente importa, y que señaló muy bien George Steiner con su expresión «presencias reales». Feliz 2014 a todos, amigos!

Agustin Barahona: Estimado Benet, como sabéis todos, en este facebook que es mi casa deben seguirse unas reglas de publicación –véase la imagen de fondo de mi facebook, refiriendo la nota del 12 de noviembre–. Para evitar cualquier posible «falacia del muñeco de paja», y por tanto en beneficio de todos, debe citarse obligatoriamente aquello a lo que se refiere uno controvertidamente, demostrando así no sólo su existencia sino incluso su grado. Por lo tanto, te ruego que edites tu mensaje y nos aportes las citas de aquelos sitios que demuestran que lo que dices es cierto. Ten por seguro que así nos resultará a todos más interesante lo que has aportado y de ese modo todos tendremos seguridad en tus afirmaciones y refutaciones si las hubiera, haciendo avanzar real y positivamente el debate. Muchas gracias de antemano.

Luis Ángel de Benito: Jobar macho, yo pensaba que esto lo iban a leer mis alumnos y mis oyentes, ¡y ahora me están apareciendo aquí todas las personalidades!… Es un honor, Benet Casablancas, que hayas (h)ojeado mi pequeño artículo y que te hayas molestado en anotar esas observaciones. Me ayudan a pulir mis razonamientos, así que muchas gracias. Contesto lo que puedo: Ockeghem yo insisto en que sí está en el «lado oscuro». «Oscuro» por que no se le ve. Sólo cuando lo ponemos nosotros en Radio Clásica o cuando algún oyente muy especializado lo compra, Ockeghem resuena con su poderío a través de las edades, unos minutitos. Pero Ockeghem no goza de apenas audiencia, según todas las estadísticas, las cuales no son perfectas pero sí tienen un grado más de objetividad que «a mí me gusta» o «a mí me sobrecoge». Lo usé para compararlo con grandes compositores del siglo XX que tampoco han pasado a la aceptación general, ni tiene pinta de que pasen, tras casi 100 años de oportunidades. Pero, por supuesto, son buenísimos. Se puede ser buenísimo y no acertar con tus destinatarios. Pasa también en Economía, según me dice mi amigo el catedrático Jesús Lizcano (el de Transparencia Internacional): que hay economistas geniales que publican fórmulas magistrales de medio metro en revistas muy especializadas, y dan cuenta de su genio matemático, pero que aquello es inaplicable e indigestible por ninguna realidad colectiva, y su genio creador es, de alguna manera, ineficaz. (Pufff, párrafo muy largo: sigo mi defensa de Sócrates en el siguiente post…)

Segundo punto: yo creo que es muy delicado ya sacar el término «vulgarizar», porque quien lo usa en sentido negativo tiene que demostrar que la «vulgarización» es inconveniente o es indeseable, y que también lo es el «vulgo», que es un grupo muy heterogéneo. Pero entiendo lo quieres decir, a grandes rasgos. Yo no soy de Bisbal ni de Julio Iglesias. Y me temo, según mi único dato (las audiencias), que los que ignoran a Schoenberg y sus epígonos no son sólo los de Bisbal y Julio Iglesias, sino la mayoría de los de Bach-Beethoven-Wagner-Mahler. Es difícil definirlos como parte de esa vulgarización social (hay que tener bemoles -nunca mejor dicho- para tragarse la Tercera de Mahler sin moverse del asiento…). De hecho, el programa de Luis Suñén («Juego de Espejos») me parece muy revelador: el 90 y tantos por ciento de los intelectuales que él invita se decantan por Beethoven, Chopin, Mahler, un tango, un fandango, un jazz… y muy muy poquitas veces por música no tonal. Ese divorcio entre compositores «contemporáneos» y burguesía ilustrada es un fenómeno nuevo del siglo XX, y no tiene visos de resolverse… Bueno, ya acabo. Pues ya está… ¿De verdad alguien tiene ganas de hablar hoy de esto?…

Benet Casablancas: Gracias por propiciar el debate, Feliz Año y ojalá sea inspirador para todos, queridos Agustin Barahona y Luis Ángel de Benito!

Luis Ángel de Benito: Igualmente, Benet. Que prosigan tus éxitos y te seguiremos oyendo en la radio desde aquí,,,,

José M. Sánchez-Verdú: jajaja: hablar de «intelectuales» en España, sobre todo en cuanto a sus intereses musicales, daría para una tesis doctoral: es vergonzosa la formación musical querido Luis Ángel, así que no te esperes gran cosa. Mejor pensemos en intelectuales de países con cultura musical, ¿te parece?: en ellas lo no tonal es natural, y está normalizado, desde Schönberg hasta lo más radical de hoy. Y claro, también se conoce toda la tradición tonal occidental. No se resta, SINO SE SUMA. Pero es que ésta, la tradición tonal, es solo una parte pequeña, y como decía, inexistente en muchas tradiciones musicales del mundo, porque la tonalidad no es más que un artificio, maravilloso, pero no es ni la Naturaleza, ni lo normal y consustancial al hombre. Solo el mercado y la música comercial han hecho que este tipo de material musical tonal (pop, rock…) llegue a todas las radios del mundo y se esparza exponencialmente, igual que la Coca cola. Pero ya está. Toda la música que sea distinta no es peor, y no valen ni las estadísticas, ni las opiniones de esos tertulianos en RNE. Es como renegar del deporte de los dardos porque es infinitamente minoritario. No todo es fútbol, ¿verdad?. Y como apunta Benet: ¡no me toquéis a Ockeghem, uno de los más grandes de la música occidental en mi opinión! Será en España, o en vuestros círculos ¿académicos? ¿sociales? ¿conservatoriales? ¿radiofónicos? pero en mi vida normal a Johannes me lo topo muchas veces, en conciertos, en estudios, en referencias desde otras disciplinas (arquitectos, pintores…). Nunca se me habría pasado por la cabeza que fuera un residuo ignorado: ignorado ¿dónde? ¿por quién? ¿necesita tener ventas como Bisbal para ser aceptado? El libro de esa tertuliana ha vendido en estos días más que todos los libros de memorias de varios expresidentes de gobierno españoles, ¿y qué? Habría que empezar por ahí. Y querido Agustín: puestos a exigir citas y apoyos científicos habría que partir de definir qué es eso de «ruído», qué significa «feísimo», de dónde salen tales etiquetas y para qué contexto y en qué tipo de material y lenguaje musical se aplica, ¿no? Si no, como dice Juan Luis, podemos seguir enrocados per seculam…, y a lo mejor hablamos de cosas distintas. Porque para mí los timbales en Beethoven son muchas veces ruido, o la cuerda en pasajes de «El holandés errante» también…, y el timbre de la flauta es solo a través de su ruido que se caracteriza acústicamente, y escuchar la viola da gamba de Ghielmi es una maravilla, pues solo a partir del ruido y el uso del arco con mayor presión y distorsión en los ataques y en su articulación se perfila esa maravilla barroca del «suonare parlante». Es decir, sin ese «ruido» no habría articulación, ni esa forma maravillosa de hablar en música… Así que a vuestra salud os brindo una buena grabación, cientos de veces hecha en conciertos, de mi querido Marcel Pèrés con su Ensemble Organum y con el «Requiem» de Ockeghem, uno de los grandes monumentos de la Cultura musical occidental. Saludos a todos y perdonad la parrafada con aroma a polvorón y uvas…

Benet Casablancas: Vale la pena dar la voz y hacer presente aquí a esta cumbre de nuestra cultura: http://www.youtube.com/watch?v=rpEZlhf_ETw

Luis Ángel de Benito: Pues contesto mientras escucho a los Strauss, que es algo que un músico decente hace al menos una vez al año (a ser posible el primer día del mismo). A José María: Jajajaja, sobre el término «intelectuales»… Tienes razón. Lo usé como abreviatura de «personas que se dedican a actividades intelectuales sin que este adjetivo se les haya pegado necesariamente». Es cierto que no tenemos a Bertrand Russell ni a Chomsky en España. Pero la burguesía ilustrada de aquí no es hoy muy diferente (pongamos un pelín diferente) a la de Francia o la mítica Alemania en eso de ignorar las vanguardias musicales. En Alemania hay más presencia de música «contemporánea» porque hay más de todo (son el doble que aquí). Pero, si miramos las radios clásicas del mundo germano, vemos que se emite en igual proporción (o menos) que aquí, según me cuentan mis amigos de la UER. Y en Francia ídem de ídem. Es sintomática la programación de la cadena televisiva MEZZO, donde la música «contemporánea» hay semanas que se aproxima peligrosamente a cero, y sin embargo emiten hasta música persa y hasta Tomatito.

Ya sé que las audiencias no son el criterio más artístico del mundo, pero es un descriptor menos subjetivo que los enunciados estéticos de lo que «debe ser». Hasta un enamorado de la música «contemporánea» como Alex Ross declara sin complejos que se mantiene por la subvención y no por el público. Uno de los indicativos es Darmstadt: directamente esa escuela no existiría si no es por el dinero americano (el AMGUS). Lo dice Alex Ross y lo había dicho más crudamente Francis Stonor Saunders: la música «contemporánea» se mantuvo artificialmente a este lado del telón de acero por el dinero del programa cultural de la Agencia de Inteligencia. Ese dinero llega a la España de Franco en cuanto éste se alinea con «el mundo libre», y recomiendo la tesis de Enrique Sacau al respecto: http://ora.ox.ac.uk/…/uuid…/datastreams/THESIS02 En ella encontramos que Halffter, De Pablo y Marco son productos forzados -no demandados por el público general- de la nueva política cultural de Franco (¡¡quién lo diría, que para él lo más era Soutullo y Vert!!). También está el trabajo de Igor Contreras Zubillaga sobre aquel «mitológico» Concierto de la Paz de Franco: http://pendientedemigracion.ucm.es/…/ortega/2-11.pdf , otro síntoma de cómo el Poder ha impuesto la música «contemporánea» de manera poco democrática. Mi opinión es que esos vicios originados en tiempos de Franco sobreviven hoy, y una élite muy pequeñita controla lo que los americanos llaman el «cultural ghetto»: encargos, estrenos, concursos… La gente formada e ilustrada prefiere un buen jazz o un buen rock no comercial tipo Aerosmith o Radiohead (eso lo muestra Alex Ross en su segundo libro).

