Si a quien hace las normas no le afectan se aprovechará siempre de aquellos a los que sí afectan. Pero si quien hace las normas es aquél al que afectan vigilará siempre, por su propio bien y el de los demás, que afecten justamente a todos.
De ello se concluye que para avanzar civilizatoriamente los seres humanos debemos aprender a autolegislarnos y hacerlo inexcusablemente sobre la propia marcha, en la propia práctica de dicha autolegislación.
Es decir, debemos todos los países recuperar para todos sus ciudadanos el Poder Legislativo.
Conseguirlo con el menor desgaste y la mayor eficacia posibles se obtendrá gracias, por una parte, a una previa formación específica de todos en Lógica, Jurismo y Didáctica, dadas proporcionalmente desde la más tierna infancia desde las instituciones educativas; y, por otra parte, a la revisión didáctica, no vinculante, de la resultante producción de propuestas legislativas por parte los juristas especialistas del Poder Legislativo.
Eso, además, aumentará nuestra comprensión del funcionamiento del mundo a la vez que nuestra capacidad didáctica para explicarlo a terceros, porque de ello dependerá la eficacia de nuestra propia normalización social en esta prometedora Nueva Era.
[Agustín Barahona]