Sobre Ockeghem: precisamente lo escogí a él como referencia por su grandeza, que todos admiramos y sentimos. No es necesario que me hagáis apostolado sobre Ockeghem, que yo ya estoy convertido. Pero soy consciente de la maravillosa catacumba que habito. A veces nos pasa, como a Asterión en el cuento de Jorge Luis Borges, que confundimos nuestra casa, nuestro pequeño Laberinto, con el mundo.

Me refiero, y me repito, que no tiene nada que ver la proyección pública que alcanzaron Beethoven, Brahms o Wagner en vida con la de Boulez o Lachenmann. Y hablo de datos y de proporciones, porque de postulados estéticos y de teología a mí se me da muy mal hablar y me columpio fácilmente. En fin, un auténtico placer este debate, que no esperaba elevar a tanta altura (la de los ilustres interpeladores, y no digamos si se suma Daniel Vega). Saludo muy amistoso y Feliz Año.

Santiago Urbana: Aaaaaaaaño nuevo vida nueva para todossss!

Perdón, Sánchez-V., pero ha habido una serie de cosas que llamaron mi atención. Con su permiso se las comentaré.

Le he dado vueltas y vueltas y no se me ocurre a qué se refiere usted con eso de que «Schönberg es más avanzado que Polenc».

Más avanzado supongo que se referirá a algo en concreto, no en general ni a fechas de nacimiento, porque sería ahí al revés.

Así que más avanzado en qué?

Más audaz o novedoso no quiere decir ni que sea mejor músico ni que lo que haya aportado sea bueno o mejor que lo que otros han aportado.

Por eso que vaya por ahí no lo pienso.

No me parece verdad que alguien haya dicho que Ockeghem sea un “ruídista” y “feísta”, como usted afirmó.

A mi me gusta muccccho, como me da que a Benet y a Luis Angel de Benito, y no veo ni que sea cierto que sea un ruidista o un feista ni quién ha dicho que sea eso Okeghem.

Y le juro que me he leído el artículo dos veces por si se me pasó algo!

No será una mentirijilla? Ayyyyyy!

Dice que el autor del artículo tiene «una opinión cerrada y absoluta que sorprende». Pero no la ví. Dónde está esa sorprendente opinión cerrada y absoluta?

Después afirma que el autor del artículo parte «de la existencia de la idea de una música “de verdad”, una música «como Dios manda», y que es la que le gusta “a todos”». Pero lo siento, me disculpará mi incapacidad, pero hice decenas de búsquedas en el artículo para ver dónde está eso que usted dice que dice su autor y no lo encuentro.

Dónde lo dice?

Y si eso no lo encontré menos aún encontré que esa «música de verdad», «como Dios manda», exista desde «hace miles de años». Qué cosa más absurda! Perdone, pero en qué parte del artículo pone eso?

No será una mentirijilla? Ayyyyyy!

Hay una cosa que también me ha llamado la atención.

Dice usted que «Limitar la música a una problemática de “lenguaje” es un juego torticero. Yo no entiendo el árabe, y sin embargo es un “lenguaje”».

Parece que intentaba usted armar algún argumento con esa frase, pero se le olvidó terminarlo, porque no mostró ningún argumento en contra de que el problema del «lenguaje» de la música no sea un problema fundamental en el lenguaje de la música.

No se ve, por tanto, por qué llamar a eso torticero. Sobre todo cuando el autor del artículo no habló de lenguajes naturales sino de lenguajes artificiales: «el Poder sostiene una evolución artificial por alguna extraña razón». Por eso al leerlo a cualquiera de los lectores de este debate aquí podría parecernos torticero querer comparar los lenguajes naturales, como el de la música, con un lenguaje artificial impuesto. Espero que se dé cuenta.

No entiendo tampoco por qué o de dónde dice usted que para el autor del artículo parece que hay formas de música que le producen «un conflicto de neuronas».

En las lecturas que he hecho del artículo a mi no me lo ha parecido. Por eso tengo que preguntarle de nuevo que de dónde sacó esa conclusión tan pintoresca.

También el decir «porque sí» que el autor es un ignorante cuando dice de él «dando por hecho que desconocéis otras muchas no occidentales» sin que pueda deducirse eso de ninguna parte del artículo, o atribuyéndole «rancia intolerancia», así de pronto, parece muy arriesgado, ¿verdad?

El que usted haya afirmado tooodas las cosas inciertas que he ido apuntando hasta aquí, sí que me parece que podría ser visto por cualquiera de los que leemos este debate «una opinión cerrada y absoluta que sorprende», además de una manifiesta falta de educación.

Pero seguro que no ha sido su intención, cierto?

Santiago Urbana: Pues ahora con rel. al artículo aporto con humildad mi testimonio pagano.

No hace casi nada de tiempo, todavía pasaba días y días en el conservatorio. Casi todos los estudiantes íbamos a los conciertos de música de los mejores compositores de los siglos XVI a XXI.

Todos luego comentábamos los conciertos, buscábamos las partituras, las analizábamos, buscábamos bibliografía de artículos de investigación que se habían hecho en todas las ciencias de la música en rel. a cada obra y otras cosas interesantes. Y nos lo pasábamos genialmente.

Pero fíjate qué curioso que la mayoría siempre comentábamos que nos desagradaban las cosas de Boulez, Nono, Xenakis, Cage y otros y cosas de este tipo en general.

Y todos coincidíamos en que no entendíamos cómo alguien había podido llamarlo música sin ser una broma malísima.

Que tenía que haber algo distinto a la música que sostuviera eso. Parecía como una secta.

Igual.

Pero también la mayoría no lo decían abiertamente porque tenían como pánico a ser acusados de analfabetos musicales o de retrasados mentales. O a no aprobar o a perder las buenas notas que seguro que tenían.

¿Por qué?

Era porque los profesores querían hacernos comulgar con ruedas de molino sugiriendo en todo, en todo, que el que no admirase a esos señores era porque era retrasado mental o un ignorante y no tenía futuro en el mundo de la música.

Pero vamos, que ninguno éramos ni retrasados mentales ni ignorantes.

Éramos y somos músicos muy bien formados. Todos hemos acabado con otras carreras además de la de música y con una cultura ancha. Y la seguimos cultivando.

Así que como que no, que ya se pueden buscar otro cuento, porque eso de que quien no les entiende (pobrecitossss) es bobo o un ignorante es mentira.

Pero ya nos dábamos cuenta de que de tontos o ignorantes nada! y muchas veces en las clases, bueno, nos permitíamos alguna que otra queja que siempre, siempre la acallaba alguno de los 7 tópicos que Luis Angel de Benito explica en su artículo.

Se ve que se los conoce bien. Lo mismo a él también se los hicieron sufrir cuando era estudiante.

Recuerdo una anécdota que me hizo reir y mucho. Todavía me río si me acuerdo.

Estábamos tan tan acosados en una de las clases en la que se habían empeñado en torturarnos y torturarnos con esos horrores, que a la salida de una clase nos comprometimos todos los alumnos a decir la verdad si nos preguntaban en la siguiente clase.

En la siguiente, después de radiarnos una de esas cosas el profesor nos preguntó «os gustó?»

Como nadie, pero NADIE, juassss, decía nada nos dice «que qué os pareció?»

Y un colega se atrevió a decir «Me pareció una mierda pinchada en un palo».

risas, alboroto y aplausos de todos. xD

El profesor se pone colorado y dice «qué falta de respeto es ésa?»

y el colega dice «ninguna, sólo respondí a la pregunta».

El profe esperaba seguro que habría aún algún compañero nuestro con miedo y dijo «bueno, ésa es sólo su opinión de alumno y que al tiempo cambiará».

Y nos dice a todos con mirada de drácula «hay alguien que no esté de acuerdo con su compañero?»

Nos quedamos helaos cuando un compañero levantó la mano.

Va el profe y le dice «está usted de acuerdo con su compañero?»

Y va y dice NO.

Y dice el profe «Cuénteles a todos, por qué no está usted de acuerdo?»

Y nuestro compañero va y dice «yo no ví el palo por ninguna parte»

Juasssssss!!!! XD

Siempre que alguien dice libremente que no le gustan esas cosas raras le dicen casi siempre las mismas cosas.

Lo vengo viendo desde hace años.

Son cosas como:

«que cada cual disfrute con la música que prefiera, nadie está obligado a nada, el gusto estético y la sensibilidad de cada cual son irrenunciables»

aunque la persona a la que se dirigen no haya dicho NUNCA nada en contra de eso y esté de acuerdo con algo tan de cajón. Juas!

Pero después de que se lo digan, la persona cree en la buena voluntad y va y dice, «no si me parece estupendo, y por eso digo que yo no disfruto con esa música x».

Y entonces le caen encima los del turno diciéndole que es porque no tiene la suficiente cultura para entenderla o disfrutarla.

O que así no va a tener lugar en la música porque se va a quedar anclado en el pasado imperfecto.

Pero vaaaaaamos a ver, en qué quedamos? el mundo es libre para el que le guste lo que quiera o no es libre y si dice lo que no le gusta siempre va a venir alguien a decirle que si no le gusta es porque es retrasado mental o inculto?

Otra.

Después de algo correctísimo que se dijo de verdad se ataca eso mismo pero en lo que no se dijo. Juas!

Por ejemplo, se habla del atonalismo dodecafónico de Schoemberg y se contesta siempre algo como «Schoemberg -el gran chivo expiatorio de tantas disputas-» o cosas como «qué vergüenza, decir algo así del compositor de los Gurrelieder o de la Noche Transfigurada!».

Que como todo el mundo sabe no tienen nada, pero NADA, de atonalistas dodecafónicas. Uséase, se ve claro el truco, verdad?

O si alguien habla de que lo raro que suena el atonalismo dodecafónico siempre, pero siempre, aparece alguien diciendo «olvídense de términos como dodecafónico, serial, que no sirven para nada -más allá del taller-, y despistan nuestra atención de lo que verdaderamente importa» que claro, lo que «verdaderamente importa» nunca es lo raro que suena el serialismo dodecafónico sino cualquier otra cosa que pasaba por allí.

No, si ya lo sabemos.

Mónica Pérez Sánchez: Muy de acuerdo. Y encima en clave de humor. Me encanta!

No creo que os descubra nada nuevo, pero recomiendo «El alma de Hegel y las vacas de Wisconsin». Va sobre el tema y es amable de leer

Luis Ángel de Benito: Y otra cosa, amigos José María y Benet: el fracaso de la música «contemporánea» no está en proporción directa con la formación musical. Yo no sé si estoy muy formado, pero estoy algo más formado musicalmente que la población europea (y la americana incluso y la japonesa y la burundeña…). Y, si te asomas por el foro del amigo Barahona (https://www.facebook.com/groups/151731984920963/?fref=ts) verás cientos de músicos formados abjurando de la música contemporánea atonal. Me imagino que algún zote se habrá colado de incógnito. Pero no podemos ser todos zotes intolerantes prejuiciosos (yo soy post-juicioso, por ejemplo). El argumento del zote ya tiene años, pero ya ha caducado; habrá que buscar otro…

Agustin Barahona: Estimados contertulios, antes de que se me olvide, ¡que el presente año sea feliz y pleno de éxitos para todos! Gracias Benet por la aportación de la grabación del Introitus del Requiem de Ockeghem, una deliciosa maravilla. Gracias Luis Ángel por tus razonadas explicaciones acerca de lo que se te cuestiona. Bienvenida, Mónica Pérez, y gracias por el oportuno recordatorio del libro de Alessandro, «El Alma de hegel y las vacas de Wisconsin». Gracias también a Jose María por sugerir la escucha de nuestro referido Ockeghem, que al final nos trajera Benet.

Por otro lado, Jose María, lamento que, como muestras, no estés acostumbrado a las normas básicas y lógicas del debate de la academia, que son las requeridas en mi facebook –de hecho son extremadamente fáciles de seguir para cualquier intelectual–, pero debo decirte que no es negociable; pero ***no porque yo lo pida como normas de comportamiento en mi propia casa, sino porque si no se hace, como la mecánica lógica más básica reclama, el debate de quien las elude no tiene ningún valor argumental en el seno de lo debatido***. Como veo por tu falta de observancia de las reglas del debate académico –no has editado tus mensajes señalados como incorrectos para corregirlos– que puede que se deba a que no lo entiendas, te lo explico brevemente.

En primer lugar, respecto a lo que me dices de «puestos a exigir citas y apoyos científicos», no es cierto que tal par se haya exigido –te ruego que seas tan amable de releerlo, por favor–, además de que no se entiende qué es eso de «apoyos científicos» como no sea báculos para los científicos que sean de más avanzada edad. En segundo lugar, lo que se pide –y de lo cual se hace simple recordatorio resumido en mi nota del 12 de noviembre– es que si alguien en una controversia dice que la contraparte ha afirmado algo y lo ataca directa o indirectamente lo mínimo que debe hacer es ***demostrar que es cierto que se haya dicho***, es decir, hacer un citado o citarlo, que no es lo mismo. O sea, hacer un copiar y pegar de todo el fragmento contextualizado y ponerlo entre comillas para que quien lee sepa que ***lo que se ataca es algo que realmente ha dicho la contraparte de la controversia y no sea algo que uno se ha inventado, porque podría generarse la sensación de que el invento se hace con fines malévolos de manipulación***. Personalmente no me cabe duda de que no lo haces por mala voluntad, sino por desconocimiento del método, y por eso intento ayudarte con esta explicación.

Básicamente es una cuestión de dispositivo lógico, no tanto de contenido. Se puede debatir académicamente incluso cosas no académicas, como, por ejemplo, si los marcianos son verdes o si la tortilla de queso admite tofu o no No hay temas «científicos» per se sino método científico de abordarlos: o sea, la lógica. No es una cuestión de contenidos sino de método analítico. Si alguien dice que Pepito no tiene ni idea de hacer la tortilla de tofu porque ha dicho que los extraterrestres le dijeron que se hacía macerando el tofu primero en la recámara de la nave espacial y no demuestra que Pepito haya dicho eso está incurriendo en un argumento falacioso en este caso, pues está usando la conocidísima «falacia del muñeco de paja». ***La evitación de los vicios de la argumentación se enseña desde hace siglos para que las herramientas mentales estén en su punto siguiendo comportamientos adecuados al procedimiento analítico y así entre todos pueda llegarse más fácilmente a la mayor proximidad a la verdad***. El método no es algo de rango doctoral, sino la base mecánica de la que partir en cualquier análisis mínimamente serio. Sin esta base es muy difícil poder llegar a conclusión alguna sino sólo a posturas enrocadas.

Por otro lado, la dinámica normal y lógicamente necesaria en un debate académico es que las objeciones han de o bien aceptarse o bien refutarse en el mismo sentido en que fueron enunciadas. No hay tercera vía posible. En fin, como digo en mi nota, en realidad bastaría con «procurar ser elegante, racional, lógico, ordenado, eficiente, cortés y respetuoso».

Agustin Barahona: Para poder discutir lo que dice un artículo son los propios interesados los que tienen que cuestionarle cada punto al autor, o bien desde el seno de un debate en sus múltiples soportes o bien escribiendo otro artículo donde siguiendo la lógica del debate académico se conteste punto por punto a lo afirmado por quien escribe el artículo y se informe a éste de su existencia. Por eso, mientras el artículo que ha escrito Luis Ángel de Benito siga su propio curso de difusión y permanezcan irrefutados todos sus argumentos será muy difícil que la gente que lea el artículo y lo que se ha intentado objetarle sin éxito no acabe por formarse su propia opinión acerca del artículo. Por otro lado, si lo que se quiere es aceptar o refutar a una mayor escala lo único que se va a poder hacer es escribir otro artículo que sea incontestable.

Por cierto, si no se tiene por costumbre leer con cuidado lo que la gente realmente dice se puede acabar discutiendo de cosas que nunca se han dicho. Además de todos los otros ejemplos que muy claramente ya han enumerado Luis Ángel de Benito y Santiago Urbana en este debate –abundando en los que en sí mismo constituye el artículo de Luis Ángel de Benito y complementándolo–, podemos añadir algunos más a la lista de manipulaciones muy habituales. Cambiar de debate es una de ellas; por ejemplo, no se ve en el artículo de Luis Ángel ni una sola vez la palabra ruido o feismo, por lo tanto, no tiene sentido discutir en un debate de un artículo de algo que no se ha dicho en ese artículo. La descontextualización es otra de ellas, es decir, cuando alguien dice algo en un contexto y otra persona ataca ese algo cambiándolo de contexto y haciéndolo, consecuentemente, significar otra cosa a la cual se ataca. Por ejemplo, hay una notoria diferencia entre afirmar que algo está «construído con puros ruidos», es decir, como núcleo y material pertinente centrales, y afirmar que en la construcción de algo se usan algunos ruidos. Es como decir que alguien raro pinta «con pura contaminación», o sea, con materiales de contaminación, o decir que alguien pinta entre la contaminación… pero con óleo; no es lo mismo la contaminación como contexto de material que como contexto de medio ambiente. También como manipulación está el usar como pretendidos argumentos cosas falsas por ignorancia o despiste, como por ejemplo, afirmar que «el timbre de la flauta es solo a través de su ruido que se caracteriza acústicamente», cuando todos los músicos sabemos que el timbre de cualquier instrumento se caracteriza acústicamente no a través de ruido sino a través de la cantidad perceptible de armónicos que contenga y por tanto, a través de la intensidad de los mismos.

En fin, en pocas palabras, que han de seguirse las reglas formales para que lo que se escriba tenga algún sentido en el debate y no acabe uno teniendo que responder que por qué ha hecho uso de determinadas falacias, teniendo que asumir el perjuicio innecesario –de haberse hecho todo bien, porque es muy fácil si uno tiene pretensiones honestas de debatir buscando la mejor y mayor proximidad a la verdad– que ello conlleva a la imagen propia. Espero que esta pequeña guía haya podido ser de alguna utilidad.

Luis Ángel de Benito: Queridos amigos del foro de Barahona: esta noche pretendo dedicar mi programa a intervenciones de amigos y oyentes, durante un ratito en torno a esto de la música «contemporánea». Dado que este perfil es de visionado público, quisiera tomar frases de este muro y citarlas en directo. Pregunta: ¿ALGUIEN TIENE INCONVENIENTE EN SER CITADO, EN QUE LEA SUS FRASES?… El programa es en directo, así que, si las leo mal, podéis enviarme mensajito allí mismo. ¿ESTÁ BIEN??……

¿se puede notificar esto en M&C? Porque también sacaré alguna lectura de ese muro.

Agustin Barahona: En principio, como responsable de mi sitio de facebook, mientras las frases de todos se lean bien y en su justo contexto yo no tengo problema alguno, sino todo lo contrario. Respecto a anunciarlo en «Música y Cultura (M&C)», dalo por hecho. ¿A qué hora es exactamente?

Luis Ángel de Benito Es a las 23’00. Nadie suele oírlo en directo. La gente se lo descarga después.

Agustin Barahona: Gracias

Luis Ángel de Benito: MÚSICA Y SIGNIFICADO «LOS OYENTES HABLAN»

03 ene 2014

Nuestros amigos y amigas se expresan sobre Handel, Brahms, Dvorak, Sibelius, Shostakovich, la hipotiposis, el acto creador, el significado en música, la música de cine, ¡la música «contemporánea»!, ¡¡Schoenberg!!, ¡¡¡la subvención!!!… El profesor De Benito comenta lo que puede. Suena la «Leningrado». Intervienen dos conocidos compositores, que le llaman caballerosamente reaccionario e ignorante. El profesor De Benito se defiende como puede (pero yo creo que ganan ellos…). Suena Hindemith. «¡Caña a Schoenberg!», dice un oyente. Otro impugna a los compositores sus «falacias»… ¡¡Pasión y desenfreno!!… Pero la suave música de Poulenc y el «Hey, Nannie Noo» suavizan el debate y entonces ya no pega continuar la trifulca. O sea que al final, nada… Paz… Feliz Año, amigos. http://www.rtve.es/…/musica-significado…/2280147/

José M. Sánchez-Verdú: Agustín: sobre la flauta y el timbre a través de armónicos no tienes razón. El aire, la embocadura, la articukación, la resistencia del tubo, etc. son parte del ruido. Breve de comprobar, pero no tengo ganas de hacer «alegaciones»…

Agustin Barahona: Creo que no has leído bien tus propias palabras, estimado Jose María. Lo que dijiste fue: «el timbre de la flauta es solo a través de su ruido que se caracteriza acústicamente», lo cual no es cierto. Breve de comprobar, como ya expliqué: «todos los músicos sabemos que el timbre de cualquier instrumento se caracteriza acústicamente no a través de ruido sino a través de la cantidad perceptible de armónicos que contenga y por tanto, a través de la intensidad de los mismos.» Como ves, los problemas del lenguaje se suceden una y otra vez. Recuerda lo que significa el adverbio «sólo» y recuerda lo que significa el verbo «caracterizar». Me parece muy bien que no tengas ganas de hacer alegaciones, pero nadie te las ha pedido. Si quieres refutar algo debes hacerlo, nadie te lo va a regalar en un debate académico.

José M. Sánchez-Verdú: Oye un sakuhashi! Es que esto parece ping-pong. Pero sin mucha finalidad.

Agustin Barahona: Conozco los sakuhashi. Oirlos no cambia en un milímetro las definiciones científicas de lo que caracteriza el timbre.

Santiago Urbana: Joerl Agustín. Con sólo la cantidad de cosas que se preguntaron a los objetores del artículo de Luis Angel de Benito y no se contestaron o con sólo lo que se les rebatió y no rebatieron se podrían hacer varios artículos!

Santiago Urbana: Joeeerll! Flipo! Que el timbre de la flauta se caracteriza sólo por el ruido que haceee????? Commmmorrrrrr?????

Pero señor Sánchez-V.! Hombreee! Que se le ha olvidado lo que le enseñaron en el conserrr? ;))))

A ver, a ver, esto va para cualquiera de los dos casos siguientes

A> los que nunca en su vida se hayan leído un libro sobre acústica.

B> los que se lo leyeron pero se les olvidó ya ;))))

Lo que >>>>CARACTERIZA<<<< a un timbre no es todo lo que lo pueda acompañar en un momento concreto sino sólo >>>>>lo que permite distinguirlo como «rasgo mínimo suficiente»<<<<<. Y qué es? Pues una combinación de volúmenes de armónicos.

Con cualquier parte de un instrumento se puede hacer ruido y hacer sonar al ruido a la vez que su timbre, pero eso no cambia su timbre, sólo le añade ruido.

Una flauta puede sonar con o sin conjuntos de ruidos y sigue siendo timbre de flauta y no se puede confundir con ninguna cosa diferente. Nunca!

Por tanto esos ruidos >>>>NO<<<< la caracterizan.

De esto de los timbres y los sonidos y ruidos de los instrumentos y las técnicas diferentes que se usan para hacer sonar a cada instrumento los profesores de acústica cuando sale en clase siempre explican lo que dije. Y siempre sale :)))))

Cualquier persona que hubiera pasado por un conservatorio debería saberlo.

O recordarlo.

«no tengo ganas de hacer «alegaciones»…» dice.

Seguro, seguro, señor Sánchez-V.!

Es que es muy difícil hacerlas cuando uno se inventa las cosas sobre la marcha para intentar tener razón hasta por encima de la acústica!

José M. Sánchez-Verdú: Quizás es porque el conservatorio no es el único contenedor de la sabiduría académica».

Copio un breve enlace clarito y en castellano:

«El timbre de un instrumento no está descrito de forma completa si se ignora el ruido. Al definir el ruido, podemos al mismo tiempo caracterizar dos tipos de espectros: los de líneas y los continuos; […] un sonido cualquiera, por lo general no es perfectamente periódico (su onda no se repite siempre de forma idéntica) y por tanto existe una componente “caótica” que bajo el prisma del análisis de Fourier no corresponde a ningún armónico. Sin embargo, esta componente caótica puede tener una importancia relativamente grande respecto de la parte armónica, tanto que caracteriza al sonido como proviniente de un determinado instrumento, de forma muy clara. Por ejemplo, el soplido de la flauta o el golpe de los macillos en las notas agudas del piano.

En ocasiones, la parte no periódica es prácticamente la única que existe, y entonces no es posible encontrar un patrón de repetición que corresponda a la frecuencia del sonido. Esta frecuencia nos daría una sensación de tono que ahora no vamos a tener. Estamos, pues, ante un ruido propiamente dicho y que corresponde a los instrumentos de percusión comúnmente llamados “de sonido indeterminado”.

(M. Quintanilla)

Auf Deutsch:

«Bei vielen musikalischen Klängen sind zudem auch Rauschanteile prägend für die Klangfarbe (z. B. Anblasgeräusche bei Blasinstrumenten und Orgelpfeifen).»

(Wikipedia)

O sea, el ruido forma parte muy especial del timbre. No solo están los armónicos, inarmónicos, etc. Ese es mi comentario.

Santiago Urbana: No. Juas!!!!!!!!! Ese no era tu comentarioooo!!!!!!!!! XDDDD Pillín, pillínnnn!!!

Detalle: Quién es ese autor M. Quintanilla y cuál es su especialidad y cómo se llama el libro? O te lo has encontrado por la internet y no tienes los datos?

Qué falta en el «[…]»?

(Wikipedia??) XDDD

Juas! Una cosa es «describir» y otra muuuuuuy pero que muuuuuuyyyy distinta es «caracterizar», Sánchez-V. :)))

Qué tienes que decir a la explicación de por qué el timbre no puede estar >>>>>CARACTERIZADO<<<<< por el ruido? Algo? Lo dudo! :))))

Estás desviando el tema, Sánchez-V. Ya te lo dijo Agustín Barahona y ahora te lo digo yo también.

Dijiste que >>>>>sólo se caracteriza por el ruido<<<<<.

Y este texto que traes no, NO, dice eso.

Luego está probando también que no tenías idea de lo que decías y que no tienes razón.

José M. Sánchez-Verdú: Parece que tanto Don Santiago Urbana como Don Agustín Barahona pertenecen a la misma cofradía. Los heterónimos, como Pessoa, son fantásticos. Pero por debajo de todo coincidís en marear todo y en lo que solo se infiere de cada debate: odio digno de analizar a todo lo que no sea la música (ese pequeño segmento tonal) que defendéis. Imposible un diálogo constructivo con quien se ha encerrado en una fortaleza absurda.

Ánimo, pero como veis los debates parecen poblados del Oeste americano: más solos que la una; y cuando alguien pasa o lo ejecutáis o se larga al rato agotado de meandros y subterfugios llenos de rencor. En lugar de ladrar habría sido interesante alguna vez bajar de la fortaleza y citar si quiera algún autor u obra de esos atonales extremos, vanguardistas de no se qué, ruidistas y feistas, vómitos de quién, etc. Ni un solo nombre u obra, salvo el Lachenmann que te/os he sacado a colación y que tanta perturbación produce.

Bueno chicos, tengo pendiente trabajo, atonal en gran medida, no sé si extremo o no, ni si hay feismos, ni si la estadística de ventas va a afectar a lo que me gusta y quiero hacer. Y como yo cientos, miles de compositores (e intérpretes, y editoriale, musicólogos, filósofos…) además de poetas, literatos, cineastas, pintores, escultores, performance, artistas sonoros… La creación está por encima de vuestra visión académico-conservatorial. No seais tan cerrados chicos.

Abrazo muy tonal. Fue un placer.

Santiago Urbana: Juas! Como se quedó usted sin salida se mete con las personas! A ver si consigue algo, eh? XDDDD

Uséase, difama que algo queda, ehhhh?

Un buenísimo ejemplo de todo lo que hace y de cómo lo hace, señor Sánchez-V.

Claro, claro, claro, cuando todos le dicen a alguien ignorante de tantísssimas cosas (no lo digo yo, que se vió claro muchas veces) que no sabe ni por dónde se anda entonces es que todos son maaaalos y es una conspiraciónnn.

Don Ángel de Benito, Don Agustin Barahona y un servidor somos tres personas distintas y un solo Lachenmann verdadero Juas! Pero cabeza abajo como el anticrisssto :)))))

Y dice que ladrannnnndo!!! X)))

Y es que, claro, decir como usted cosas de progres y enteraos copiandolas de la wikipedia sin tener ni pajolera idea y meterse siempre con los que no piensan como usted y que a lo distinto que usted ademas es capaz de explicar con coherencia por qué piensa lo que piensa es sintoma de conspiraciones del «rencorrr» Juas!

Va, le quedó todo ahí bien claro para que todo el mundo lo vea. Lo de que el timbre de la flauta se caracteriza sólo por el ruido, oigame, un portento de ciencia! :DDD

Traer un trozo de la wikipedia para intentar pasar por encima de la acústica y cuando le enseño a usted que no sabe ni lo que lee arremete contra todos diciendo que son malos muy malos.

Ay Sánchez-V. que no, que no distingue usted entre describir y caracterizarrrr……

Perdone que no me haya traido el violín para acompañarle su victimismo, pero, sabe?, no cuela! X)))

Y no soy el primero que se lo dice lo del victimismo.

Joerl lo total ya es lo de que y si no hay nada que debatir porque todo está clarísimo para cualquier tio con la cabeza bien puesta y con un poco de sentido común entonces es que ese debate no tiene éxito porque toooooodos somos malos y rencorosos y ladramos :DDD y por eso nadie viene a discutir que la mayoría de la gente le gusta la música que entiende, la música que disfruta.

Claro claro claro, y parecía serio antes de meterse a repetir sus panfletines! Pero que no, ya mucha gente ha visto de qué va.

Asi que tranquiiiiilo :)))

El artículo de Benito es una pasada, una genialidad. Y usted no ha podido ni podrá contra esas ideas porque son las ideas de la mayoría de los intelectuales por todos lados y porque son ciertas. Tampoco contestó a Angel de Benito ni a Agustin Barahona. Claro, pero como yo no tengo renombre se mete conmigo, verdad? Y encima quiere humillarme, no?, como diciéndome que yo ni existo, que soy sólo un heterónimo? Venga hombre!

Pues mire, que le gusta a usted la música atonal? Y a mi qué?

Para qué lo escribe todo el tiempo tirando ristras de chorizos de los autores que le gustan?

Si le gusta esa música ámela pero tenga la decencia de reconocer que mete la pata todas las veces que la mete.

Hala, a amarla por ahi! Un placer, verdad?

Agustin Barahona: Estimado Jose María, parece que con el fin de intentar tener razón por encima de cualquier razonamiento que muestra claramente que no la tienes eres capaz de todo, lo cual lamento profundamente.

Es un poco vergonzoso usar como «fuentes autorizadas de sabiduría académica» artículillos de la internet de personas que no tienen nada que ver con la ciencia, máxime cuando lo citado encima no tiene nada que ver con lo que se discutía. Y, por supuesto, a estas alturas cualquier persona seria sabe que la Wikipedia no es tampoco ninguna «fuente científica autorizada», especialmente cuando en sus artículos no hacen referencia al lugar de donde han extraído la información, lo que las torna completamente inconfiables.

***Es un error muy común confundir el timbre con la descripción sonora de un instrumento o de sus características por registros***. Tal como ha explicado muy bien Santiago, «lo que caracteriza a un timbre no es todo lo que lo pueda acompañar en un momento concreto sino sólo lo que permite distinguirlo como «rasgo mínimo suficiente»». Es decir, además de lo que yo ya dije al respecto y que se enseña en los conservatorios y en las universidades hay que añadir, de modo generalizado, que ***los elementos que pueden acompañar contingentemente a un fenómeno no lo caracterizan***. Por ejemplo: aunque la mayoría de la escritura se realice o mediante tinta o mediante ordenadores, y por tanto uno u otro fenómeno aparezca siempre asociado invariablemente a la escritura, lo que caracteriza la escritura no es el medio con el que se efectúa sino el ser un sistema gráfico de caracteres distintivos para representar palabras. Tener que explicar todo esto resulta un poco extraño, pero yo lo hago encantado para facilitar mejor la didáctica de aquello sobre lo que razono y explico.

El sitio de donde está extraído ese texto que nos aportas como académico, y por lo visto más autorizado a tu juicio que lo que se enseña en los conservatorios españoles y del resto del mundo, es de un blog personal de una lutier, aparentemente, sin referencia alguna a de dónde lo ha extraído o si es una elaboración de una opinión suya. http://cpms-acusticamusical.blogspot.com.es/2009/11/ruido-y-timbre.html

Agustin Barahona: Finalmente, estimado José M., voy a intentar ayudarte a reflexionar sobre algunos hechos para que puedas ser consciente, así como todos nuestros lectores.

En mi facebook se han hecho estas semanas –como en otras ocasiones con otros contertulios– análisis reposados, lógicos y serios de cada afirmación gratuíta que has venido a imponer a mi muro, refutándolas convenientemente, en lugar de simplemente rechazarte los mensajes en que las hacías, por ser evidente que eran falsas. Incluso, con el fin de que pudieras seguir adelante intentando que no te autoperjudicaras innecesariamente, te he hecho el favor de borrarte uno de los más agresivos mensajes de aquellos en los que, por haberte demostrado alguien que lo que tú decías era mentira, acusabas a todo el mundo que no pensaba como tú de «estalinistas» y «nacis» –he dejado alguno de los más moderados de esos mensajes tuyos para que la gente lo vea y compruebe–, lo cual, ley de Godwin aparte –que ni siquiera he mencionado, porque era evidente que no hacía falta–, no deja de ser lamentablemente tragicómico.

A pesar de los claros recordatorios de las normas, has estado desoyendo «deliberadamente» cualquier refutación –no has contestado a ni una sola de todas las importantes que se te han hecho elegante y pacientemente– y has estado espetándonos constantemente falacias de muñeco de paja, entre otras varias, mintiendo repetitivamente sobre lo que se había dicho ***para a renglón seguido atacarlo como si se hubiera dicho o hecho***. No pareces tener escrúpulo alguno para insultar manifiestamente –sibilina o directamente– a quien demuestra que algo que dices no es verdad –has insultado burdamente a Christian Roca, a Santiago Urbana, a Luis Ángel de Benito y a mí mismo, y si he olvidado a alguien más que me disculpe– ni para mentir en tu favor constantemente e incluso ante los ojos de los alucinados lectores que en más de una ocasión me han comentado en privado que qué te sucedía para actuar así, de un modo tan evidentemente falsario, victimista y descortés, insultando a todo aquel que osara llevarte la contraria por muy razonada y sosegadamente que fuese. Lamento descubrir, por lo que me han comentado varios conocidos tuyos estos días, que ése es tu comportamiento habitual cuando alguien intenta razonar algo contrario a tus posturas, lo cual lamento de veras, pues pensaba que sólo se trataba de algún problema personal que tendrías con quienes defienden legítima y desapasionadamente el derecho a continuar la ininterrumpida y siempre exitosa música clásica de calidad.

Como ves, nunca he caído, caigo o caeré en tus escandalosas provocaciones gratuítas y siempre las hago patentes a los lectores, con lo cual te aconsejo que cambies de táctica a una más civilizada y racional, por favor. En fin, creo que deberías reflexionar sobre tu actitud repetitiva prepotente, irrespetuosa e incendiaria, digna del mejor de los troles, y sobre tu insostenible monodiscurso aprendido ***que no sabes defender en cuanto alguien lo rasca un poco poniéndolo en tela de jucio***, porque estamparlo autistamente como sello prehecho sin que venga a cuento en todo muro que no está de acuerdo con la farsa de querer aceptar que música sea lo que el capricho de cada uno quiera o que se sostenga una vanguardia artificial a base de subvenciones no es como para sentirse muy orgulloso y hace que cualquier persona que estuviera en trance de tener que relacionarse contigo se lo piense dos o más veces por temor a un trato semejante en cuanto haya la más mínima discrepancia.

Podía haber borrado tus mensajes por no seguir ninguno las reglas del debate académico que es obligatorio seguir en mi facebook, pero he preferido dejarlos ahí para que la gente pueda darse cuenta por sí misma de que todo lo que digo es cierto y quizá me quede corto, por «cortesía». Para que todo el mundo pueda comprobar hasta qué punto es verdad todo lo que aquí describo tienen a su disposición los hilos temáticos del 23-12-2013 titulado «Los defensores de la actual música vanguardista…», el del 31-12-2013 sobre el artículo de Luis Angel de Benito titulado «Siete Tópicos contemporáneos» (algunos de cuyos contenidos fueron leídos en Radio Clásica), y el del día 2-1-2014 titulado «El día en que presenciemos que el cultísimo público europeo…» y alguno más que pueda olvidárseme, en los que has participado y en los que se ven otros muchos problemas así como la paciencia infinita que hemos tenido todos al responderte a pesar de tu trato.

Lo siento, pero mi facebook no es lugar para hacer spam ni para trolear ni para volcar libelos difamatorios _a piacere_.

Te deseo afectuosamente lo mejor y que tu música tenga todos los éxitos que merece.

Un abrazo.

Auf Wiedersehen und leben Sie wohl, mein Freund!

Christian Roca Romero: El sonido de una flauta es como una ventosidad, tiene un componente de ruido, truena, y otro de armónico, sopla, como bien explica quevedo en su poema «venturas y desventuras del ojo, el mismo.» Eso si no son aflautados claro.

Agustin Barahona: Jajajajaja Bueno, yo no lo hubiera descrito nunca así, pero tienes razón, sobre todo dependiendo de quién la toque… y Quevedo también en lo que él dice Hay presencias constantes de ruidos en todas partes, también en la mecánica de todos los instrumentos musicales. Pero una cosa es la descripción sonora de un instrumento y sus especificidades y muy otra es un ente científico llamado timbre y caracterizado por la distinta combinatoria de intensidades en armónicos, dicho grosso modo pero suficientemente. Y lo que es más, cuando hablmos de música construída a base de ruidos nos referimos siempre a que lo relevante de esa música es que suena ***a ruido que no debería sonar, es decir, fuera de contexto***. Para efectos especiales o para determinadas potenciaciones de diseños, estructuras, urdimbres, melodías, armonías, etc puede hacer falta el uso de los instrumentos de percusión de sonido indeterminado, por ejemplo, pero si toda una composición fuera a base de sonidos de percusión de este tipo sin que el oyente pueda percibir o sentir nada entonces es una composición totalmente fallida. Y lo que tampoco se puede es, como hace Jose María, intentar argumentar que como hay ruido en todas partes el ruido ha de ser uno de los elementos que construyan la música, porque si se refiere a lo obvio de la función de la percusión de sonido indeterminado en la orquestación no hace falta decirlo, pero si se refiere a hacer del núcleo expresivo de una obra sólo ruidos sin que el público pueda entender o apreciar o sentir nada entonces el hecho de que haya ruidos en el mundo no justifica que alguien quiera coleccionarlos para presentárnoslos en un escenario sin que estos ruidos sirvan para representar nada que el público pueda compartir con el compositor. La falacia principal que usaba Jose María en esto y que trajo este subtema aquí es que un compositor tiene derecho a imponerle esos ruidos al público aunque éste no pueda entenderlos ***sólo por el hecho de que según él decía, todo está construído de ruido en la música, tanto que «el timbre sólo se caracteriza por el ruido»***, lo cual no sólo es completamente falso sino que no es un argumento para poder justificar la premisa, lo que en sí mismo constituye una falacia _non sequitur_.

Sigamos pues con el debate del interesante artículo de Luis Ángel de Benito sin más distracciones artificiales.

Luis Ángel de Benito: Hola. Ya veo que «me llaman» de vez en cuando desde este maravilloso fórum. Ya he leído rápidamente algunos posts y sólo tengo que añadir que no me disgusta nada que digan de mi «famoso» artículo o de mi persona lo que cada cual desee; no me siento insultado ni agredido ni nada, ni por Sánchez Verdú ni por casi nadie. Ya que estamos, os copio un artículo de opinión sobre Schoenberg y compañía, por un escritor de verdad: http://elpais.com/…/12/09/opinion/1134082806_850215.html

Agustin Barahona: Yo tampoco me siento insultado o agredido, a pesar de que las pretensiones eran constantemente obvias. Hace falta muchísimo más que eso para lograr que me sienta agredido, como ya dije y demostré Vamos pues a leer este otro artículo que imagino que complementará o implementará en algo al propio tuyo.

Luis Ángel de Benito: Es Félix de Azúa, y coincido con él en muchos aspectos sobre los extremismos de la «música contemporánea». Lo único que lamento es que yo pueda haber disgustado a alguien con mis comentarios. Dice Azúa que mentar a Schoenberg es casi como mentar «a la madre», y yo no deseaba meterme con la madre de nadie ni con la religión de nadie, que son parcelas sagradas. Yo sólo quería hablar de… ¡¡MÚSICA!!… Y, todo lo más, de música y sociedad. Ojalá sea posible. Abrazos equidistantes (bueno, algo ladeados pero equitativos).

Agustin Barahona: Genial artículo el de Félix de Azúa, también coincido con él en la denuncia de multitud de extremismos de esa extraña, minoritaria y autista parte de la música contemporánea. Me ha hecho mucha gracia comprobar cómo lo que me han revelado amigos facebookeros de Jose María –y que hemos tenido que sufrir aquí ya– es cierto hasta extremos insospechados, es decir, que al menos desde 2005 –año de este artículo– repite como un estarcido recortable su monodiscurso con las mismas falacias y referentes en todas partes y que jamás entra realmente en el debate. Simplemente te pintarrajea las paredes de tu casa con sus rayajos sin sentido una y otra vez. No respeta nada. Las gentes que defienden esas cosas que defiende así Jose María no entran nunca a la refutación ni a la argumentación porque en cuanto rascas un poco se les viene todo abajo y en seguida se hacen los ofendidos y los oprimidos por victimarios estalinistas y nacis, otro viejísimo truco. Yo no creo que disgustar a alguien con comentarios y análisis que están bien trabados y que pretenden defender la coherencia y la lógica sea como para lamentarlo. Yo más bien lo que lamento es que a estas alturas de la vida todavía haya personas que se hacen las ofendidas cuando alguien les muestra que no están en lo cierto y que lo que dicen no es más que un repetitivo libelo que no permiten que nadie analice porque si se hace explotan de inmediato mentándote a tu madre y a la de todos. Me pregunto cómo habrán podido llegar a donde han llegado ese tipo de personas.

Hay veces que no sé por qué no puedo acceder a la URL. Por si acaso, lo copio íntegro aquí, para que todo el mundo pueda seguirlo sin problema. Simplemente un comentario de antemano.

Me hace gracia constatar como de Azúa, como intelectual verdadero que es, usa el mismo procedimiento que usa mucha gente en mi facebook y en M&C –yo mismo el primero–: el análisis reflexivo y concienzudo «argumento por argumento» de todo lo dicho rebatiéndolo. Con lo cual imagino que no debió de gustarle mucho a Sánchez-Verdú, que a buen seguro lo llamaría en privado rancio, reaccionario y lo vería como ladridos desde la torre de una conjura de no se sabe bien quiénes que coinciden en «marear todo y en lo que solo se infiere de cada debate: odio digno de analizar a todo lo que no sea la música (ese pequeño segmento tonal) que defendéis. Imposible un diálogo constructivo con quien se ha encerrado en una fortaleza absurda», como dice. ¡Pobre!… Azúa, quiero decir, porque debió de ponerlo a bajar de un burro

Agustín Barahona: ·

TRISTE ATRASO DE LOS AVANZADOS, por Félix de Azúa, El País, 9-12-2005

Ya sabía yo que ni siquiera tomando precauciones (¡mira que avisé de que «Schoenberg» sólo era una metáfora!) evitaría la indignación de un puñado de honestos trabajadores de la música. Hay asuntos que, en cuanto se tocan (la madre, la patria, la Virgen del Pilar, Schoenberg), hacen brotar a los defensores del honor perdido como setas en otoño.

A mi anterior artículo, en donde planteaba el inútil problema de quién decide sobre el valor de una obra de arte y la terca resistencia del público a aceptar la música de Schoenberg (algo que no sucede con otros artistas igualmente exigentes), le florecieron las contestaciones. Muchas, asombrosamente, por parte de españoles que ejercen de maestros de música en Alemania. Parecía un coro de Moisés y Aarón. Sin embargo, algunos profesores desafinaban. Uno de ellos me acusaba de antisemitismo, lo que da idea de la solidez de su pensamiento. Me chocó que escribiera «Schönberg». Al parecer ignora que el compositor se quitó la diéresis para distanciarse de la grafía alemana.

Más interesante era la carta de J. M. Sánchez-Verdú, cuya tarjeta de presentación (profesor de Composición de la Robert-Schumann-Hochschule de Düsseldorf. Berlín. República Federal de Alemania) podía parecer la de una marquesa de Serafín a quien no conozca estas escuelas de la Alemania profunda. Sus argumentos, en cambio, eran interesantes porque componían el arquetipo del moderno prehistórico que todavía se agita en algunos ambientes detenidos en 1970. Me van a permitir un análisis, argumento por argumento, dado su valor pedagógico.

Comienza diciendo que mi artículo es «un ejemplo de la libertad de opinión que una democracia conlleva», como si no le gustara nada, pero no hubiera más remedio que tolerarlo. Algo así como si admitiera que las mujeres pueden llevar pantalones, aunque sea de mal gusto. Luego dice que Schoenberg es el equivalente de Mies en arquitectura, Joyce en literatura y Kandinsky en pintura. Un poco precipitado. Algo ha cambiado en el panteón de las vanguardias históricas desde 1950. Mies el silencioso y Schoenberg el expresivo no son equivalentes, sino opuestos. Y Joyce, reconstructor de Homero, no tiene la menor relación con el armonista vienés que deconstruye a Bach. Añade el profesor: «(El artículo) Es una muestra más de la ignorancia, sobre todo musical, que nos rodea». Debería haber añadido: «Ignorancia de la que yo me he librado, y aquí estoy, oh, Señor, dando testimonio y repitiendo tópicos del Adorno de la posguerra».

Sigue luego una larga jeremiada sobre la ausencia de estudios musicales en España con la que estamos todos de acuerdo, ni musicales ni de ningún tipo, pero luego dice que «es normal que al señor Azúa no le guste Schoenberg», y ahí patina. No voy a defender mi amor por el vienés porque es algo trivial, lo que está en discusión no es un asunto de «gusto» (como quisieran los idealistas), sino de aceptación popular (como quieren los pragmáticos). El profesor continúa aferrado al elitismo modernista, persuadido de que el gusto musical por Schoenberg es superior, digamos, al gusto musical por Sibelius. Con ese planteamiento agonizó hace medio siglo la estética soberanista, incapaz de aceptar que los productos artísticos no son la manifestación de una Verdad Oculta y Superior, sino una propuesta para entrar en un juego social ritualizado. Los adornianos tienen problemas con el público, con el jazz, con Stravinsky, con la música de cine, con los juegos populares, que no tienen los benjaminianos.

En lo tocante al público, otro español en Alemania protestó indignado asegurando que cuando él acude a un concierto de Schoenberg tiene grandes dificultades para encontrar entradas («incluso en Madrid», decía, como si fuera Puerto Urraco) y el teatro está siempre lleno hasta los topes. Seguramente se confunde de Schoenberg. Yo hablaba de Arnold, no de Jimmy Schoenberg. De todos modos, por profesionalidad periodística, hice una encuesta entre los programadores de Barcelona y fueron unánimes. Cuando programan un Schoenberg, siempre lo equilibran con Britten, Prokófiev, Falla o Mozart.

Tampoco es decisivo: el CD relativiza la cuestión. Dado que tengo medio centenar de grabaciones de Schoenberg, eso significa que otros doscientos mil, tirando corto, también las tienen. Lo cual traslada el interrogante a otro lugar más noble. Ya que nos obligan a hablar del Schoenberg real y no del metafórico, digamos que emprendió una revolución armónica a comienzos del siglo XX que ya había fracasado cuando se estableció en California a finales de los años treinta. El dodecafonismo es hoy una curiosidad histórica similar al trobar clus. Dudo de que los músicos jóvenes se empeñen en componer con esos mimbres, a menos que hayan decidido vivir eternamente de subvenciones públicas. No obstante, ése es el aspecto más atractivo de Schoenberg: su fracaso (que no comparte con Webern y Berg). No se equivocaba Thomas Mann cuando lo eligió como símbolo de la hecatombe germana. Su importancia negativa es indudable, ya lo dije en el artículo anterior, pero eso no lo hace más popular. Representa un final, no un comienzo.

El profesor se desuela luego: «Reivindicar el arte de consumo de mayorías como indicador de lo que es bueno es tan banal que no merece ni respuesta». Lástima. Sería interesante conocer la respuesta. Sobre todo porque luego viene ese topicazo de que «el arte exigente no es para mayorías» y que «no cabe en las ofertas del supermercado». Mi abuela estaba más al día. La parte viva de la estética actual lleva años demoliendo el romanticismo con naftalina que se prolongó hasta la escuela de Nueva York y Clement Greenberg. No puedo encargarme ahora de su tutela, bastante tengo con mis alumnos, pero por lo menos el profesor Sánchez-Verdú podría leer el clásico de Noël Carroll Mass Art (Oxford, 1998). A lo mejor le ayuda a vivir con menos pretensiones y a respetar un poco más los supermercados.

Este asunto de Schoenberg puede parecer esotérico a muchos lectores de EL PAÍS, lo que ya da idea del éxito del compositor y lo llenos que están los teatros donde se le interpreta, pero es asunto general y severo de una vieja escuela autoritaria. Por eso lo puse yo como ejemplo equivalente del concierto del Estatuto catalán, otro modelo compositivo admirable, de finísima inteligencia, elogiado por expertos y entendidos, novedoso y audaz, pero condenado a no ser aceptado por un público que no está para finuras de laboratorio, porquebastante tiene ya en su casa. Si tiene casa. No es el mejor momento para ensayar un nuevo despotismo ilustrado a la manera de la vanguardia del proletariado.

Podríamos presentarlo de este modo: hasta los años sesenta del siglo XX, era una verdad establecida que los juicios artísticos y culturales precisaban una preparación técnica y científica, sin la cual no podía ejercerse un juicio adecuado. Todavía hay compositores que justifican sus partituras diciendo que han usado modelos fractales o la serie de Fibonacci, como si no fuera suficiente oírlas. El proceso de transformación de la vieja cultura burguesa en industria cultural, del Arte en espectáculo de masas y de las obras de arte en objetos del turismo global sitúan las cosas en otro contexto. En el que, por cierto, no está de más darse una vuelta por la filosofía. La mejor amiga de las artes en estos momentos expansivos.

Uno puede negar rotundamente el derecho de las masas a introducir los productos de las artes en su vida junto a la gastronomía y el fútbol, como exige nuestro profesor de música, pero esa manifestación de impotencia está condenada a figurar junto a todas las posiciones reaccionarias de la historia. La exclamación «¡ya no pintan vacas, sólo manchan las telas!» es una queja exactamente equivalente a «¡cuánta ignorancia, han pasado cien años y no aceptan a Schoenberg!». Ambas quejas están diciendo: «¡No entiendo nada de lo que está pasando!».

Desde los hermanos Schlegel sabemos que la democracia no le sienta bien al Arte (siempre que va con mayúscula, es el hegeliano). Como profetizó Benjamin hace casi ochenta años, la democracia ha matado al Arte. Por fortuna, eso ha liberado una legión de artes (gráficas, plásticas, sonoras, visuales, virtuales, corporales…) que se adaptan perfectamente a la democracia de masas. Con un éxito notable. Y ya iba siendo hora. No se veía nada igual desde las caóticas fiestas de los Dada.

Asunto totalmente distinto es que aceptemos, o no, la democracia de masas.

Agustin Barahona: Y, para que se entienda, el artículo anterior de Azúa que motivó las iras de Jose María:

SÓLO QUIERO LO MEJOR PARA TI, por Félix de Azúa, El País, 10-11-2005

Uno de los más respetados musicólogos vivos, Richard Taruskin, autor de una historia de la música occidental en seis volúmenes que incluye un elegante capítulo sobre rock (Oxford), tuvo una iluminación en ocasión de uno de sus viajes a Moscú. La orquesta del Conservatorio interpretaba la Séptima sinfonía de Shostakovich cuando Taruskin acertó a ver en la expresión de los oyentes una apasionada emoción que rara vez había observado en los conciertos de música moderna. Como Pablo de Tarso en su camino hacia Damasco, cuenta el crítico que vio con cegadora claridad que se había equivocado totalmente. No sólo él, lo que habría carecido de importancia, sino el conjunto de la musicología occidental. Se percató de que la teoría, la historia y la crítica sobre la música del siglo XX había cometido un error monumental. La música que sobreviviría, la que seguiría oyéndose cien años más tarde, sería la de Shostakovich, no la de Schoenberg.

Una afirmación como la anterior todavía suena escandalosa o estúpida para buena parte de los críticos, teóricos e historiadores de la música. Y en España, más. Para aquellos que sean totalmente sordos a la música clásica les diré que equivale a afirmar que Hitchcock soportará mejor que Eisenstein el paso del tiempo, o que Spielberg es más importante que Tarkovsky. Lo cierto es que Shostakovich está cada vez más presente en la vida musical, en tanto que Schoenberg se mantiene donde siempre estuvo, con la exigua minoría de expertos. Y se le están muriendo los subscriptores.

La paradoja sobre el valor de las obras de arte es que éste parece no depender del público, pero, ¿es en verdad posible que una obra de arte sea extraordinariamente valiosa, aunque nadie o muy poca gente quiera oírla, verla o leerla? Quienes afirman, por ejemplo, que la música de Schoenberg es fundamental y en cambio otra más popular como la de Stravinsky, es trivial o incluso «mala» (así lo afirma Theodor W. Adorno, modelo de los defensores de Schoenberg), ¿no están diciendo, en realidad, otra cosa?

Según esta posición, la importancia de Schoenberg, de Webern, del serialismo, del dodecafonismo, de las secuelas de Darmstadt, del IRCAM o de otros centros de producción experimental, es independiente de que haya alguien que quiera oír sus productos. El Arte vive para sí mismo. Quienes deciden sobre su valor (dicen) son los expertos, los profesionales. El público no puede decidir el valor de la obra de arte, porque entonces sería más valioso un musical de Broadway que una ópera de Schoenberg.

Esta inacabable disputa es inútil. Juzgue lo que quiera el experto, en el caso de la música (como en el del teatro) quien decide es el público porque la música es un espectáculo. De modo que Gershwin, Britten, Prokofiev o Janacek seguirán sonando en las salas de concierto, pero Schoenberg (utilizo su nombre como metáfora) cada vez menos. Quizás esto sea lamentable, pero también es inevitable. La dificultad que plantea Schoenberg es de un orden totalmente distinto a la que plantean compositores exigentes y sin embargo accesibles como Bartók.

Es justamente esa dificultad lo que permite que el valor de la música de Schoenberg no lo decida el público de los conciertos, sino el teórico y el historiador que creen que la historia de la música tiene un sentido trascendental. Si la historia de la música tiene ese sentido, entonces Schoenberg es la consecuencia de una cadena causal que desde Wagner viene anunciando la llegada del Mesías (Schoenberg). El valor de esa música tan escasamente popular es un valor histórico, filosófico y (sobre todo) religioso, más que musical. Por «religioso» me refiero a la creencia o la fe en que los procesos artísticos, sociales, económicos, en fin, los relatos históricos, tienen un sentido y sólo uno, a diferencia de las novelas. Por ejemplo, que la historia del Arte muestra el proceso de autoconciencia de las artes, que la historia de Francia es la de la Libertad de su Pueblo, que la sociedad capitalista ha entrado en su fase terminal, y cosas semejantes. Quien así piensa, está obligado a tener a Schoenberg por un músico más importante que Stravinsky.

Cuando la importancia de un hecho, suceso, objeto o caso no la determinan aquellos que lo financian y sufren las consecuencias, sino los expertos, los historiadores y los teóricos metafísicos, entonces estamos en un medio ajeno a la democracia y típico de la tradición autoritaria europea. Que la gente disfrute con Tchaikovsky y se aburra con Schoenberg puede ser lamentable, pero que para salvarles de su error se les condene a oír al vienés a todas horas, es despótico. En general, eso no sucede porque los conciertos se pagan, pero allí donde el contribuyente carece de poder de compra, sucede con harta frecuencia.

Compárese con lo que está sucediendo en la surrealista gestación del Estatuto catalán. Los expertos, los historiadores, los teóricos y los profesionales catalanes han decidido que «históricamente» (sea esto lo que sea) Cataluña tiene más derecho que Murcia a cualquier cosa, que la nación catalana posee una existencia de orden metafísico previa a sus habitantes, y que en la jerarquía de las naciones Cataluña sólo es comparable a Francia y superior a España. Cataluña es un pedazo de Schoenberg fundado en razones trascendentales. De momento, el público español ha desertado las salas de conciertos donde suena el Estatuto y son los expertos quienes se ven obligados a hacer publicidad para que la gente se entusiasme, o a condimentar encuestas carísimas que confirmen lo acertados que estaban y el éxito loco de estos conciertos a teatro vacío. Su alternativa es tocar sólo para adictos a Schoenberg.

La iluminación de Taruskin, hombre formado en la filosofía europea del siglo XX, filosofía impregnada de historicismo hegeliano y mesianismo marxista, es tan sencilla como esto: el descubrimiento de la democracia. La palabra «democracia», como lo prueba la dudosa moralidad de quienes la usan sin descanso para justificar sus deshonestidades, está cargada de instancias éticas. Parece como si lo democrático fuera lo moralmente bueno, cuando en realidad lo democrático es simplemente el conjunto de mecanismos que se despliegan de un modo casi inevitable para el control y la dominación de sociedades masivas con enormes potenciales energéticos y económicos. La democracia es tan sólo una técnica social eficaz para mantener el orden en un medio cuyo estallido sería funesto. Este mecanismo puede utilizarse bien o mal, pero no es un estado de gracia. Los políticos novatos utilizan la palabra como los católicos usan la palabra «devoción», y se acusan unos a otros de no ser democráticos… ¡como si fuera posible no serlo! Sin embargo, «demócrata» equivale a: «concernido por el mercado». El político demócrata es aquel que se ofrece en un mercado donde hay competidores. Nada más.

Para Taruskin siempre fue cosa evidente que las novedades de la música dodecafónica eran técnicamente interesantes. También, que Schoenberg creía que su nuevo método llenaría salas de conciertos en lugar de vaciarlas. Pero a diferencia de la música de su discípulo Alban Berg, el público no ha aceptado la del maestro. De un modo creciente, la programación de obras de Schoenberg (no todas: insisto en que utilizo al pobre vienés como metáfora) se ha ido haciendo por respeto a la historia, por su interés técnico, por la fascinación que ejerce sobre los expertos, pero no porque el público lo reclame a gritos y agote las localidades. De ahí también que en la historia de la música de Taruskin aparezca un capítulo sobre el rock, como en la historia de la literatura francesa de Kléber Haedens apareció Simenon un buen día, para escándalo y horror de los académicos.

Lo democrático no es, por sí mismo, «bueno» sino «eficaz». Los deportes de masas, el turismo industrial, las grandes superficies como lugares de entretenimiento y consumo, o el arte actual, son fenómenos democráticos, espectáculos masivos, movimientos de millones de personas con colosales poderes económicos y escasa libertad. Se parece bastante al nazismo, con una diferencia esencial: los políticos democráticos procuran programar aquellos conciertos que les gustan a las masas, en lugar de adoctrinarlas con conciertos que las agobian y agreden. Pero en algunos lugares, los profesionales de la vieja política, los viejos historiadores, los teóricos y expertos de la escuela trascendental o nacionalista, siguen actuando como sacerdotes cuya obligación es conducir al Pueblo hasta el Valle de Josafat y enseñarle a comportarse debidamente. A los pobrecitos habitantes de esos lugares los machacan con una política eclesiástica, de formación al espíritu nacional, en línea con la militancia sacerdotal que destruyó a Europa en los últimos dos siglos. Felizmente, al cabo de unos años los ciudadanos acudirán al mercado para comprar el político que más les apetezca. Ya veremos si es Schoenberg.

Santiago Urbana: Qué buenísimas son todas las ideas de Azúa!!!

Agustin Barahona: Acabo de encontrármelo fortuítamente. Al respecto de lo que decías, Benet Casablancas, sobre que debíamos olvidarnos «de términos como dodecafónico, serial, que no sirven para nada -más allá del taller-, y despistan nuestra atención de lo que verdaderamente importa, y que señaló muy bien George Steiner con su expresión «presencias reales»», Mario Vargas Llosa escribió un artículo en El País hablando del largamente superado concepto de «Presencia Real» de Steiner –publicado en 1989 y que creo que si no causó ningún impacto como esperaba Steiner fue precisamente porque lo que decía o bien era obvio o bien no era cierto o bien estaba ya superado hacía muchísimo tiempo, al menos en la forma en que lo expresó él–, artículo con el que concuerdo en algunas cosas, en el que decía lo siguiente:

«La obra de arte […] no se puede explicar […] como la ciencia explica un mineral o una enfermedad: describiéndolos objetivamente, con datos que prescinden de la sensibilidad y fantasía individuales. […] Pero, dice Steiner, ningún comentario puede […] explicarnos estas obras de manera estable e irreversible. Porque en toda obra de arte lograda hay un elemento último, esquivo al análisis racional, que nuestra época ha enturbiado y se empeña en no reconocer.[…] La pérdida del sentido en las obras de arte es la culminación de una larga historia. […] El resultado es la torre de Babel que habitamos. Han desaparecido los viejos consensos y ya no hay casi manera de diferenciar al genio del impostor, a la genuina creación de la superchería y el fraude.»

«En realidad, dice Steiner, todas las teorías que pretenden explicar la creación […] escamotean lo esencial: aquella presencia real que […] dentro del hechizo y maravillamiento que estas experiencias estéticas nos hacen vivir, nos arranca de nuestro mundo y nos pone en contacto con otro […] que la razón no llega nunca a entender, sólo la fe. El sentido profundo de toda obra de arte lo da Dios, la búsqueda o el miedo o la adivinación e incluso el odio de ese supremo Creador con mayúsculas del que todo creador con minúsculas -poeta, novelista, músico, pintor o escultor- es una mínima (a veces genialmente mínima) versión.»

«Conviene recordar que la tesis de la naturaleza religiosa de la literatura y el arte está lejos de ser novedosa.[…] A mí la tesis central de Real presences me deja algo escéptico. […] al final, me ha quedado en el ánimo la sensación de haber asistido al parto de los montes. Que la creación estética sea manifestación privilegiada de ese vacío ontológico que lleva a los hombres a creer en Dios y fundar religiones es algo en lo que, cualquiera que no sea un dogmático, puede convenir. Pero es una generalidad tan grande, un denominador tan vago que, a fin de cuentas, no aclara gran cosa sobre la cegadora diversidad que existe en el seno de cada género artístico, sobre los abismos que distancian a las obras de arte entre sí.»

«Steiner […] asegura que toda gran creación artística «se inspira en la religión o se refiere a ella». Hay abundantes ejemplos que contradicen esta afirmación. Entre otros, el de un autor al que Steiner admira tanto como yo: Flaubert. […] Hablar de una cultura laicista es una ingenuidad o un disparate. […] la mayoría de los hombres no puede vivir sin esa presencia real»

Por todo ello, no estoy muy seguro de a qué intentabas referirte exactamente cuando nos decías que lo que verdaderamente importa son las «presencias reales» ¿Serías tan amable de explicárnoslo, y, sobre todo, explicarnos qué tiene que ver con lo escrito en el artículo de Luis Ángel de Benito que estamos debatiendo? Gracias de antemano.

Benet Casablancas: Gracias Agustin por traer a colación el artículo de Vargas Llosa, interesante como todos los suyos. Pero lo que aquel critica del libro del sabio Steiner afecta a un aspecto muy determinado del mismo, básicamente el carácter necesario de la relación entre la obra artística y el pensamiento religioso, glosando en términos muy positivos los argumentos centrales de Steiner por lo que respecta al acercamiento a la obra artística desde y más allá de sus determinantes técnicos y de toda suerte de constructos ideológicos, prejuicios, condicionantes históricos, escuelas de interpretación y postulados críticos diversos, etc. Es a esa mirada certera sobre la prevalencia última de la obra, brillando en su plenitud desde su unicidad, la que yo evocaba, como un mero apunte, en mi nota, cuestiones que glosa estupendamente Vargas Llosa cuando subraya los logros globales del libro de Steiner, elogios que naturalmente comparto.

Agustin Barahona: Muchas gracias por tu respuesta, Benet. Sin embargo, creo que se te ha olvidado explicarnos qué relación tiene con el artículo –que es objeto de este debate– tu mención, en forma de ruego, de que las «presencias reales» de Steiner es «lo que verdaderamente importa» y no si las creaciones musicales están hechas o no mediante un lenguaje comprensible para la mayoría de sus destinatarios, que imagino que, por lógica básica, a la mayoría de la gente que nos lee le dará la impresión de que es prelativo y prevalente a cualquier otra intención en el compositor, a riesgo, si no, de poder convertirse en un ser autista y de pretensiones y resultados autistas.

Igualmente, en tu primer mensaje nos decías al respecto del artículo de Luis Ángel de Benito: «convendría debatir bien muchas de sus observaciones, no siempre debidamente sustentadas». Por supuesto, estamos todos de acuerdo en que lo que no esté bien sustentado y por ello no pueda sostenerse debe ser debatido, y para eso estamos. Sin embargo, se te olvidó explicarnos cuáles eran esas «muchas» observaciones que no estaban debidamente sustentadas, para que se te pueda entender y para poder debatir así sobre ellas, porque, aunque pueden habérseme escapado –qué duda cabe–, personalmente no he visto ninguna. Muchas gracias de antemano.

Benet Casablancas: Lo siento Agustín, pero no dispongo de toiempo para atender debnidamente tus mñúsltiples cuiestiones,.

Agustin Barahona: Es una lástima, Benet, aunque bien es cierto que no son «mis múltiples cuestiones» –sólo hay dos: cómo vinculas lo que dijiste de Steiner con el artículo de Luis Ángel de Benito y cuáles eran esas «muchas» observaciones en su artículo que afirmabas que no estaban debidamente sustentadas y cuya ausencia de sustento yo no percibo–, sino que se trata tan sólo de pedirte que justifiques lo que afirmas, es decir, «tus múltiples cuestiones», para evitar que la falta de esas justificaciones pueda hacer parecer a todos nuestros lectores que lo que afirmas es insostenible o que simplemente pides que la gente te crea, como si se tratara de una cuestión religiosa. No es más que eso. Pero no te apures, que mi facebook está permanentemente abierto y no hace falta que lo hagas ahora. Cuando tengas tiempo si puedes te acercas y lo justificas y si no puedes pues tampoco pasa nada y lo dejas así. Muchas gracias.

Benet Casablancas: Lo siento Agustín, pero no dispongo ahora mismo de tiempo para atender debidamente tus múltiples cuestiones, que darían para uno (o varios) seminarios completos! De todos modos, y en aras de la precisión que pides, nunca afirmé que no fuera importante que el lenguaje o procedimientos utilizados por el compositor en una obra dada resultaran inteligible para el oyente, sino que abogaba más bien por evitar el uso de tecnicismos cuando nos dirigimos al oyente, se supone que melómano curtido, al que sólo le pediría una actitud abierta y curiosidad para dejarse seducir por una música que por su misma condición de nueva suele carecer de referentes inmediatamente reconocibles como sucede con el gran repertorio. De hehco es algo que sucede incluso en el caso de repertorios pretéritos pero menos frecuentados. De ahí el interés y goce de las nuevas y sucesivas escuchas de una misma obra, que si es buena, nunca se nos revela del todo y para siempre. Saludos cordiales!

Agustin Barahona: Aclaro que mi respuesta ha sido exactamente a tu mensaje antes de que lo hayas editado, es decir, cuando lo único que había escrito era: «Benet Casablancas: Lo siento Agustín, pero no dispongo de toiempo para atender debnidamente tus mñúsltiples cuiestiones,.» Sin más.

Te agradezco pues que a pesar de que no tengas ahora tiempo para justificar lo que afirmas sobre las «muchas» observaciones en el artículo de Luis Ángel de Benito que declaras que no están debidamente sustentadas, porque como dices daría para varios seminarios –¡pobre autor! lo dejas acusado e indefenso para siempre hasta que los lectores puedan asistir a tus seminarios explicativos–, sí hayas tenido tiempo para hacer tan detalladamente esa simple precisión de no usar tecnicismos con el melómano curtido para que así no puedan despistarle –imagino que con ese despiste te refieres a que crees que esos tecnicismos podrían extraviar su gusto o algo parecido, pero de ser así sería difícil de poder aceptar que el gusto de un melómano curtido pudiera despistarse con esas cosas–. Por otro lado, el melómano curtido, e incluso el profesional curtido, si no se deja seducir por algo suele ser porque tiene actitud abierta y ya lo ha oído, no por etiquetas despistantes. Por eso en ya más de los 100 años que pedía el bueno de Schoenberg para que todos nos acostumbráramos habría habido tiempo de sobra para que la mayoría de esos melómanos y profesionales curtidos hubieran considerado que gustaban de esos experimentos y, sin embargo, no ha sido el caso. No parece pues que se trate de un problema de endoculturación ni de educación. Pero no quiero hacerte sentir mal por no disponer de tiempo para justificar tus acusaciones de ausencia del debido sustento en muchas de las afirmaciones hechas en el artículo que debatimos, por lo tanto lo dejo aquí a la espera de que puedas ir teniendo tiempo para hacerlo o si no lo tienes puedas dejarlo así. De nuevo, muchas gracias, Benet.

Santiago Urbana: Benet Casablancas, lo de que en vez del fracaso del dodecafonismo atonal y el serialismo lo que parece que siempre importa es cualquier cosa que pasaba por allí ya lo dije, pero se me olvidó decir que no estoy de acuerdo en que las presencias reales de Steiner sean «lo que verdaderamente importa». En lo principal porque lo de las presencias reales de Steiner se refieren a ideas religiosas y la música es muchísimo, pero múchísimo más que eso. Pero por mas cosas.

«Lo que verdaderamente importa», Benet Casablancas, es escuchar un poco en internet lo que no conoces para ver si te gusta y si no te gusta con pinchar en el aspa de cerrar ventana se acaba el problema metafísico de las presencias reales. Se convierten en ausencias y ya está.

Y si no está en internet pues te esperas a que esté.

Yo no pienso volver a gastarme un solo euro en ir a un concierto que no sepa que me va a gustar antes de ir.

Y le recomiendo a todo el mundo hacer lo mismo.

Quizá convendría ‘desahuciar’ ya a los clubes de fútbol reclamándoles su deuda - diciembre 17, 2013 por Agustín Barahona

«Quizá convendría ‘desahuciar’ ya a los clubes de fútbol cobrándoles la deuda de cientos de millones de euros, como a todo el mundo. ¿Por qué a ellos no, dejando así claro que no hay justicia? Pues porque si se los cerrara seguramente empezaría la revolución. No empieza por todas las barbaridades que nos están haciendo arruinando nuestra vida, robándonos la seguridad, educacion, sanidad y miserabilizando a familias que mendigan comida y mueren por comerla en mal estado. Pero si les cerraran los clubes de fútbol seguro que ardía España. Este es el país que tenemos» [Agustin Barahona]

Los deseos no tienen valor normativo en una sociedad - diciembre 17, 2013 por Agustín Barahona

«Los deseos, legítimos o no, no tienen en sí mismos ningún valor normativo en una sociedad. Sólo pueden o bien estar siempre supeditados a las normas aceptadas por todos o bien romperlas de raíz para imponerse a ellas creando el caos… a no ser que se creen unas nuevas normas que todos los participantes estén dispuestos a aceptar de nuevo y en las que puedan tener cabida y curso esos deseos. No hay ninguna otra solución ni caminos tortuosos de engaños o tibiezas intoxicantes sibilinas» [Agustin Barahona]

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